Miércoles, abril 24, 2024

Experto: es un error revolver la historia de la china poblana con Catarina de San Juan

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Para el coleccionista e investigador de la indumentaria mexicana René Ramírez Ordóñez es un error revolver y vincular la riqueza de la historia de la china poblana y de su atuendo en aras de la historia de otro personaje vinculado con Puebla como lo fue Catarina de San Juan.

En el marco del festival La china de Puebla, que se realizará durante esta semana en Puebla, el actual profesor de la Escuela Superior de Artes de Veracruz expuso que la historia de una “princesa que fue vendida como esclava, obligada a casarse y convertida en mística, que tuvo una vida alimentada de la limosna pública y una muerte piadosa” está tan bien documentada como para cometer el error de vincularla con la china poblana.

El coleccionista señaló que la confusión se debe quizá a los escritos de Antonio Carrión en su “Historia de la ciudad de la Puebla de los Ángeles de 1897”, en donde hace el vínculo entre la china poblana y Catarina de San Juan pese a que “entre uno y otro hay una separación de más de dos siglos”.

Para ahondar en la historia de cómo se formó el atuendo de la china poblana y de cómo éste se convirtió en un elemento clave de la llamada identidad nacional, Ramírez Ordóñez brindó la conferencia de apertura de la exposición La china poblana, historia de un símbolo, que se expone hasta el 2 de octubre en el Museo de arte religioso ex convento de Santa Mónica, y que se integra por 19 trajes completos de mujer, 15 de hombre y 25 piezas sueltas de su propia colección.

En la charla expuso que ser coleccionista le ha llevado a considerar un asunto: que la indumentaria tradicional mexicana no ha sido considerada como un patrimonio cultural, sino que ha sido valorada hasta hace poco cuando “los textiles han abierto sus secretos”.

En el caso del atuendo de la china poblana sostuvo que aunque se haya discutido u opinado sobre su representatividad, es considerado el traje tradicional por excelencia. “Pese a no ser práctico, a ser costoso, a ser intrincado y veces hasta excesivo, sus colores y sus símbolos forman parte de la representación simbólica, del gusto y la identidad de los mexicanos”.

Advirtió que si bien hay diversas versiones de su evolución, es claro que hay referencias en las pinturas de castas del siglo XVIII. Ejemplo de ello es un óleo de 1763 firmado por Miguel Cabrera en donde aparecen moriscas y mestizas con rebozos; o la obra de José de Páez, en 1760, en donde refiere a mulatas y mestizas con faldas rojas y rebozos adornados.

Sobre el mote de “china”, el coleccionista René Ramírez mencionó que era el nombre que se le daba a la clasificación de las diversas mezclas dadas entre españoles y originarios de la Nueva España o allegados a ella, y señalaba que “había un cruce de sangre”. Era, además, una suerte de sinónimo de la palabra criada o sirvienta.

“La china, la chinela, lo achinado y lo chino también se relaciona con el traje. La china en el virreinato refiere más que a una casta a una clase social por el traje y los modales”, indicó el especialista.

Agregó que si para finales del siglo XVIII la china poblana ya era conocida, para el siguiente siglo tuvo una época de auge, quizá por la aparición de los “chinacos”, aquellos que iban vestidos de cuero y gamuza acompañados por sus mujeres, unas “chinacas campesinas que sabían montar, seguir a su hombre y guisar mole”.

Asimismo, continuó Ramírez Ordóñez, por la aportación de cronistas y poetas costumbristas: lo mismo de Amado Nervo, quien en 1899 dedicó un poema a la china poblana destacando su carácter y sus vestimentas; Manuel Payno, quien en su Viaje a Veracruz de 1843 describe a estas mujeres “de piel rosada y delicados ojos aceitunados, cabello negro, pies pequeños, formas redondas esbeltas y torneadas con encajes y puntas enchinadas, sedas, lentejuelas y una camisa que deja ver parte de su cuello… que es aseada, guisa un mole y compone un pulque de almendra”; o el poblano Agustín Arrieta, quien retrata la vida y las costumbres de las chinas.

Anécdota importante, expuso, sería aquella contada por una marquesa que describe el atuendo y las consecuencias que tuvo al usarlo en un baile elegante, en donde le dijeron que “el traje de la china poblana es de una mujer de reputación dudosa”. Agregó que esa idea se continúa en la pluma de Guillermo Prieto, quien para 1879 escribió que “las chinas poblanas alborotaban las conciencias con sus enaguas altas que dejaban ver su pantorrilla”.

Asimismo, dijo que se reflejó en los “acuarelistas que fueron más sensibles que los mexicanos” –como Claudio Linati, Casimiro Castro o Antonio García Cubas–, cuyas obras no fueron valoradas en su tiempo pero dejan ver a algunas chinas poblanas, mismas que existieron también en ciudades como Oaxaca o Guadalajara, pero fueron representativas de Puebla.

El curador de varias exposiciones sobre indumentaria regional destacó que la idea de la mujer galante cambio entre la década de 1830 y 1840, cuando el traje también era “usado por gentes buenas del pueblo”, como campesinas y vendedoras.

Mencionó que con la llegada de Maximiliano de Habsburgo, el traje decayó ante la moda francesa, y solamente fue utilizado para kermeses y fiestas “para vestir de fantasía”. Esto se prolongó durante el porfiriato en donde la cultura popular fue relegada al margen del gusto europeo.

Expuso que sería hasta las décadas de los 20 y 30 del siglo XX, con el “nacionalismo febril” impulsado por el cardenismo, que se “abrirían los caminos del folclore para hacer justicia al arte del pueblo”.

“El discurso revolucionario dio paso a un discurso nacionalista que estaba en la búsqueda de una identidad con las culturas de México. Para ello, se echa mano de una serie de figuras de la mexicanidad que fueron difundidos en la prensa, en la radio, en el cine. Entre ellos se fue modelando la imagen artificial del charro y la china poblana bailando de manera teatral un jarabe tapatío”.

Concretó que el refuerzo de esta imagen se daría en las artes y en el espectáculo: primero a los escenarios populares, luego en los estadios nacionales, hasta llegar al teatro y al cine en la figura de Nellie Campobello, Lucha Reyes, Lupe Vélez y María Félix.

“El estereotipo sigue vigente: lo mismo en la danza, en el cine, en la literatura y en la plástica. Desde 1950 en los calendarios, en los escenarios donde se teatralizó y en la cultura popular, como sucede en cada ballet folklórico que difunde el espléndido vestido de la china”, concluyó Ramírez Ordóñez, coleccionista desde 1961.

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