Viernes, septiembre 20, 2024

Estudian el techo de olla, sistema constructivo tradicional de la Mixteca baja de Puebla

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Una casa todavía en funciones, habitada, que a diferencia de otras conserva su palma y su característico “techo de olla” ubicada en el barrio de San Pedro de San Jerónimo Xayacatlán es el tema de investigación de un libro de reciente aparición que indaga sobre este sistema constructivo tradicional de la Mixteca baja de Puebla, que se está perdiendo.

Titulado La vivienda tradicional de la Mixteca poblana. Las últimas casas de techo de oreja de San Jerónimo Xayacatlán, el libro presenta un entramado del estudio antropológico, histórico y etnohistórico para dar a conocer un tipo de vivienda de la mixteca baja de Puebla, a la par de conocer cuáles son las aristas que la conectan con su entorno social y cultural.

Presentado de manera virtual como parte del segundo Encuentro de Presentaciones editoriales en Escuelas del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el volumen es autoría de los etnohistoriadores Laura Rodríguez Cano y Rodolfo Rosas Salinas y del cronista de la mixteca poblana Alejandro Pantaleón Calixto. Cuenta con las fotografías de Ricardo Ceballos que ayudan a comparar con la mixteca oaxaqueña, y las ilustraciones de Julián García y Ana Laura Torres.

Laura Rodríguez señaló que el proyecto inició como un artículo de investigación que luego se vio nutrido de autores e información hasta conformarse como un libro que se escribió durante la epidemia, pero con datos etnográficos que vienen desde 2017 con el proyecto de geografía histórica de la mixteca baja de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.

Dijo que el título se centra en San Jerónimo Xayacatlán, en una vivienda con dos casas, con el techo a dos aguas y el terminado de oreja que vienen de los techos popolocas de las casas que se mudan, como la casa mixteca que también lo hace, dejando ver que son prácticas culturales que se comparten. No obstante, expuso que en la lengua mixteca a este elemento constructivo que sobresale, que desde la visión popoloca son las orejas de la casa en relación al cuerpo humano, en la región mixteca se ve por su función: ser una ventila. Así, notó que a pesar de ser un mismo elemento cultural el significado no es el mismo.

En ese sentido, el etnohistoriador Rodolfo Rosas expuso que uno de los reflejos más palpables de la cultura de toda población es su vivienda: tanto su construcción como su uso, y el imaginario que lo envuelve. En ellas, continuó, se condensan conocimientos milenarios sobre diferentes tópicos como el medio, las materias que éste ofrece, los climas, las temporadas cíclicas, la posición social, las economías, el sistema de gobierno, las entidades sagradas o los espacios que las contienen.

Así, expuso el investigador interesado en los códices de esta región, señaló que en el volumen se propone que a partir de un ejemplo particular de un tipo de vivienda que se está perdiendo en la mixteca baja poblana se permite ver lo tradicional que lo envuelve, cómo es interpretada actualmente y como ha sido interpretada a lo largo del tiempo. “Son tres vertientes las que quisimos abordar. Primero, la historicidad de cómo ha sido la vivienda en la mixteca baja poblana; segundo, cómo perciben los pobladores la casa y en ese ámbito el idioma es de los más importante pues se expresa elementos que en la traducción pueden perderse; y el tercero, el ejemplo particular de este tipo de vivienda que es compartida con otros grupos que han sido separados etnográficamente”.

Rosas Salinas acotó que el término “techo de oreja” se aplicó a casas de la región popoloca o ngiwa, pero es un tipo de resolución de una vivienda en un determinado espacio, por lo que el clima, el ambiente y lo que proporciona el medio, permite entender el aspecto cultural y el medio físico de las comunidades.

Dijo además que el libro es interdisciplinario pues se partió de la arqueología interpretando los estudios arqueológicos y los hallazgos de construcciones antiguas, pasando luego por la historia y haciendo “un barrido de las fuentes relativas a la Mixteca baja”, así como por aspectos del idioma y los hablantes que permiten hacer el registro, pues son elementos culturales que se van perdiendo, y la etnografía hecha en torno a la vivienda que podría crecer hacia otros lugares de la región, la cual ha sido abandonada por los estudios.

“Parte de la importancia es documentar el tema en un lugar donde muy pocos estudios ha habido por parte de la Antropología”, señaló el coautor.

En su caso, Alejandro Pantaleón, cronista de Chinantla, profesor normalista y abogado, señaló que la comunidad de San Jerónimo Xayacatlán es pequeña, ubicada en la mixteca en el límite con Oaxaca y Guerrero, por lo que “la historia se ha perdido al ser un pueblo tan pequeño”, aunque todavía se habla el idioma que “es fuente de historia”.

El también miembro del Consejo de la crónica el estado de Puebla dijo que el nombre de San Jerónimo Xayacatlán aparece por primera vez en 1552 en el Lienzo de Tlaxcala; y luego el 2 de febrero de 1581 en las relaciones geográficas de Tlaxcala cuando interrogan a los indios principales Domingo Fabián y Pedro López, quienes dan cuenta que ya existía su pueblo desde mucho antes de la llegada de los españoles.

Expuso que no existe documento que acredite su fundación sino hasta marzo de1703 donde Felipe V da el decreto Real a San Jerónimo “Xoyacatlán”, con sus medidas y colindancias, sus primeras casas y su iglesia.

De paso, el cronista dio cuenta de los hechos ocurridos durante el siglo XIX como la compra que se hizo en 1831 al hacendado don Tomás Manuel Guzmán y Aguilar sobre el Trapiche Viejo; así como la adquisición de terrenos, en 1835, a doña Petra Aja; o la aparición del plano topográfico de 1857 que da cuenta del crecimiento de San Jerónimo Xayacatlán, las regularizaciones de 1883 y el protocolo de inmuebles fraccionados hecho por los vecinos en octubre de 1891.

Concluyó que San Jerónimo Xayacatlán tiene varias acepciones en náhuatl pues se define como Junto a la máscara, Junto o cerca de la punta de la arena, o Lugar donde abundan las moscas, esta última venida de la tradición oral náhuatl propuesta por cronistas de Puebla.

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