Si hemos de atender a lo que dice el senador del PAN Javier Corral (que según se supo ha ganado 21 millones de pesos en su larga carrera legislativa, Ignacio Zavala dixit), la disputa entre la fracción panista en el Senado de la República se debe no sólo a diferencias políticas, que las hay entre los llamados maderistas y los calderonistas encabezados por Ernesto Cordero, sino también por el manejo de muchos millones de pesos –dicen que son aproximadamente 210 millones de pesos anuales–, que maneja discrecionalmente el coordinador de la fracción de panistas en el Senado.
Pero las cosas andan tan mal que en plena confrontación se le entregó a cada uno de los 38 senadores del PAN 430 mil pesos, es decir, 16 millones en total de recursos públicos, para apoyar las campañas electorales en sus respectivos estados. Lo curioso es que esa dádiva “con sombrero ajeno”, como decimos por acá, al parecer calmó las aguas y ya se pusieron de acuerdo los senadores para no resolver en público sus diferencias, sino en la oscuridad de los pasillos y el “cochupo” facilón que les permita disfrutar de tan jugosas canonjías, que adquieren su verdadera magnitud si vemos un país que no crece ni genera empleos y donde la desigualdad social y regional se profundiza sin remedio.
Pero la derecha no descansa, y en su gira por Irlanda, Peña Nieto nos entera –es un decir, pues en realidad enteró a los inversionistas de por allá–, que con el aval del Pacto por México, esto es en connivencia con el PAN y el PRD, promoverá en el cada vez más próximo segundo semestre de este año, su propuesta de reforma energética.
El caso es que el periódico británico Financial Times publicó que Peña Nieto declaró estar dispuesto a promover “los cambios constitucionales necesarios para darle certeza a los inversionistas privados”. Conste, no mejorar las condiciones de vida de la población, sino tranquilizar a los capitalistas. Y ahí se desató la tormenta, pues si la propuesta es modificar la Constitución, eso sólo puede referirse a cambiar la propiedad del petróleo y de Pemex, a lo que millones de mexicanos no estamos dispuestos.
Para muchos de nosotros, el petróleo es patrimonio del pueblo de México; por lo tanto es ridículo pensar en privatizar su propiedad; sin duda, Pemex es la concreción de la historia de la lucha del irredento pueblo mexicano por su independencia económica, política y social. El petróleo es lo poco que nos queda de la revolución, y no es posible renunciar a esa conquista lograda por las mejores fuerzas de la agónica Revolución Mexicana.
Finalmente, porque muchas fuerzas políticas mostraron su decisión de enfrentar la propuesta privatizadora, Peña Nieto matizó su posición y dijo que él no habló de privatizar sino de modernizar, lo que tampoco justificaría la apertura a la inversión privada, pues eso se puede lograr modificando el leonino régimen fiscal al que está sometida Pemex. En todo caso, lo que debe sostenerse es que la renta petrolera sólo debe beneficiar al pueblo de México y a nadie más.
