El 8 de septiembre fue día de fiesta en Cholula. Mientras en la plaza de la Concordia se realiza el tradicional trueque en el que visitantes y vendedores intercambian productos, de manera espontánea y sin una organización previa, en la meseta de la Gran Pirámide otros cientos de personas ven quemar a los panzones, una suerte de judas que truenan y, al quemarse, sueltan de sus enormes panzas dulces y frutas de temporada.
El pasado viernes Cholula fue el escenario de tradiciones milenarias. El primero fue el trueque de San Pedro Cholula, el cual ha sido reconocido como Patrimonio Cultural Intangible del Estado de Puebla, por los valores culturales antropológicos, históricos, artísticos y tradicionales que representa este intercambio.
De dicho trueque se tienen noticias antiguas: que Cholula fue un importante centro ceremonial dedicado a Quetzalcóatl, al cual asistían comerciantes de distintas partes que intercambiaban sus productos con los artículos elaborados por los habitantes, para hacer este trueque.
Actualmente, cientos de comerciantes se reúnen en la plaza de Cholula: alfareros, artesanos, tejedores, pulqueros, productores de frutos y otros alimentos, lo mismo de comunidades poblanas aledañas al volcán del Popocatépetl que venidos de Guerrero, Tlaxcala, Morelos y Veracruz, quienes prescinden de la utilización de la moneda para la compra de los productos de temporada.
En el tradicional trueque, campesinos y gente de la región, sin saber el motivo de fondo, pero haciendo alusión a una actividad que heredaron de sus antepasados, canjean productos como chapulines, escamoles, queso, incienso, canastas, hierbas de olor, tamales de charales, pan, cueclas, textiles, dulces típicos, además de frutas y verduras, a los que se suman ropa, objetos de plástico y hasta juguetes.
El trueque de Cholula coincide además con el festejo de la natividad de la virgen de los Remedios, que incluye una larga procesión –desde las primeras horas del día– a la iglesia que se ubica en la cúspide de la pirámide, erigida en honor a Quetzalcóatl y visitada por miles de fieles de diversos rincones de la República.
Se indica que, en tiempos mesoamericanos, esta fiesta duraba 40 días, en los que pobladores intercambiaban y vendían mercancías artesanales con peregrinos y comerciantes de Puebla, de la Mixteca e incluso con personas de otras regiones.
Según fuentes, se da cuenta que al principio de la fiesta un esclavo era comprado y entregado a los sacerdotes para que lo alimentaran y vistieran como a Quetzalcóatl. Aquel hombre sería sacrificado y nueve días antes de la fiesta, los ancianos hablaban con el esclavo para comunicarle lo que pasaría, mientras que éste debía dar el apercibimiento, si no lo hacía, entonces los ancianos debían proceder a darle de beber cierta mezcla que lo dejara insensible, pues de estar triste, significaba un mal augurio.
Con la llegada de los españoles, la tradición se modificó para celebrarse la quema del panzón, en la que figuras de cartón y carrizo se queman con pólvora, un acto que llama a la organización barrial de Santa María Xixitla y San Matías Cocoyotla.
Destaca que los panzones contienen en sus barrigas frutas y dulces, mismos que se sueltan luego de que la figura se quema, siendo este un acto para pedir por las buenas cosechas.
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