Miércoles, febrero 12, 2025

Estampas de sorpresas, o no tanto, en las elecciones argentinas

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Buenos Aires, Argentina

  1. Con los datos en claro, el triunfo de Javier Milei en la segunda vuelta fue contundente. Le sacó 11 puntos de diferencia a su opositor cabeza del peronismo en el poder. A decir verdad, esto no fue tan sorprendente. La gran sorpresa ocurrió en la primera vuelta de las elecciones generales argentinas. ¿Era posible creer que el candidato oficialista, ministro de Economía en funciones y cuasi presidente, alcanzará el primer lugar con poco más de 36 por cientos de los votos? ¿Era creíble que el candidato del gobierno de los Fernández, gobierno bicéfalo si los ha habido, surgido de un acuerdo de último momento del peronismo federal encabezara la votación ciudadana?

El gobierno de Alberto Fernández demostró una total incapacidad para resolver los problemas básicos de la economía de los sectores más desprotegidos, aun reconociendo que sufrió diversas calamidades como una pandemia, la guerra de Rusia contra Ucrania, la peor sequía de los últimos años y, no menos importante, asumir la negociación y el pago de una deuda con el FMI, que le heredara el gobierno de Macri.

En 2019, al poco tiempo de su asunción, quedó claro que no había entendimiento entre el presidente y quien lo designó, vía Twitter, la vicepresidenta Cristina Fernández. La incomunicación y el maltrato de uno a otra o viceversa fue público y notorio. En los dos últimos años, mes con mes, los datos del INDEC no hacían más que mostrar el avance de la inflación que, en agosto y septiembre de este año, alcanzó su punto más elevado. Y ni qué decir de la devaluación constante del peso ante el dólar. Era imposible, entonces, pensar que un candidato oficialista, en estas condiciones, ganara las elecciones.

El domingo 19 de noviembre, se constató que los votantes de la oposición eligieron a Milei como su representante. Los radicales olvidaron los agravios libertarios a sus próceres y prevaleció su encono antiperonista y antikirchnerista. Es posible que algunos de los electores de la coalición Frente de Izquierda, integrada por partidos y agrupaciones trosquistas que se autoperciben como marxistas, se hayan apartado de los dichos de sus dirigentes y hayan acudido a votar, pero, por cantidad, no alteraron el resultado final.

  1. El domingo, ya cerca de las 22 horas, escuchamos el primer discurso del libertario ganador. Enmarcado con una estética al mejor estilo de la Casa Blanca, dirigió unas palabras que poco o casi nada tuvieron que ver con sus encendidos discursos de campaña para la primera vuelta.

¿Nos sorprendió? De ninguna manera. Era de esperar. Como ocurrió en los días previos a la segunda vuelta. El león le bajaba a su fiereza. No más “vamos a dinamitar todo”, “nuestra política es la de la motosierra”, y un conjunto de lindezas contra la casta política.

Los cánticos de sus seguidores eran parecidos a la crisis del 2001, junto a aquellos llenos de violencia y odio anti-Cristina. Las consignas contra la casta también bajaron su tono. Y claro, el acuerdo con el macrismo obligó a dejar de lado los que apenas semanas antes vociferaban en contra de la casta política.

  1. Milei requiere de alianzas. Con el resultado de las elecciones generales llegó a 38 diputados nacionales, minoría absoluta en la Cámara integrada por 257 representantes. En el Senado, tiene menos del 10 por ciento de representantes (7 de 72). Esto significa la necesidad de hacer acuerdos para gobernar. No será fácil.
  2. En este año, en el que se festejan 40 años de democracia ininterrumpida, el peronismo sufrió su peor derrota en manos de un partido de reciente creación, conservador, que reivindica la última dictadura cívico militar sin ambages. La que ocupará la vicepresidencia se ha jactado de su relación con el dictador Jorge Videla. Ella y el presidente electo se muestran como los representantes de los antiderechos, no lo esconden. No son lo que se llama negacionistas, no. Reivindican abiertamente la acción de la junta militar que derrocó a un gobierno constitucional.
  3. La última sorpresa de esa noche, pero no tanto, fue la reaparición del Falcón verde, ominoso símbolo de la represión de la Triple A y los militares en el gobierno, recorriendo algunas calles celebrando el triunfo libertario.

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