En 1996, la FAO, convocó a celebrar en Roma, “La Cumbre Mundial sobre la Alimentación.” A la reunión asistieron 185 países y la Unión Europea; en ella, se establecieron objetivos para erradicar el hambre y la malnutrición que en aquel entonces padecían alrededor de ochocientos millones de personas. A casi tres décadas de los objetivos establecidos aquel año, el capitalismo globalizado ha sido incapaz de cumplirlos; hoy, la crisis alimentaria en el mundo, afecta a más de mil millones de personas. El problema se complica, aún más, a causa de la crisis sanitaria.
Con el modelo económico neoliberal, y el consecuente desmantelamiento de las políticas agroalimentarias, el sistema alimentario se encuentra alineado a las recetas del Consenso de Washington y el empobrecimiento se ha hecho una constante dada la especulación, que es el conjunto de operaciones comerciales o financieras cuyo objetivo es la obtención de un beneficio económico extraordinario basado en las fluctuaciones de los precios.
El aumento especulativo en el precio de los alimentos, obedece a tres factores esenciales: i) la supuesta escasez de alimentos y reducción de las reservas mundiales, lo cual resulta una falacia y estratagema de los especuladores; ii) el alza en el precio del petróleo, dado que el modelo de agricultura convencional global depende dólar petróleo en algún eslabón de la cadena productiva; iii) la más devastadora razón es la especulación financiera que se realiza en las Bolsas de Chicago, Londres o Hannover, donde se subasta la compra-venta de contratos de futuros sobre cereales y oleaginosas. Todo esto paralelo a la liberalización de la agricultura y los alimentos, así como del dominio voraz de corporativos multinacionales que disponen de un control creciente en la cadena productiva en los mercados internacionales de alimentos y financieros. El capital financiero que migró al mercado de los alimentos durante la crisis de 2008, ha ido avanzando en el acaparamiento de tierras en el mundo, como una nueva estrategia de especulación alimentaria y control de los alimentos.
En el sector agroalimentario se distinguen tres tipos de especulación: i) el acaparamiento directo, que consiste en almacenar y mantener fuera del mercado un producto en espera de que suba su precio; ii) el mercado de futuros antes citado; y iii) la ingeniería financiera actual, basada en el uso de instrumentos y mecanismos financieros cada vez más sofisticados. Cualquiera que sea la razón, el alza especulativa de precios de los alimentos muestra una condenable mezquindad, que crece en tiempos de pandemia.
El Programa Mundial de Alimentación de la ONU, advierte que potencialmente morirán más personas por el impacto económico del COVID-19 que por el virus mismo. La turbulencia económica sigue golpeando mayormente a los desempleados, al sector informal y a las familias en situación de pobreza. El CONEVAL indica que la pobreza alimentaria podría ascender de 27 millones a 50 millones de personas en 2020. La autoproducción nacional de alimentos, abasto y protección alimentaria, es el único camino para establecer un sistema alimentario sostenible con reservas suficientes, control y fortalecimiento de toda la cadena productiva; de lo contrario, el yugo del mercado y la especulación seguirán imponiéndose.