Lunes, noviembre 10, 2025

Escorpión

Hace unos días leí una interesante noticia. Según nos informa La Jornada de Oriente, “Un complejo de montículos donde destaca una estructura con forma de escorpión, que habría funcionado como observatorio astronómico y espacio ceremonial vinculado a la agricultura y al agua en tiempos prehispánico fue hallado en este municipio [Tehuacán, Puebla] por investigadores nacionales e internacionales, quienes ubicaron la ocupación del sitio entre el Clásico Tardío y el Posclásico temprano (600–1100 d.C.)”. La nota se basa en el artículo sobre los hallazgos publicado en la revista Ancient Mesoamerica (2025) de la Universidad de Cambridge,  “The Scorpion Mound Complex: An Effigy Mound Site with Possible Functional/Ceremonial Significance in the Tehuacán Valley of Puebla, México”, de los investigadores James Neely, Blas Castellon-Huerta, Samuel Wilson , Mark Willis y Chester Walker, investigadores de The University of Texas at Austin, Austin, USA; la Dirección de Estudios Arqueológicos, INAH, Ciudad de Mexico, Mexico y  de la Humanities Arts, and Sciences, Flinders University of South Australia, Adelaide, Australia. De acuerdo con los investigadores, el “sitio se interpreta como parte de un sistema agrícola intensivo, ya que parece estar ubicado centralmente en el contexto de una infraestructura agrícola y de riego altamente desarrollada. Por las razones descritas, interpretamos este montículo-efigie de escorpión de aproximadamente 60 metros como un elemento intencional con posibles alineaciones astronómicas. Se plantea la hipótesis de que forma parte de un complejo cívico-ceremonial local con la posible función de observar los solsticios de verano e invierno. De ser así, proporciona una perspectiva sobre la integración del ritual calendárico con el complejo sistema circundante de campos y canales de riego”. El hallazgo es interesante por varias razones, de acuerdo con los autores, pues este tipo de construcciones es muy raro en Mesoamérica por un lado y, por otro, se añade al estudio del complejo sistema de canales de riego que existen en la región poblana. De forma preliminar, juzgo, tal estructura en forma de escorpión estaría relacionado además de con lecturas astronómicas, con rituales relacionados con la Serpiente Emplumada y con Venus.    

En efecto, de acuerdo con el capítulo de libro “El escorpión celeste: un marcador del inicio y fin de la época de lluvias en Mesoamérica” de Alfonso Torres Rodríguez, publicado en el libro “Iconografía m e x i c a n a III Las representaciones de los astros” (2002) coordinado por Beatriz Barba de Piña Chán, en “el caso de Mesoamérica una de las representaciones de las entidades astrales más interesantes de la iconografía prehispánica de la región es la del escorpión o alacrán celeste. Su imagen se encuentra en los códices, la arquitectura, la cerámica y la pintura mural de varias partes de Mesoamérica y también en las tradiciones indígenas contemporáneas”. En el capítulo, Torres relaciona la figura del arácnido y su representación, con rituales y deidades diversas. Por ejemplo, afirma que es posible que el personaje con cola de alacrán pintado en los murales del Templo de Venus en Cacaxtla sea “una advocación del planeta Venus como estrella vespertina asociado a la fertilidad pluvial, a la guerra y el sacrificio”. Por otro lado, nos dice que también se encuentra relacionado con la cacería del venado, “posiblemente asociada al tiempo de secas”, esto en su interpretación de la aparición del arácnido en el códice Madrid de origen maya. Incluso nos dice que esto explica que, en el imaginario tzotzil de hoy, “el alacrán ‘atraiga’ a la lluvia y al rayo, pero que sea al mismo tiempo su enemigo: relacionado tanto con el inicio y el fin de la época de luvias, el alacrán celeste posee un valor dual y complementario, pues es señor de la lluvia como de la sequía”. Por tanto, la relación del montículo en forma de escorpión con su entorno, repleto de canales de riego, tendría el sentido que he comentado con antelación. Torres concluye su capítulo afirmando que ambos “motivos celestiales [el escorpión celeste vinculado a Venus y el venado] eran la referencia para los pueblos agricultores de Mesoamérica de que el tiempo propicio para la caza y la guerra había comenzado, el cual no cesaría hasta que en las madrugadas de las primeras semanas de mayo, tanto las Pléyades como el escorpión celeste, ambas en oposición en la bóveda celeste indicarían la aproximación de la temporada de lluvias y el final de las actividades bélicas”. 

Como se ve, hallazgos como este nos llevan a profundizar en las complejas relaciones que las culturas precoloniales de lo que hoy es México establecieron con los fenómenos meteorológicos, los astros y la fauna que les rodeaba, tradiciones que, con sus lógicas diferencias, conservan muchas comunidades el día de hoy. Los autores aventuran la hipótesis de que el escorpión fue construido expresamente para que coincidiera con los solsticios de verano y de invierno y pudiera dotar de información agrícola a los habitantes de la zona. “Durante los días previos al solsticio -afirman-, el sol salía entre las dos pinzas, señalando así la llegada de la temporada de lluvias para que los agricultores locales pudieran preparar sus campos para la siembra. Es concebible que cuando el sol llegaba a la pinza norte y comenzaba su regresión hacia la pinza sur, se pudiera determinar el momento de las tareas posteriores a la siembra. Este movimiento del sol naciente a lo largo de las dos pinzas también es importante porque el azimut/declinación de la salida del sol en el solsticio es muy similar al de los días anteriores y posteriores, por lo que el observador tendría que observar con precisión para marcar el día del solsticio con exactitud”. Las cosmovisiones mesoamericanas se construyeron mediante milenios de observación de los astros, los fenómenos naturales (lluvias, huracanes, temblores, entre otros), el comportamiento de los animales, todo ello matizado por su imaginación, dando como resultado un complejo entramado simbólico y ritual, que se vinculaba a sus precisos cálculos matemáticos para generar calendarios que lo mismo eran guías agrícolas, que se ocupaban en términos rituales propiciatorios y adivinatorios. Por supuesto, en la investigación del sitio se privilegia la relación utilitaria que existía entre los pobladores y el sitio, como marcador preciso para determinar el tiempo de siembra y cosecha; sin embargo, falta mucha mayor exploración para determinar de forma más contundente los aspectos simbólicos del sitio. Los autores refieren que el INAH no les permitió realizar excavaciones en el momento y, por tanto, sólo pudieron trabajar con materiales de la superficie. Empero, por ejemplo, encontraron “un soporte de vasija plano que contenía el glifo “Uno Caña” (CeAcatl), que connota a Quetzalcóatl como Venus”, lo que podría contribuir a la hipótesis de que el sitio estaría también vinculado a esta deidad, como hemos señalado con anterioridad. Incluso, como sugieren los autores, podría integrarse este lugar a la tendencia epiclásica a enfatizar el culto a la Serpiente Emplumada en sus diversas advocaciones, en especial aquellas relacionadas con el planeta Venus y que vemos en sitios tan emblemáticos como Cacaxtla, Xochicalco o Tajín. ¿Habría relaciones con los famosos olmeca- xicalanca mencionados en la crónica de Diego Muñoz Camargo como conquistadores y constructores de Cacaxtla? La idea es sugerente. Después de todo, ese episodio, como muchos otros de la historia mesoamericana, se encuentra repleto de contactos, influencias e intercambios simbólicos que trajeron como consecuencia una rica variedad de expresiones. Para finalizar, vale decir que la zona se encuentra en riesgo de ser destruida por el avance de la vida urbana en la región, cosa que ya ha afectado a parte del sistema de riego que existía. De hecho, hay noticia de que se estaban lotificando los terrenos aledaños de forma ilegal y que las autoridades, gracias a la noticia de los hallazgos, detuvieron esta práctica y se encuentra en elaboración la firma de un convenio de protección entre autoridades del municipio de Tehuacán y el INAH. Según una nota publicada recientemente en El Sol de Puebla, “Gustavo Donnadieu Cervantes, delegado del INAH en Puebla, informó que ya se cuenta con la delimitación del polígono de conservación, resultado de los trabajos coordinados entre la delegación federal y estatal del instituto, la Coordinación Nacional de Arqueología y el municipio”. Una vez realizado este convenio, espero que se avance con la exploración formal del sitio, lo que nos permitirá tener muchos más elementos para explicar su origen, elaboración, certeza en su funcionamiento y significados simbólicos. Fascinante noticia, sin duda.    

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