Nadie puede poner en duda que el diputado federal Ignacio Mier Velazco, en la búsqueda de la candidatura de Morena al gobierno del estado, hizo uno de los despliegues propagandísticos más grandes de los últimos años, que tal vez fue superior a varias campañas electorales constitucionales y que, en mucho, superó al de su adversario el senador Alejandro Armenta Mier. Ante ellos surge una pregunta fundamental: ¿Por qué entonces no le alcanzó para ganar la nominación de la 4T? Uno de tantos factores que provocaron ese resultado fue la arrogancia, la exclusión, que el equipo del legislador ya aplicaba hacia grupos políticos, empresariales y algunos periodistas.
Fiel al estilo que ha mostrado a lo largo de más de 30 años de carrera política, Mier siempre se comportó afable, tolerante y conciliador en los 15 meses que dedicó afanosamente a buscar ganarle a su primo Alejandro Armenta la candidatura morenista. Sin embargo, esa actitud contrastó con la de sus principales operadores políticos y aliados, que generaban más resentimientos y confrontaciones, que sumar simpatizantes y ganarse a los adversarios.
Personajes como el morenovallista Fernando Manzanilla Prieto, el exmarinista Francisco Ramos Montaño; el exedil de Puebla Enrique Doger Guerrero; el expresidente estatal del PRI Javier Casique Zárate; el alcalde de Tecamachalco, Ignacio Mier Bañuelos, así como varios diputados locales y federales de Morena, ya se sentían en el poder y a nombre de Mier Velazco se daban el lujo de prometer candidaturas a cargos de elección popular o puestos en la administración pública.
O al revés, ya se sentían con poder y autoridad para amenazar y lanzar advertencias de quienes no podían ser tomados en cuenta en el próximo sexenio.
Eso provocó que muchos actores y grupos políticos decidieran alejarse, apartarse o sumarse a otros aspirantes de la 4T, por la hostilidad y la soberbia que se percibía en el entorno del coordinador de los diputados federales de Morena.
Ejemplo de lo anterior es lo siguiente:
Un político que fue legislador del PRI, con una amplia experiencia, en cierta ocasión recibió una invitación a participar en una reunión de exlegisladores con Ignacio Mier. En un principio se mostró reticente a aceptar el llamado, al argumentar que no se quería involucrar con ninguno de los contendientes de Morena.
Luis Antonio Godina, encargado de construir el proyecto de gobierno de Mier intervino para conminarlo a que aceptara, bajo el argumento de que el aspirante a candidato había pedido que estuviera presente en el encuentro en cuestión.
Finalmente, el exlegislador acudió. En el evento Mier lo saludo en público y en privado. Lo trató bien y ensalzó su persona, al decir que era un personaje con mucha experiencia. Luego de esa ocasión, surgió una segunda invitación, ahora en un recinto académico. Hubo el mismo trato hacia el ex diputado.
Días después, un exdirigente priista, lo buscó para darle un recado a nombre de un operador de Mier: “bajo ninguna circunstancia te hagas ilusión de que vas a estar en el próximo gobierno”, fue parte del recado.
Ejemplo de ese maltrato se reprodujo con una larga lista de actores político que eran tratados como “el enemigo”.
El juego de la simulación
La principal estrategia de Ignacio Mier –a lo largo del último año y medio– fue siempre simular 3 aspectos fundamentales: hacer creer que él era el aspirante consentido del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Que ya estaba arriba en las encuestas que medían las preferencias entre los participantes de la contienda interna de Morena para el caso de Puebla.
Y que su relación con Claudia Sheinbaum Pardo, la abanderada presidencial de la 4T, era cordial y de mucha cercanía.
En realidad, nunca hubo el más mínimo gesto preferencial, en público o privado, del presidente López Obrador hacia el legislador federal.
Lo que es un secreto a voces es que, desde hace mucho tiempo, el político poblano no ha sido del agrado de Claudia Sheinbaum, a tal grado que la ex jefa de Gobierno de la Ciudad de México nunca lo quiso recibir en privado una vez que ella ganó el proceso interno de Morena. A diferencia de Alejandro Armenta que si tuvo un par de acercamientos con la candidata presidencial.
Y en el tema de las encuestas, Mier nunca quiso recurrir a las empresas demoscópicas nacionales para medir su popularidad, ya que siempre el resultado del índice de popularidad le resultó adverso.
Toda esa simulación funcionó y muchos actores políticos acabaron muy convencidos de que el coordinador de los diputados federales iba a ser el candidato de la 4T a gobernador.
El problema de ese engaño es que también se lo creyeron los miembros del equipo de Ignacio Mier y por esa razón, no solamente suponían ya tener en las manos la candidatura de Morena, sino ya se sentían dueños del gobierno del estado, del Congreso local y de Morena.