La Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII) está constituida por un grupo de padecimientos cuya característica principal, como su nombre lo indica, es que los intestinos se encuentren inflamados. Esta es de duración muy prolongada, es decir, de tipo crónico y otro dato importante de su caracterización es que vuelve una y otra vez.
Hay dos tipos principales de EII: La enfermedad de Crohn, que debe su nombre al médico Burrill Bernard Crohn (1884 – 1983), gastroenterólogo quien en 1932, la describió con puntualidad en un artículo titulado “Ileítis regional. Una entidad clínica y patológica” (1), con úlceras que pueden aparecer desde la boca hasta la región anal. El otro tipo de EII es la Colitis Ulcerativa, en la que los problemas de ulceraciones se circunscriben específicamente al intestino grueso (Colon).
En ambos problemas se presentan diarreas, dolores abdominales intensos, sangrado en las heces, falta de apetito y pérdida de peso, pudiendo dar lugar en una forma menos común a fiebre, dolores articulares y fatiga extrema, dentro de un verdadero abanico de síntomas distintos.
Aún no se sabe cuál es la causa de estas enfermedades y si bien la herencia juega un papel importante, sí se ha demostrado que la inflamación crónica se debe a un fenómeno inmunológico en el que el sistema de defensa, ataca a las células del intestino.
Confundida muy frecuentemente con varios tipos de inflamación, dentro de los que sobresalen los problemas de Colon Irritable, en los que las tensiones juegan un papel determinante, este es un problema de salud generalmente menospreciado.
Recientemente en un artículo que revisé sobre esta patología (2), me sorprendió cómo van estableciéndose factores de riesgo de índole ambiental y su asociación con la EII. Este tipo de información no solamente es útil en términos de orientación diagnóstica para discriminar cuáles son los criterios que apoyen estrategias de caracterización que permitan canalizar a los pacientes con un Gastroenterólogo, sino también, para establecer implicaciones de índole preventiva en aquellos individuos con antecedentes familiares de EII.
Como factores con una mayor fuerza de asociación para padecer EII, ubicaron a nueve elementos de riesgo, sobresaliendo la vida urbana, el uso de antibióticos, la toma de anticonceptivos orales, deficiencia de vitamina D, consumo de cigarrillos. Como factores protectores, es decir, que marcaron una disminución a padecer la enfermedad sobresalieron el haber recibido lactancia materna y la infección por Helicobacter pylori.
Muchos factores se pueden suponer como elementos de riesgo, al hablar de microbioma intestinal, es decir, de microbios que deben habitar en una forma normal en nuestro intestino y que literalmente son “arrasados” en la medida en la que se utilizan antibióticos indiscriminadamente, se alteran los hábitats naturales viviendo en medios urbanos o se abate la lactancia al seno materno. Una pérdida en la integridad de la mucosa que se puede dar en el momento en el que se ingieren anticonceptivos orales o se consuma tabaco en cualquier cantidad, también constituyen factores de riesgo altos.
Por supuesto se pueden obtener informaciones erróneas partiendo de observaciones parciales. Diferencias entre las poblaciones, distintas épocas en las que se realizan las investigaciones, múltiples métodos de estudios y un largo etcétera dan lugar a una visión verdaderamente apasionante de la enfermedad; sin embargo hay algo muy claro y que nos va orientando a que el alejamiento de lo natural nos quita factores de protección para enfermar. Tal vez esta sea una de las múltiples causas por las que enfermedades vinculadas con el sistema inmunológico, gradualmente van tomando relevancia en el ámbito de la medicina actual. Esta es probablemente una muestra real de que evolucionamos a una velocidad distinta considerando nuestras necesidades de adaptación cualitativa. Pensamos que en las ciudades vivimos mejor que en las comunidades del medio rural, pero la aparente búsqueda del confort, puede traer aparejadas, enfermedades que definitivamente disminuyen con mucho, nuestra anhelada mejoría en la calidad de vida.
Referencias:
1.- Burrill B. Crohn, Leon Ginzburg, Gordon D. Oppenheimer. Regional ileitis: A pathologic and clinical entity JAMA. 1932; 99(16):1323-1329.
2.- Piovani D, Danese S, Peyrin-Biroulet L, et al. Environmental Risk Factors for Inflammatory Bowel Diseases: an Umbrella Review of Meta-analyses. Gastroenterology 2019;157:647–659