Dioses como Xochipilli, santos, hombres guajolotes, flores, el retrato de Benito Juárez y del banquero Gordon Wasson, los envoltorios sagrados y la serpiente emplumada que flanquea las escenas además de hongos sagrados salpicados por aquí y por allá, aparecidos de dos en dos, tal y como eran repartidos por María Sabina, forman parte del más reciente neocódice de Antonio Álvarez Morán (Puebla, 24 de septiembre de 1959).
Denominado Neocódice María Sabina, el amplio lienzo de papel amate fue presentado por su autor quien, basado en la forma, paleta de colores y narrativa del códice Borgia, presenta una propia lectura de esta sabia mujer, poseedora de la espiritualidad y la actividad ritual de su pueblo mazateco.
Acompañado por el antropólogo Julio Glockner, quien relató la historia de hallazgos y encuentros de una serie de investigadores con María Sabina, así como por Fernanda Flores, quien hizo una lectura de un texto enviado por Manuel A. Hermann Lejarazu sobre la historia y la génesis de los códices mesoamericanos, Álvarez Morán habló sobre su más reciente producción.
De inicio, recordó que fue en 2020 cuando empezó a investigar y empaparse del tema, pues si bien antes lo había hecho, había sido de una manera superficial en alguna de sus obras. Más bien, expuso que la serie comenzó cuando hizo un mural en una universidad de Puebla y así, pensando en los códices, optó por hacer una serie de obras usando papel amate en los cuales, en vez de usar pigmentos, se propuso hacer collage.
“Me puse una sola regla: la de utilizar solamente materiales encontrados en revistas, fotografías, libros viejos, y no hacer fotocopias o bajar imágenes de la red”, confió el multifacético artista que en 2023 montó en el Museo Internacional Barroco con alrededor de 21 neocódices.
En el caso del Neocódice María Sabina, Antonio Álvarez Morán refirió que tenía conocimiento del texto que Gordon Wasson publicó en la revista Life y Life en español en 1957, sobre la forma en que llegó a Huautla persiguiendo el rumor de que existía el uso de hongos sagrados. Este material, prestado por Julio Glockner, “se salvó de ser recortado” pero constituyó una parte esencial del neocódice.
“Yo estuve en Huautla cuando todavía María Sabina estaba viva, pero no tuve contacto con ella, quien es un ícono de la cultura y la contracultura mexicana”, dijo al recordar que al morir la chamana en 1985, tuvo en sus manos y guardó una edición de la revista amarillista y de nota roja Alarma, que titulaba aquel número como “muerte la bruja blanca de Oaxaca”. Dicho material, sirvió incluso para un cuadro que en su tiempo hizo sobre la muerte de María Sabina y el fallecimiento del torero Manolete, a quienes conjuntó de manera surrealista.
Otro libro del que también echó mano, continuó Álvarez Morán, fue del mismo Gordon Wasson, El hongo maravilloso Teonanacatl, publicado en 1980 en inglés y posteriormente en español en 1983, con una reimpresión en 1993.
“No tuve el valor de recortar este libro”, advirtió el artista, quien entonces se dio a la tarea de ir a Los Sapos y su mercado de artículos usados y antiguos, en el que no sólo encontró un volumen en inglés, sino otros dos libros más: La ciudad de los hongos alucinantes, de Gutierre Tibón, y Los hongos alucinantes, de Fernando Benítez.
Animado por su material, el siguiente paso fue seleccionar a un códice que le sirviera de referencia, del que le atrajera en su paleta de colores, composición e iconografía. Se topó entonces con el códice Borgia, adquirido por el cardenal Stefano Borgia (1731-1804) y actualmente ubicado en el Fondo Borgiano de la Biblioteca Apostólica Vaticana en Roma, Italia, que es considerado un tonalámatl o “almanaque de los destinos”.
Se trata de una larga piel curtida de venado de 10.34 metros, doblada en forma de biombo y formando 39 secciones, cada una de las cuales mide aproximadamente 27 por 26.5 centímetros; posiblemente elaborado entre el siglo XIII y finales del XV en una región que comprende el sur de Puebla y el noreste de Oaxaca, incluso, algunos autores extienden dicha área hasta La Mixtequilla, Veracruz, y zonas cercanas a las costas del Golfo de México.
De este documento prehispánico, enfatizó Álvarez Morán, se detuvo en un envoltorio sagrado que le pareció atinado retomar como elemento central en su neocódice, pues le gustó que fuera un tema nocturno, del que salen culebras, representaciones del dios Ehécatl, y quien le dio “la idea de usar estar serpientes para ubicar los elementos”.
Ese envoltorio sagrado, continuó, es asociado con Xochipilli, deidad asociada a su vez con las plantas máginas, las flores, cuya actitud es de éxtasis y que incluso estudiosos como Gordon Wasson identificaron con el olor, el tabaco, las mismas flores.
Para su obra, continuó, también recurrió al uso de otra lámina que habla de los cuatro rumbos mesoamericanos, en el aparecen cuatro serpientes emplumadas. Aparece una María Sabina joven, en cuya mano carga un par de hongos e imágenes de las cosas que aparecían en sus cantos, mismos que fueron grabados por Wasson, y que ahora son representados con recortes de viejos diccionarios y de antiguos libros de texto gratuitos.
De paso, señaló que aparecen algunos santos, apóstoles como Pedro y Pablo, así como María Magdalena, pues era la santa de cabecera de María Sabina, lo mismo que Cristo, quien aparece con un par de hongos en sus manos, que “crecen de las gotas de sangre que él derrama”.
El también autor de Farándula Cubista acotó que aparecen también “extraños personajes” como aquel hombre guajolote del que alguna vez habló María Sabina, quien refirió que su padre se llenó la cara con granos y al morir se convirtió en guajolote.
No faltan los “hongos niños” que María Sabina siempre daba en pares y que el neotlacuilo ubica como el Piltzintli, el niño dios de los nahuas así como el paraíso de niños que aparecen en el templo de Santa María Tonantzintla, que no son ángeles, sino niños que descienden y que no tienen representación prehispánica pero que el propio Wasson dice que es un Piltzintli.
En este neocódice no faltan el propio Gordon Wasson ni Aurelio Carreras, a quien el banquero estadunidense conoció en su primer viaje de 1953 y lo hizo partícipe de una ceremonia de consumo de hongos sagrados, algo que se repetiría dos años después cuando conoció a Cayetano García, autoridad local, quien le presentó a María Sabina, siendo ella la que le llevaría a ser parte de una nueva ceremonia ritual.
Los neocódices de Álvarez Morán pueden conocerse en la galería virtual Alvarezmanía: https://alvarezmoran.com/alvarezmania/
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