Bajo la idea que más que hablar de “música” debe pensarse en una “sonoridad” prehispánica, fue publicado el libro Tlapitzalli. La forma del sonido, el cual recupera, en 160 páginas, los saberes extraídos del análisis de diferentes colecciones arqueológicas vinculadas a las expresiones sonoras mesoamericanas.
Dicho material se describe como una investigación multidisciplinaria realizada con el propósito de difundir la relevancia de lo sonoro en el pasado prehispánico, así como mostrar el desarrollo tecnológico alcanzado por los pueblos mesoamericanos al crear los que, hoy día, podrían denominarse como “instrumentos musicales”.
Derivado de una exposición homónima montada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y su Coordinación Nacional de Museos y Exposiciones (CNMyE), entre octubre de 2023 y abril de 2024, el volumen se integra por nueve ensayos y 140 imágenes disponibles al lector.
Al respecto, el editor adscrito a la CNMyE, Carlos Méndez Domínguez, aplaudió la suma de esfuerzos de arqueólogos, restauradores, biólogos, músicos y otros especialistas que contribuyeron no solo a instalar la muestra montada en el Museo Regional de Guanajuato, Alhóndiga de Granaditas, sino también a devolver la “voz” a piezas que, al menos, habían permanecido mudas por 500 años.
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Lo anterior, dijo, se puede conocer desde la propia publicación, toda vez que integra códigos QR que permiten a los lectores acceder, desde sus teléfonos móviles, a tales sonidos recuperados en flautas, ocarinas, güiros y otros objetos sonoros precolombinos.
En ese sentido, la restauradora Frida Montes de Oca Fiol, quien participó en la coordinación curatorial de dicha exhibición y es coautora de Tlapitzalli, enfatizó que, dado que no se puede aseverar que en Mesoamérica existiera el concepto de “música”, el término más adecuado es el de “sonoridad”.
“A partir de las fuentes escritas, sabemos que las ceremonias rituales y los pedimentos a los dioses estaban acompañados de sonoridad, pero también la vida cotidiana debió estarlo. Por ello, no es equivocado afirmar que las sociedades prehispánicas eran auténticas culturas musicales”.
Incluso, a decir de la especialista, pueden aventurarse ciertas continuidades milenarias en cuanto al uso del sonido. Como ejemplo citó a los cascabeles, instrumentos que no solo se han recuperado arqueológicamente en contextos domésticos, debido a que en muchas comunidades indígenas contemporáneas todavía son usados para tranquilizar a las mujeres durante la labor de parto.
Montes de Oca detalló que la coedición hecha entre el INAH, la Secretaría de Cultura y Turismo del Estado de México y la Universidad Autónoma del Estado de México, busca abrir nuevas líneas de investigación que profundicen en la grandeza del patrimonio musical del país.
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Los objetos presentados en este catálogo dan cuenta de la imaginación, creatividad y habilidad de sus hacedores. Así, entre las piezas más destacadas que pueden conocerse están una flauta con representación hombre-animal, fechada en el periodo Posclásico (contemplado entre los años 900-1521 de esta era en común); un silbato zoomorfo que muestra un mono araña con su cría, elaborado con arcilla; una figurilla del dios del viento, Ehécatl, perteneciente a la cultura mexica, del Posclásico Tardío (1325-1521 de esta era en común), y una sonaja con forma de mujer embarazada, datada entre los años 400 antes de esta era y 200 después de esta era en común.
Destaca que en julio de 2024 se presentó una segunda exposición, titulada Tlapitzalli. Ritos y sonidos del México antiguo, en el Museo de las Scuderie del Quirinale, de Roma, Italia, con motivo del 150 aniversario de las relaciones diplomáticas entre México y dicha nación europea.
Tlapitzalli. La forma del sonido (2024) puede adquirirse en las redes de librerías del INAH.