La agitación cundió la madrugada de ayer en Rincón Citlaltépetl. Buena parte de los habitantes de esa comunidad de Nopalucan de la Granja estuvo en vigilia y otros más hasta improvisaron patrullajes en sus camionetas para recorrer los alrededores en busca de lo que ellos consideran verdaderos agentes de la muerte.
Pero la gente no temía por el asecho de alguna banda o cártel de huachicoleros, de esos sanguinarios que asolan a sus vecinos de Acajete, Tepeaca y Acatzingo. Tampoco era víctima de la zozobra por la presencia de alguna célula de secuestradores, robachicos, asesinos, violadores, extorsionadores o ladrones de trenes y vehículos de carga.
No: los hombres de Rincón Citlaltépetl estaban a la caza de brigadistas de la Secretaría de Salud, pues según las versiones de testigos y corresponsales, la tarde del lunes les avisaron que esos trabajadores acudirían al pueblo a realizar labores de sanitización.
La noticia fue tomada con alarma, pues en Rincón Ciltaltépetl aseguran que los elementos e insumos usados para prevenir el contagio de coronavirus en realidad diseminan la enfermedad, una creencia que no solo tienen en esa población de Nopalucan sino que también la comparten vecinos de comunidades de San Andrés Cholula, por ejemplo.
Al final las cosas no pasaron a mayores, pero la alteración trajo a la memoria lo sucedido el pasado 16 de junio en otra junta auxiliar de Nopalucan de la Granja, Santa María Ixtiyucan, donde un intento de las autorizadas por sanitizar espacios públicos saldó con el cierre de la alcaldía subalterna, daños a una patrulla y hasta disparos con armas de fuego.