En la 66ª entrega del Premio Ariel, Tótem fue la principal ganadora, al recoger 5 estatuillas de entre 15 nominaciones: las de mejor película, dirección (Lila Avilés), guion original (Avilés), coactuación femenina (Montserrat Marañón, ex aequo) y revelación actoral (Naíma Sentíes). También destacaron: Todo el silencio, de Diego del Río (4 premios, de 6 posibles); Temporada de huracanes, de Elisa Miller (3, de 11 posibles); Heroico, de David Zonana (3, de 11 posibles), y El eco, de Tatiana Huezo (3, de 7 posibles). Con excepción de El eco, que no he visto, esta columna habló de todas en su momento. Dejo aquí segmentos de dichos comentarios (justo por eso este escrito se asemeja a algún otro anterior), relativos sólo a las tres primeras cintas, por cuestiones de espacio…
Tótem. Sol, de 7 años, pasa el día en casa de su abuelo, entre los preparativos para la fiesta de cumpleaños de su padre, agobiado por un cáncer terminal. Esto se le oculta a la niña, si bien ella algo percibe. Con la noche llega la fiesta, que en realidad es un último adiós, una despedida, aunque impere un clima festivo. Desde su inocencia, Sol parece comprender las cosas y lo que se viene. Un salto de madurez anticipado e incipiente, pero también diáfano, que estará en ella y sus recuerdos por el resto de su vida. Tótem consigue un sentimiento cuasi-documental que hace más creíble el retrato de familia en crisis. Su peso dramático justo radica en el retrato, más que en los sucesos. Avilés alterna el punto de vista, haciendo a su película más bien coral, si bien Sol es siempre la principal referencia.
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Todo el silencio. Miriam, hija de madre sorda, es actriz y profesora de lengua de señas (LSM). Vive con su pareja, Lola, sorda hablante que además lee labios, por lo cual no necesitó aprender LSM. Temprano en la cinta, una audiometría confirma que Miriam está quedándose sorda a ritmo acelerado. Así, devastada y poco a poco, una enojada/confundida Miriam entra de cara a enfrentar un porvenir de sordera total. En ese primer trayecto se endurece, lo cual no sólo afecta sus sueños y proyecto de vida, sino por igual todo eso relacional con sus círculos cercanos. Todo el silencio abunda en méritos, desde un guion sólido, sin clichés, de Lucía Carreras, que pertinentemente deja abiertos, expectantes, los caminos y “cómos” de Miriam frente a lo que la ha golpeado. Son sustento las superlativas actuaciones de Adriana Llabrés y Ludwika Paleta, insertas en la pulcra realización de Diego del Río, sin alardes y de oficio seguro, por encima de lo esperado para un debut. (Arieles: actriz –Llabrés– coactuación femenina –Paleta, ex aequo— sonido –Mario Martínez Cobos, Miguel Hernández, Liliana Villaseñor– y ópera prima.
Temporada de huracanes. En un misérrimo villorrio del sur de México aparece el cadáver de La Bruja, la travesti curandera local, también conocida por sus fiestas libertinas con jovencitos homosexuales. Las pistas de su asesinato se cuentan desde las respectivas vivencias de tres adolescentes y un lugareño; versiones que tienen que ver con Luismi, otro adolescente, cercano a La Bruja. Un desencuentro previo entre ambos conduce a la duda lógica: ¿fue Luismi quien mató a La Bruja? Cinta violenta, cuyo entorno de sordidez y “pecado” notablemente logra la fotografía de María Secco, con algunos planos genuinamente memorables. Además, está muy bien interpretada por un reparto de actores no conocidos, a la altura de esa fauna atrapada en la rutina de un ámbito sin futuro, ávida de impactos como los del asesinato de La Bruja. Los esquivos recovecos de su estructura no impiden que la película te atrape. (Arieles: guion adaptado, Elisa Miller y Daniela Gómez; edición, Miguel Schverdfinger y Paulina del Paso; maquillaje, Alejandra Velarde).
Además, tres damas recibieron el Ariel de Oro por su trayectoria: la diseñadora de producción Brigitte Broch; la actriz Angélica María y, de manera póstuma, la realizadora y académica Busi Cortés, a quien conocí bien y estimé mucho. Merecidísimos, los tres.
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