Casi desapercibidos pasaron los asesinatos cometidos contra tres militantes del Partido Comunista de México, de cuyos nombres dejamos constancia para evitar el olvido, aunque se mantenga la impunidad: Raymundo Velázquez Flores, dirigente de la Liga Agraria Revolucionaria del Sur Emiliano Zapata, y de sus compañeros Samuel Vargas Ramírez y Miguel Solano Barrera, quienes aparecieron muertos y con signos de tortura a orillas del río de Coyuca de Benítez, Guerrero. Estos crímenes se suman al cometido en el estado de Veracruz contra Noé Salomón Vázquez Ortiz, activista defensor de los derechos de los pueblos originarios y de los derechos mismos de la naturaleza contra la voracidad de quienes pretenden su destrucción para seguir amasando inmorales fortunas.
A cambio de estas muertes, el régimen nos obsequia dos joyas inmarcesibles de lo que es la impunidad convertida en recurso de gobierno para cuidar y preservar los pilares que lo sostienen: Rafael Caro Quintero salió libre legalmente y nadie sabe ahora donde está, abandonó el penal debido a un “error” del que las autoridades no se percataron hace 22 años; dicen que debió haber sido juzgado en el fuero común y no en el federal, eso, dicen, evitó el debido proceso y Caro Quintero salió por la puerta grande del penal en la madrugada, y ahora nadie da con él; el régimen lavó su error. Otro entuerto deshecho fue el cometido contra Raúl Salinas de Gortari, (en un tiempo) el hermano incómodo, y hoy, vuelto al poder el innombrable, se reivindica al hermanito y se le devuelven propiedades y fortuna. Por supuesto, la divisa queda plantada a todo lo alto: el régimen no devora a sus hijos.
Luego, el patético Vicente Fox pretende distraer la atención nacional promoviendo la legalización de la producción, la distribución, venta y consumo de mariguana, planteamiento hecho desde la frivolidad y la liviandad con que Fox gobernó y que se le han acentuado en estos tiempos. Dicen que la cortina de humo se tendió para no atender la reforma energética con que nos obsequió Enrique Peña Nieto, que, generoso con lo que no es suyo, propone, en este capitalismo de compadres, que aceptemos invitar a los grandes capitales a que acrecienten sus utilidades con el petróleo, uno de los pocos recursos naturales que le quedan a la nación.
Los priistas, los de antes pero también los de ahora, siempre se han sentido representantes del interés nacional; basta recordar su discurso que atacaba a la oposición de izquierda –la derecha siempre fue cómplice del poder–, acusándola de servir a los intereses extranjeros, con lo cual se legítimaba su persecución de tal saña y magnitud que parecía pretender su extinción, que no logró gracias a la tozudez de quienes siempre se mantuvieron en la primera línea de la lucha por la transformación de México en un país democrático y socialista.
Finalmente, con la mayor tristeza y desazón nos enteramos de que las políticas neoliberales han logrado lo que en algún tiempo parecía imposible: hacer de México un importador neto de alimentos. Ahora resulta que no somos capaces ni siquiera de producir lo que nos comemos. ¡Vaya país que están dejando los neoliberales! ¡Menuda tarea será su reconstrucción!