En 1619, esclavos africanos llegaron a colonias de Estados Unidos. Siglos después, hacia finales del siglo XIX, entre las plantaciones de algodón, el olor a tabaco, la opresión y la nostalgia por su tierra, nació el que es considerado el “padre de todos los géneros musicales”: el blues. Luego, en las primeras décadas del siglo XX, aquel sonido cruzó el río Bravo para llegar a México y asentarse en ciudades como Puebla, en donde actualmente tiene exponentes que conservan su sentido y al mismo tiempo le dotan matices propios que giran en torno a la desigualdad, el racismo o la injusticia.
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Como parte del primer Festival de blues en Puebla: El blues nunca muere, representantes del género en Puebla compartieron el sonido propio y local del género, de “mole y nogada”, a la par de que dialogaron en torno a sus características, su espíritu original, su llegada al país donde fue acogido lo mismo por músicos “bien” que le dieron notas poéticas que por intérpretes populares que le dotaron de un sonido fuerte y hasta rebelde, que en conjunto han hecho pensar al blues como “la nueva música clásica”.
En la Casa de Cultura, con un público que en momentos se tornó impaciente, Edith Sánchez Brindis, Ramón Alamillo, Ricardo Shields, Martín Javier Pérez Páiz, Adolfo y Ludwig Ortiz, miembros de las bandas Confort Sureño, Bluestone Blues, Lauburu Rock & Blues Band, Larios y Páiz Blues Asociados, y Híkuri, respectivamente, señalaron que el blues, nacido a su vez del gospel religioso y sureño de Estados Unidos, sigue manteniendo “este discurso de resistencia, del oprimido”.
Los panelistas repararon que si bien la esclavitud ya no es legal, sí existe la trata de personas, y por lo tanto hay personas que viven en opresión, característica que se vincula al sentido inicial del blues: de aquellos africanos que quizá, para hacer menos pesada su situación de explotación, animados también por la melancolía, crearon este sonido particular.
De paso, señalaron que el blues no sólo es nostalgia y tristeza, sino también una música capaz de espantar a “los demonios” que las producen. Incluso, notaron que el blues guarda coincidencias con el Fado de Portugal o el Tango de Argentina, por ese “lamento constante” que hay en ellos.
Asimismo, refirieron que si bien primero se nutrió con instrumentos portátiles como el bajo, la guitarra y la armónica, luego se fue refinando con sonidos de metales o instrumentos de viento como el saxofón, virando hacia el jazz y luego el rock and roll, este último el “hijo” del blues que resultó de la aceleración del patrón de 12 compases del blues.
“El blues no sólo se toca sino que te toca a ti, de una manera distinta. De él, se sigue manteniendo el trabajo arduo y la soledad, pero es un placer transmitirlo”, como anotó Adolfo Ortiz, voz y bajo de Híkuri.
Los bluseros notaron además que el blues sigue cambiando, pues es un género que se ha abierto paso en todas las épocas y en todas las naciones. Como ejemplo, es que del río Mississippi bajó hacia el río Bravo, dando paso a un blues mexicano en donde, según su lectura, tomó un cariz “exquisito” en voces y sonidos como el de Real de Catorce, Guillermo Briseño o Betsy Pecanins (Arizona, 1954 – Ciudad de México, 2016), así como otro más popular y contestatario, en donde se abordan temas como la falta de justicia, la crisis, la impunidad, la soledad y la discriminación además del amor y el desamor.
Como refirió Ricardo Shields el blues en México nació a mediados de los años 60 del siglo anterior con la llegada de Tijuana del guitarrista Javier Bátiz. “Fue un fenómeno curioso: el hijo llegó solito”, dijo entre risas para recordar que desde entonces sembró inquietud entre la juventud mexicana, aparejándose con el rock de bandas Three Souls in my Mind.
Para cerrar, antes de dar paso a los conciertos que ofrecieron Confort Sureño, Híkuri, Bluestone Blues, Larios y Páiz Blues Asociados y Los Jockers, los músicos del blues reflexionaron sobre la presencia de la mujer en el blues, pues ha estado presente desde sus inicios, cuando fue “una manera de libertad” frente al trabajo agobiante, pasando por ocupar las primeras grabaciones en los años 20 del siglo XX a ser, actualmente, un espacio conquistado por voces e interpretaciones femeninas.
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