Un homenaje a la música tradicional de México y la forma en que se conserva entre la cultura de los pueblos, además de una mirada al suicidio, al tabú que representa para las familias y la sociedad, pero sobre todo una reflexión sobre la figura del padre: o como sujeto que está ausente de la vida de los hijos, o que está desvalorizado frente al peso de la madre.
Entre esos niveles transita Al son de Beno, un documental que gira en torno a Baruj Lieberman Gruner (1932 – 1985), mejor conocido como Beno Lieberman, pionero de la investigación folclórica en México, quien al lado de Eduardo Llerena y Enrique Ramírez grabó entre las décadas de los años 60 y 70 del siglo anterior a los ejecutantes de la música tradicional mexicana, grabaciones que en 2016 fueron declaradas Memoria del mundo por la Unesco y forman parte del acervo de la Fonoteca Nacional.
Estrenada este fin de semana en las principales ciudades del país, con excepción de Puebla que tendrá que esperar su corrida por las plataformas de Streaming, Al son de Beno es dirigida Ilán Lieberman, también autor del guión y coproductor del filme al lado de Cactus Film and Video S, que es producido por José Cohen y cuenta con la fotografía de Bruno Santamaría, la edición de Omar Guzmán e Ilán Lieberman, y la música original de Juan Manuel Ledezma Blum.
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Durante una entrevista telefónica, Ilán Lieberman da cuenta de este documental que comienza con un viaje: aquel que emprende con sus hijos para tratar de seguir las huellas de Beno, el padre que en septiembre de 1985, a unos días del sismo que devastó a la Ciudad de México, decidió suicidarse en su casa de Tecamachalco, Estado de México.
Al son del Beno, señala el director, es un documental hilado por la memoria. “La memoria es todo, porque sin la memoria no habría película”, afirma y distingue que incluso identifica varios tipos de memoria: la personal que es intangible, que se tiene resguardada en algún lugar, en el cuerpo, en el cerebro, en el espíritu o en la mente, que es propia; y la memoria física que se deja ver en las fotografías, las cartas, los registros fonográficos, auditivos, fílmicos, o recursos como el dibujo y la animación para poder llevar las memorias al papel y a la imagen.
Se suma la memoria musical, que en este caso, como destaca el realizador, constituye la memoria histórica de México, a la par del registro de los variados paisajes y las costumbres del país.
En este periplo que lo lleva a visitar varias comunidades, añade el artista visual, hubo varios hallazgos. Uno de ellos, de la vida de su propio padre Beno: sobre aspectos personales que no conocía y de su labor profesional como recopilador, como promotor musical, “de lo cual no sabía y tampoco pienso que no mucha gente sabía”. Lo anterior, porque Beno Lieberman abrió El Pesebre, considerado el primer “folk club” en la Ciudad de México.
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En ese sentido, señala que al lado de investigadores de la propia Fonoteca Nacional realizó una investigación de los materiales legados por su padre, que ayudaron a determinar a los autores y a los músicos que fueron grabados, para descubrir a quiénes continúan interpretando la misma música hoy en día.
“Además, como se narra en la misma película, encontré a una hermana de la cual no tenía conocimiento sino un rumor, y ella a su vez, descubrió su lado paterno que no conocía”, anota respecto a Brenda, otra hija de Lieberman.
El cineasta considera que Al son de Beno constituye también un homenaje a un etnomusicólogo formado en la marcha, cuando todavía la disciplina no contaba con una academia donde aprenderse. Incluso, nota que a diferencia de contemporáneos como Raúl Hellmer, Arturo Warman o Thomas Stanford, el trabajo de recopilación de Beno Lieberman en torno a los sonidos tradicionales del país se hizo de manera privada y autofinanciada, pues no contó con apoyos del Estado sino que fue financiado por él mismo con las ganancias de su fábrica de unicel.
Destacó que esta labor fue publicada luego por el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías en 1981, bajo el nombre de Antología del Son de México, grabaciones que se convirtieron en un referente obligado de la etnomusicología en México, que en el mismo año fue galardonado con el Premio Rolex por el trabajo de recopilación musical que había realizado el equipo dirigido por Beno.
Sobre el suicidio de su padre, Ilán Lieberman anota que es un tema tabú, por lo menos en la sociedad occidental y, como cualquier tabú, se “convierte de algo de lo cual no se habla”, algo que, lejos de ayudar, “se convierten en misterio, en temas no trabajados, no comentados, no liberados, no sanados”.
Aunado a esta temática, precisa, aparece otra mayor: la figura del padre, que puede ser un padre que abandona, que está ausente, siendo esta una condición que permea a la sociedad mexicana de manera importante. “Hablamos del machismo, de la ausencia, pero también de la sobre valorización de la madre, y la infra valorización del padre, un tema que nos afecta de manera diaria”.
Acota que este problema se explaya en muchos problemas como la violencia hacia la mujer, el machismo o el llamado patriarcado, “que no es como tal, sino una estructura donde el patriarca es ausente”, siendo éste un tema que no se toca, sino que se perpetua. “Es un homenaje al padre que aunque decidió y tomo una decisión de dejar la vida, de abandonar a la familia, aun así es posible hacer un homenaje a él, en otros sentidos”, afirma el realizador.
Destaca que el estreno del documental se verá acompañado del próximo lanzamiento del Soundtrack en formato de LP de piezas en su mayoría inéditas, para que el “filme tenga más vida a través de la música”.