Desde que la pandemia de coronavirus tocó tierra en el continente americano, saltó de inmediato la preocupación por la vulnerabilidad que presentaban los migrantes mexicanos que residen en Estados Unidos. Ese es posiblemente el sector que más está padeciendo los estragos de la enfermedad.
En efecto, si en México son los más pobres quienes sufren los estragos del Covid-19 y también los efectos económicos, en el vecino país nuestros paisanos prácticamente se encuentran a merced de la tragedia, pues al no contar con documentos que acrediten su legal residencia en la potencia, están teniendo que enfrentar solos, sin atención médica la emergencia.
El confinamiento obligado en ciudades como Nueva York, donde residen la mayoría de los poblanos al otro lado de la frontera, ha puesto al borde de la mendicidad, sin exagerar, a miles de paisanos, que han sobrevivido por la solidaridad de otros mexicanos que les obsequian comida o les prestan dólares.
No obstante, las reservas familiares se están agotando, según han reportado con alarma organizaciones que defienden los derechos de los migrantes. El gobierno mexicano debe apurar la entrega de ayuda y gestionar ante su par estadounidense un programa de auxilio emergente para los connacionales.
Asimismo, es urgente establecer una política económica de apoyo en las comunidades de origen de los migrantes, que muy seguramente están perjudicadas severamente por la falta de remesas.