Con el propósito de iniciar la renovación de la dirección del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), constituido formalmente como partido en 2014, el fin de semana pasado se realizaron las asambleas para elegir a 10 militantes (5 mujeres y cinco hombres) en cada uno de los 300 distritos electorales federales que conforman la geografía electoral del país: en total, se eligieron tres mil personas, quienes deberán ocupar los cargos de coordinadores distritales, consejeros estatales y congresistas al Tercer Congreso Nacional programado para llevarse a cabo los días 17 y 18 de septiembre próximo, donde se elegirá su Consejo Nacional y se renovará una parte de la dirección nacional (Mario Delgado y la secretaria general de Morena continuarán en sus cargos hasta agosto de 2023).
El ejercicio electoral para elegir a los 3 mil consejeros a lo largo y ancho del país, habla bien de la capacidad organizativa de Morena, aunque han lamentarse algunos indeseables incidentes que, por fortuna, no invalidan la legitimidad del titánico esfuerzo realizado, aunque a la derecha no le haya gustado este ejercicio democrático y a Monreal, coincidiendo con la derecha, le haya parecido que “todo estaba prefigurado.”
¿Cuál es la trascendencia de la renovación de la dirección de Morena? Además de que en 2024 le tocará enfrentar la elección presidencial y las de gobernadores en varias entidades gobernadas actualmente por Morena, hay un hecho preocupante, pues paulatinamente ha ido cambiando la idea que dio origen de Morena como movimiento involucrado en los procesos sociales que transforman y fortalecen el Proyecto Alternativo de Nación orientador de las acciones de los gobiernos de Morena y del propio partido. Las razones de ese proceso de pérdida de identidad, al parecer, tienen su origen en la burocratización del partido y, en buena medida, a la incorporación de personajes vinculados de diversos partidos que llegan a Morena en busca de ser postulados como candidatos a los diversos cargos de elección popular, lo cual termina por convertir al partido en un organismo político cuya actividad principal es la designación de candidatos, abandonando los principios básicos del movimiento y alentando la conversión de Morena en agencia de postulación de candidatos, lo cual significa transformar al partido en la arena donde transcurre una lucha sorda entre los aspirantes, con escasa o nula atención a la vida partidaria vinculada a los procesos sociales y una limitada preocupación por el diseño del programa electoral y de gobierno que mantenga actualizado el Proyecto Alternativo de Nación.
Al parecer, la desaparición del “tapado” y el que se haya pedido a quienes aspiran a un cargo de elección en el partido o en los cargos de elección popular, pretende ser parte de la resistencia contra la burocratización de la actividad partidaria. Sin embargo, las campañas han sido de mera promoción personal de quienes aspiran, por ejemplo, a la candidatura presidencial, hasta el momento ninguno ha presentado, las líneas generales de cómo habrán de mantener vigente el Proyecto Alternativo de Nación y, en consecuencia, como si nada hubiera cambiado, se hacen suposiciones de la cercanía con el presidente de los y las aspirantes lo que les acerca a la postulación por dedazo. El resultado es que la militancia se divide, se congrega alrededor de las candidaturas que se visibilizan, formando grupos de interés que pronto exigen privilegios, cargos en el partido y candidaturas. Esto concluye en los pasillos apostando quien, de no obtener la candidatura en Morena se irá a cualquier partido de oposición.
Este parece ser uno, no el único, de los graves problemas de Morena. Sin embargo, hay que renovar la esperanza y lograr que la nueva dirección y aquella militancia de los primeros tiempos, no muy lejanos, sabrán retomar los principios y las inquietudes que forjaron la fortaleza inicial de Morena como movimiento–partido.