El domingo pasado, 27 de octubre, el ex presidente Donald Trump, y ahora candidato presidencial republicano, que no oculta su talante autoritario, convocó a cerca de 20 mil simpatizantes en el Madison Square Garden de Nueva York, para pedir el voto el 5 de noviembre y “despedir a Kamala Harris”, su rival demócrata y prometer una nueva economía, eliminar impuestos, poner fin a la “invasión migrante”, que ha prometido expulsar un millón de ellos, así como un mayor proteccionismo económico frente a China de la que, entre otras cosas, ha dicho que durante su presidencia no se venderá un solo auto móvil chino en Estados Unidos y modificar el tratado de libre comercio que se tiene con México y Canadá. En mucho, aunque Trump no lo diga, su política amenaza a la economía mexicana, sobre todo, al crecimiento económico a partir de la relocalización.
No se puede dejar de mencionar, lo que seguramente no es ingenua coincidencia: este acto de campaña, donde Trump, fue ovacionado constantemente, se realizó en el mismo sitio donde al inicio de la Segunda Guerra Mundial se reunieron el mismo número, 20 mil simpatizantes nazis, para mostrar su apoyo entusiasta al Führer Adolfo Hitler. Junto a Trump, se encontró acompañado por el magnate y cofundador de Tesla, Elon Musk, sí, el mismo que iba a instalar una armadora de automóviles en Nuevo León y luego se arrepintió al conocer, y aceptar, la política que se propone llevar a cobo Trump para eliminar las ventajas que significa para las empresas instalarse en México, aprovechando el TMEC.
La inclinación, de Trump por el nazismo no es reciente. Cuando era presidente, dice quien fuera su jefe de Gabinete, John Kelly, que aluna vez oyó decir a Trump que deseaba “el mismo tipo de generales que tenía Hitler”, quien había hecho “algunas cosas buenas”; además de sus reiterados comentarios, señalados por David Brooks y Jim Cason en la edición del 25 de octubre de La Jornada (p. 21) de que al llegar a la presidencia “tal vez tenga que emplear fuerzas militares contra el enemigo interno”, incluida la ‘izquierda radical’ demócrata, como la candidata Harris y el presidente Joe Biden. Imagínese usted Joe Biden de izquierda y no sólo, sino también radical. En fin, basta recordar que, cuando Trump perdió la elección presidencial con Joe Biden, Trump intentó dar un “golpe de Estado” e incitó a sus huestes a tomar el Congreso en su ridículo intento de golpe blando, que, ha dicho, si pierde lo volverá hacer, pues no reconocerá otro triunfo más que el suyo.
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En su reunión en Nueva York, Trump anunció que sumará a su plan económico Esta vez en Nueva York, el expresidente prometió que en un año reducirá el precio de la gasolina a la mitad y acabará con el programa de reducción de emisiones conocido como Green New Deal, al que llamó “la gran estafa verde”.
Al parecer, a los mexicanos nos espera una difícil etapa si Trump llega, de cualquier manera, a la presidencia del país más beligerante del mundo y Kamala Harris no parece ser la solución. El pesimismo, tiene fundamento: el poder que parecen tener en Estados Unidos los monopolios de la guerra, la agudización del genocidio israelita y el apoyo multimillonario a Ucrania, muestran la voluntad de sostener la guerra focalizada, y en México algunos insisten en calificar como terrorismo el trasiego de enervantes, lo cual, dicen los gringos, les da la autoridad para intervenir en el país.
Por fortuna, la conducción del país se encuentra en buenas manos y en Relaciones Exteriores hay un buen negociador.
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