El domingo 21 de este mes, la ciudadanía chilena fue convocada a participar en las elecciones presidenciales y parlamentarias que cada cuatro años se efectúan en el país. La expectativa, en esta ocasión, era muy alta por cuanto ya se habían realizado elecciones primarias entre algunas coaliciones. Con muchas descalificaciones en los debates televisivos, particularmente hacia el representante de la derecha más radical, así como al izquierdista apoyado por el Partido Comunista, por lo que la temperatura ha estado y seguirá al rojo vivo. A ello se debe agregar una curiosidad peculiar, la de aquel candidato que hizo toda su campaña vía online desde Estados Unidos.
En esta oportunidad también se renovó una parte del Senado, la totalidad de la Cámara de Diputados y se eligió a los consejeros regionales.
La participación, como ocurre desde que se impuso el voto voluntario, fue escasa ya que votó el 47,34% de los 14’959,945 los habilitados para sufragar.
Con relación al Senado, (correspondiente a 50 escaños), en las 9 regiones donde se debía elegir senadores que estarán en el cargo ocho años (Chile tiene 16 regiones cuya mitad se renueva cada 4 años) hubo novedades, ya que ahora la correlación política quedó como sigue: 23 senadores del oficialismo, esto es, de derecha; 22 de la oposición (centro–izquierda) y 5 independientes (3 de ellos de tendencia centro-izquierda). Esto puede ser, según algunos analistas, paralizante puesto que “va a ser muy complejo lograr acuerdos”.
La Cámara de Diputados (con 155 miembros) quedó conformada así: 73 diputados de oposición al gobierno de derecha, 68 oficialistas y otros 14 de los que no se tiene señales claras de su futura actuación, aunque 6 de ellos pertenecen al Partido de la Gente, del candidato online. Pero aparte de este virtual empate en ambas Cámaras, hay otras señales. La Democracia Cristiana, el Partido Radical, el Partido por la Democracia y el Partido Socialista, o sea, el centro y la centro izquierda, que gobernaron los últimos 30 años, se desplomaron y emergió la derecha radical cuyo candidato a presidente, José Antonio Kast del Partido Republicano, obtuvo 1’961.122 votos, situándose en primer lugar de la carrera presidencial con 27,9% de los votos, seguido del izquierdista Gabriel Boric, una figura que surgió desde las luchas estudiantiles y que obtuvo 1.814.809 votos, esto es, el 25,8% con el apoyo del Partido Comunista. De esta manera, pasan a la segunda vuelta: Kast y Boric, los dos extremos del arcoíris político, que surgieron de manera muy rápida, muy visible y cada cual con una propuesta muy diferente y un electorado muy diverso.
Es necesario comentar, además, el fenómeno del Parido de la Gente que logró entrar la Cámara de Diputados con 6 representantes. Su líder y candidato presidencial, Franco Parisi, economista, obtuvo un 12,8% de los votos, aún cuando no estuvo en Chile durante el proceso electoral, es más, no ha estado en el país durante los últimos cuatro años. Se trata de una candidatura anti sistema, que está en contra de la actual institucionalidad y cuyo líder es un ejemplo de “triunfo personal”. Su explícito rechazo a los inmigrantes que “quitan fuentes laborales” y fuerte crítica a la clase política han sido, entre otras, sus consignas seductoras. A esto se suma la habilidad demostrada en el uso de las redes sociales. Y, atención, sus votantes podrían definir la segunda vuelta.
¿Por qué ganó la derecha extrema?
Como se indicó, el candidato de la extrema derecha, José Antonio Kast, superó a Gabriel Boric de la izquierda por casi 147 mil votos, pese a que en las semanas previas había tenido varios tropiezos, especialmente en las cifras de su programa económico lo que llevó a algunos a pensar que estaba cada vez más lejos de superar a Boric. Algunas de sus propuestas fueron duramente criticadas, como la construcción de una gran zanja en la frontera norte del país para evitar el ingreso de inmigrantes ilegales, propuesta que se comparaba con la Muralla de Trump. También los dirigentes políticos de centro y centro-izquierda le cuestionaron ácidamente sus intenciones de reducir el número de programas (y funcionarios) gubernamentales porque eso era –decía Kast– “grasa fiscal” que pagaban todos los chilenos, como la Secretaría de la Mujer. Pero es evidente que sus propuestas hicieron sentido en cientos de miles de votantes.
Por su parte, el candidato de la izquierda se mantuvo en su discurso de grandes ideas libertarias, con frases casi poéticas que nos hablaban de la igualdad, de la mayor libertad y de los derechos fundamentales, ideas todas muy sentidas por la intelectualidad de izquierda, pero que no eran parte del relato que se escuchaba en los sectores de clase media y baja donde el oído está ansioso de propuestas concretas, que resuelvan los problemas de la vida en el hogar y cuyo horizonte no sea más allá de un par de años. Propuestas como “vamos a mejorar las pensiones” sin indicar montos, beneficiarios, calendario, etc., esto es, faltaron precisiones para cada caso de modo que las familias se sientan seguras de ese beneficio futuro, de otro modo no pasan de ser buenas intenciones.
Chile pasó de un momento febril, donde los estudiantes se volcaron a las calles, las mujeres coparon las principales avenidas y los trabajadores protestaban por doquier por sus demandas a una nueva ubicación en el arco político, más dispersa, menos identificada con el centro político que ya no les da confianza ni respuestas. Pero después de dos años, han surgido otros hechos muy violentos en la zona mapuche y en los barrios de ingresos medios y bajos. Por ello, ahora, de manera casi universal, se demanda más seguridad. Y más orden para estabilizar las cosas, como poder realizar la vida cotidiana de antes, llevar los hijos a la escuela sin temor a que le roben el auto, estar en la casa sin que las balas de las bandas de narcos traspasen sus paredes. La derecha extrema ha leído mejor las demandas ciudadanas por lo que su discurso duro contra la delincuencia, la militarización de la zona sur, el combate al narcotráfico para recuperar barrios ha sido tan exitoso (recordemos que el actual gobierno de Piñera fracasó rotundamente en esto). La izquierda, por su parte, ha rechazado la actuación dura de la policía (con fundadas razones en la mayoría de los casos) y ha defendido los derechos a la protesta, ecuación que ya ha agotado a la mitad del país. A ello hay que agregar que el Covid–19 tiene a la población muy cansada y se precisa comenzar a resolver los problemas de hoy, no mañana.
¿Qué se espera en la definición del 19 de diciembre próximo?
Aunque los candidatos que pasaron a la definición en la segunda vuelta, están trabajando febrilmente para aumentar su votación, capturar nuevos adherentes, corregir errores pasados, matizar aquellas frases polémicas, etc., la tarea más compleja la tiene Gabriel Boric, el candidato de la izquierda. En efecto, así como Kast necesita a los partidos de centro derecha, a quienes criticó duramente en la campaña, requiere ahora modificar su programa económico si desea sumarlos a la votación. En este caso, la rebaja de impuestos para las empresas debería ser, por ahora, desestimada ya que la deuda externa del país necesitará bastantes fondos para los próximos años. También deberá desestimar sus recortes fiscales si no desea tener en los empleados fiscales un talón de Aquiles permanente. Lo de la zanja en la frontera tendría que ser sustituida por otro mecanismo de regularización de los extranjeros. Y no mucho más, pues ahora tiene un hándicap que le da cierta holgura. Especialmente exitosas han sido las declaraciones del combate a la delincuencia mediante el fortalecimiento de las policías y del ejército lo que el ciudadano común aprecia.
El problema más severo lo tiene Gabriel Boric, pues viene acompañado del Partido Comunista, lo cual ha servido para que la derecha, basada en el “manual cortapalos” de la CIA de los años cincuenta, asocie este vínculo a un futuro para el país como el de Cuba, Venezuela y, ahora último, Nicaragua, todo ello sobre la base de simples, pero efectivas etiquetas y caricaturas anti comunistas que provocan incertidumbre y sobre todo miedo en la población. Por otra parte, el lenguaje de Boric debe pasar de lo elusivo a lo concreto, especialmente en materia de combate a la delincuencia. Y en esto, el candidato Boric ya inició su trabajo pues el martes 23, esto es, 48 horas después de la elección, en una entrevista televisada, aseguró su disposición a combatir con la mayor dureza la delincuencia. Aún le falta recuperar demandas muy sentidas por la gente, como la seguridad en las colonias, donde las bandas de narcos atemorizan diariamente a sus habitantes quienes deben encerrarse en sus casas para evitar encontrarse en medio de una disputa territorial. La izquierda ha sido reticente a manifestar su apoyo a la policía, pues en sus intervenciones aún ocurren violaciones a los derechos humanos, pero al respecto hay que ofrecer propuestas concretas que den mayor seguridad a los habitantes de los barrios de menores ingresos.
También, Boric tiene una tarea difícil en el poco tiempo que le resta para acceder a la población de las regiones extremas del país, especialmente en los sectores agrícolas donde la derecha ganó ampliamente. En la zona norte, el Partido de la Gente logró mayoría en muchos municipios por la oposición a los inmigrantes, asunto que es visto por Boric de manera solidaria, buscando soluciones continentales, pero, lo concreto, es que cada día siguen ingresando cientos de migrantes y los habitantes de esos lugares viven con temor.
En definitiva, el próximo 19 de diciembre los chilenos se verán sometidos a la prueba del tiempo político: ¿podremos avanzar en un gobierno de transformaciones y beneficios para el pueblo o le creemos al discurso del miedo y volvemos a la represión dura postergando necesidades populares una vez más?