Acaban de ser aprobadas en el Consejo General del INE las plataformas electorales de los partidos con registro legal y participantes en el actual proceso comicial.
El hecho pareciera un acto administrativo formal, pero desde mi punto de vista no lo es. Otra cosa es cómo lo tomen las propias organizaciones que las promueven y más cuando hemos visto hasta ahora, a la oposición, carente de propuesta política.
Ello tiene mucho que ver cómo se procesa su elaboración y como baja a las bases de los partidos. En general, se sabe que es encargada su elaboración a comisiones reducidas, sin confrontar la propuesta con nadie, soportando solamente su elaboración con el Programa partidista. De aquí también puede surgir los planes de gobierno sexenal, cuando los hay.
Resalta sobre el particular la experiencia de Morena, que ha podido extender este proceso a especialistas, realización de foros temáticos y elaboración colectiva, como el que coordinó desde el área de formación política Rafael Paredes, El Fisgón y que, en la Ciudad de México, está siguiendo el mismo camino Alejandro Encinas Rodríguez. Son saludables estos esfuerzos.
Pero ninguno hasta ahora ha podido ser retroalimentado con todos y todas que aspiran a una candidatura, que según se sabe, son más de veinte mil posiciones electivas y por lo mismo pueden llegar a ser más de cien mil los contendientes, que debieran conocer y manejar a plenitud la plataforma de su partido, y así aterrizarla y adecuarla conforme al tipo de candidatura que tengan.
En lo personal, siempre he considerado que la formación política y la capacitación, debiera ser no solo un derecho para los militantes de los partidos, sino una obligación, más para aquellos que pretendan acceder a una candidatura y a un puesto de elección popular. Más ahora que los partidos están plagados de saltimbanquis, que provienen de organizaciones políticas incluso antípodas, de las cuales ahora son candidatos. Aunque queramos, no se les puede obligar que filtren a quienes pretenden ser sus candidatos (as), pero por lo menos ciertas condiciones políticas que se identifiquen con la fuerza que representarán.
Las condiciones y reglas de las convocatorias partidistas en torno a la definición de las candidaturas, debieran considerar al Programa y la Plataforma Electoral, como una condición inamovible que se debiera cumplir y no que algunos gobernantes y representantes populares actúan a su arbitrio y no del partido y sector social que se dicen representar.
De esta manera, las plataformas electorales debieran tener un mayor peso del que tienen hasta ahora, como carta de presentación de los (y las) candidatos (as) ante el elector, como instrumento primario de convencimiento de la opción política que representan. Eso no excluye la valoración que se haga sobre el postulado, su historia, trayectoria y lucha política.
Es tiempo para que se retome este camino, considerando que las campañas formalmente iniciarán el primero de marzo y en algunos casos iniciaría inmediatamente después del registro legal ante los organismos electorales.