El triunfo de la razón

Ahora resulta que, para la oposición de derecha, obtener un triunfo democrático, donde los votos se contaron hasta la saciedad y le dieron a Morena y los partidos integrantes de la coalición “Sigamos Haciendo Historia,” lograron obtener la mayoría absoluta y la calificada, es una especie de lesa democracia pues se imponen las propuestas de la mayoría.

Lo que se olvida, es el hecho de que al votar por Claudia Sheinbaum, los ciudadanos avalaban también las 20 reformas propuestas el 5 de febrero de este año por el presidente Andrés Manuel López Obrador; en consecuencia, la mayoría en el Congreso debe, después de realizar el parlamento abierto, y considerando las propuestas que de ese ejercicio se deriven, hacer los cambios y añadidos necesarios a la Constitución para cumplir el mandato dado por el pueblo. En cambio, la propuesta de la oposición para evitar la mayoría calificada, es alterar los resultados de la votación y tener un Congreso que no representa la voluntad soberana del pueblo de México, sino los de una asustadiza minoría legislativa.

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Pero en realidad, lo que la derecha no acepta es que Morena y sus aliados, al ser mayoría calificada, procedan a reformar el Poder Judicial para sanearlo y ofrezca la certeza de ser verdaderamente impartidor de justicia apegada a derecho y se supere la percepción popular, sustentada en evidencias concretas, de ser un poder corrupto.

La campaña electoral de la derecha, fue similar: llena de calumnias y mentiras, de encuestas fraudulentas, como aquella en la que la candidata Xóchitl presumió, ante el Consejo Nacional Agropecuario que Citibanamex le daba la ventaja en una encuesta de preferencias electorales, que pocas horas después la institución financiera desmintió haber realizado (La Jornada, 22–05–2023, p. 3); o simplemente, llamar a López Obrador narcopresidente pretendiendo vincularlo con la delincuencia organizada.

Sin duda, el caudal de votos obtenido por Claudia Sheinbaum y los candidatos postulados por Sigamos Haciendo Historia, aportaron su esfuerzo en la campaña electoral y lograron ganar la confianza de la población para movilizarla en favor del cambio verdadero, pero su triunfo es, al mismo tiempo, la legitimación del proceso de transformación del país iniciado en 2018 con el primer triunfo popular encabezado por Andrés Manuel López Obrador.

Por supuesto, Claudia Sheinbaum no es Andrés Manuel López Obrador, tiene la presidenta una fuerte personalidad, que la hace tener sus propias ideas y si bien la continuidad del proyecto transformador está asegurada, existe la garantía de renovación, firmeza y mano firme para avanzar de acuerdo a lo que Claudia Sheinbaum haya recogido en su recorrido por el país en la campaña electoral, en la que mostró una enorme empatía con la población, que aceptó gustosa la seriedad con la que aborda sus análisis y aporta su propia visión de los hechos. Tiene, por así decirlo, su sello propio y ha expuesto, desde el primero de marzo al iniciar su campaña electoral, 100 compromisos donde expuso “lo que vamos a continuar y en lo que vamos a avanzar…”, compromisos que recibieron el apoyo de casi 36 millones de votos, que legitiman un programa de continuidad y cambio bajo la conducción de Claudia Sheinbaum, la primera mujer presidenta de la República.

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