Sábado, abril 26, 2025

El tren que corría por l´ancha vía

“Era en el año cuarenta,

antes del cincuenta y cuatro,

 cuando murió tanta gente

entre Puebla y Apizaco.”

Corrido: “La maquinita” [1]

El tema del ferrocarril es bastante más extenso que la longitud de la red ferroviaria, porque además del equipo rodante constituido por locomotoras, vagones, góndolas, plataformas, tanques, cabuses; así como el personal ferrocarrilero, las estaciones, los talleres, el tendido de las vías y de las rutas establecidas, se conoce con toda seguridad la importancia histórica, económica, social y política de este medio de transporte de pasajeros y de carga que desde el último tercio del siglo xix ha formado parte importante del paisaje mexicano, presente en diferentes proyectos de nación, así como fuente de las esperanzas en el progreso de muchos mexicanos; también el ferrocarril ha propiciado valores culturales y alentado la imaginación. En este texto he procurado ofrecerles un esbozo del ferrocarril en su relación con Puebla y aun así me he visto forzado a establecer límites para hacerlo asimilable.

Puebla y el Ferrocarril Mexicano

El 16 de septiembre de 1869, a poco más de dos años de la caída del Imperio de Maximiliano y restauración de la república, el presidente Benito Juárez inauguró el tramo Apizaco-Puebla del Ferrocarril Mexicano, así como la estación de la ciudad de Puebla. Este ramal era necesario pues con solo 47 kilómetros de longitud se conectó a la ciudad de Puebla con la capital de la República, obra que había quedado pendiente desde hacía mucho tiempo y por diversas razones que iban desde la geografía, la insolvencia de los concesionarios, dificultades técnicas, las guerras intestinas de nuestro país, así como las invasiones estadunidense y francesa cuyo ejército, enviado por Napoleón iii para obtener una tajada de estas tierras, apoyó la causa ilusoria de un “imperio mexicano” respaldado por añejos conservadores y la iglesia católica —imperturbables guardianes de la tradición— los cuales sorprendieron la ingenuidad de un “güero”, el Archiduque Maximiliano de Habsburgo, para instalarlo en el poder en lugar del “prieto” de Juárez.

Ese 16 de septiembre el presidente Benito Juárez pronunció un discurso en la Cámara de Diputados precisamente el mismo día en que saldría de la estación de Buenavista de la ciudad de México para la inauguración del tramo del ferrocarril México-Apizaco-Puebla y que el editor Ángel Pola recogió en el libro Discursos y manifiestos de Benito Juárez, que publicó en 1905 y cuyo facsimilar electrónico se encuentra disponible en la colección digital de la dgb de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Esto dijo Juárez:

“En el justo anhelo que tenemos por los adelantos de nuestra patria, debemos congratularnos, ciudadanos diputados, porque en seguida de esta solemnidad de vuestra reunión, vamos á celebrar hoy en la ciudad de Puebla la conclusión del ferrocarril que la une con esta capital. Es un acto muy satisfactorio, para solemni-zar también hoy el aniversario de nuestra independencia, y para afirmar nues-tros propósitos de promover que se realicen otras mejoras como ésta, tan inte-resantes para la prosperidad nacional. Bajo estos felices auspicios, recibid, ciu-dadanos diputados, los sinceros votos que hago por el mayor acierto en vues-tras deliberaciones, con la confianza que tengo en que, al terminar vuestras ta-reas dentro de dos años, vendrá el ejecutivo á felicitaros por los bienes que habréis procurado á la República.” (septiembre 16 de 1869)[2]

Solo cuatro años después se concluyó el proyecto inicial de conectar a la capital de la república con Veracruz, principal puerto de nuestro país, cubriendo una distancia de 423.7 km. a través de una geografía muy accidentada. El uno de enero de 1873 se celebró pomposamente esta ocasión con la asistencia del presidente Sebastián Lerdo de Tejada. El periódico “El Monitor Republicano” dio cuenta del acontecimiento precisamente un día después del acto inaugural y en el mismo periódico seguirán notas sobre este tema que resaltó por su gran importancia:

Boletín del “Monitor”

“El ferrocarril mexicano.— Su inauguración. —[…]

Como se había anunciado por la prensa, ayer tuvo verificativo la inauguración del ferrocarril mexicano, que une nuestra hermosa capital con Veracruz, uno de los puertos más importantes de la República.

Las salvas de artillería y las músicas militares esparcían el júbilo por las calles ayer á la madrugada, anunciando la partida del ciudadano presidente y de la comitiva oficial.

La gente se aglomeraba en la estación de Buenavista, y en todos los semblantes se veía retratado el placer, que causa la realización de una mejora tan importante como la conclusión del ferrocarril.

Lo que hace pocos años era un sueño dorado, que se presentaba al través de un prisma de colores, es hoy una realidad que alegra los corazones.

Las esperanzas de ayer se han presentado al pueblo mexicano realizadas hoy, engendrando nuevas esperanzas para el porvenir de nuestra patria.

México, la ondina gentil que despertaba ayer al soplo de las brisas de sus lagos, oía como una promesa de redención, el hurra del progreso por medio del silbido de la locomotora.

La naturaleza toda parecía gozar con el nuevo acontecimiento, y la mañana del 1º de Enero [sic] de 1873 se presentó con todas las galas de la Primavera.

El problema se ha resuelto ya y debe cambiar indudablemente la faz del comercio. La industria y las artes ganarán con la nueva mejora inaugurada ayer, y México comenzará á marchar al fin, por la senda de paz y bienandanza que anhela desde hace tanto tiempo.

Las ciudades por donde pasa el ferrocarril se han vestido de gala para celebrar tan fausto suceso, y Juvenal, nuestro querido compañero, dará cuenta a nuestros lectores de cuanto vea digno de llamar la atención.”[3]

“La cotorra va de viaje y al llegar a la estación… sus amigos los cotorros, todos lloran de emoción. [4]

Así dice la canción de Cri Cri confirmando, de esta graciosa manera, que las estaciones del ferrocarril aparte de ser lugares de gran importancia económica, política y militar son también nodos urbanos de socialización en donde confluyen ferrocarrileros, público viajero, vendedores de alimentos, negociantes, simples mirones del paso de los trenes y hasta algún raterillo que busca la oportunidad de echar “el dos de bastos” a quien se deje. Los edificios de la estación y sus instalaciones, según la terminología urbanística, son un hito del paisaje urbano el cual constituye una referencia concreta que, además nutre del sonido del silbato y el retumbar del pesado convoy, como es el caso de los templos a los que el poblano de hace algunos años se refería cuando quería indicar una dirección a otro poblano, por ejemplo:

—El consultorio del doctor Herrera está a la vuelta de la “Santísima” o también…

— la paletería está a media cuadra del Carmen, mero enfrente del jardín.

 ¡Me lleva el tren!

La ciudad de Puebla tuvo cuatro grandes estaciones ferroviarias que constituían una zona ferrocarrilera por hallarse próximas entre sí: la del Ferrocarril Mexicano (1869), que sigue en pie, y que es parte del Museo Nacional de los Ferrocarriles Mexicanos; la magnífica estación del Ferrocarril Interoceánico (1897), el cual iba de la ciudad de México a Veracruz, pero por diferente ruta ya ha desaparecido. Aldo Bonanni en su artículo de “La jornada de Oriente” del mes de mayo de 2022 se refiere a la terminal en estos términos:

“Estaba ubicada de igual manera en la acera oeste de la 11 Norte, abarcando hasta la 19 Norte y extendida entre las actuales 2 y 6 Poniente. En total 80 mil metros cuadrados de instalaciones –que incluían hasta un hospital para sus empleados–, lo cual la convertía en la estación más grande de la época en Puebla, superando por mucho a la del Ferrocarril Mexicano…”[5]

La tercera gran estación era la del Ferrocarril Mexicano del Sur (1892), que cubría la distancia entre Puebla y Oaxaca, era de vía angosta y pasaba por las 4Ts: Tecali, Tepeaca, Tecamachalco y Tehuacán, en el estado de Puebla y Teotitlán, Cuicatlán, Nochistlán, Etla hasta llegar a la ciudad de Oaxaca. La estación en Puebla se hallaba detrás de la del Mexicano, en la 13 sur. Por si fuera poco, a esta zona se agregaban las estaciones del Ferrocarril Urbano (1871), la del Ferrocarril Industrial (1890), la del Ferrocarril Carbonífero y la estación del Ferrocarril Nacional de San Martín Texmelucan situadas al sur de la antigua estación del Mexicano, próxima a la plazuela del Señor de los Trabajos (11 Norte, entre 10 y 12 Poniente). En torno a esta zona se construyeron diversas edificaciones para usos relacionados con los ferrocarriles. Así se formó un “barrio ferrocarrilero” (hoy desaparecido) con “tendajones”, fondas, fritangueras, “pulcatas”, casas de huéspedes y también algunos giros negros.

Fue precisamente en la plazuela mencionada y denominada oficialmente “Álvaro Obregón” donde don Samuelito Lozano, autor de la famosa canción “La rielera”, entre otras, se mantenía como “varillero” vendiendo espejos, peines, escarmenadores, pasadores, ligas, listones, agujas, hilos, bies, ensartadores de hilos, alfileres de seguridad, cinta zigzag, etc. Aunque Samuel Lozano nació en Cuernavaca, siendo muy joven se “da de alta” en la famosa División del Norte liderada por el general Francisco Villa y una vez que “causó baja” de las filas pasó a vivir en la ciudad de Puebla donde apenas sobrevivía y solamente el ayuntamiento de Tampico le proporcionaba una modesta pensión por haber compuesto la canción “Tampico hermoso”.

La doctora Gloria Tirado a través de su libro De la diligencia al motor de gasolina. El transporte en Puebla: siglo xix y principios del xx, nos ofrece un panorama de la creación de la red ferroviaria en el estado de Puebla con las concesiones a los particulares asociados con capitales extranjeros para la construcción de los ferrocarriles que eran necesarios para mover mercancías hacia el exterior e importar y transportar maquinaria para la naciente industria estatal. “El Ferrocarril Interoceánico conectó muchos más puntos en el interior del estado de Puebla, a lo largo de sus líneas llegó a contar con 46 estaciones; no todas fueron edificaciones, algunas estaciones eran sólo de bandera, como lo estipula el reglamento de ferrocarriles de 1891. Junto a sus líneas podemos observar fábricas, haciendas y rancherías por las que fue pasando.”[6] Los ferrocarriles iniciaron en Puebla con tramos de vía angosta y tracción animal como el ferrocarril de Puebla-Izúcar de Matamoros, Puebla a San Martín Texmelucan; Puebla a San Marcos (hoy Lara Grajales). Conociendo el potencial de estos proyectos ferroviarios y siguiendo a Gloria Tirado nos dice en su libro que la Compañía inglesa The Interoceanic Raiway Company adquirió estas líneas y las convirtió en vía ancha para conectarlas con otros caminos de hierro del país. La única línea que conservó la vía angosta fue el ferrocarril Oriental-Teziutlán que operó hasta 1995.

En el estado de Puebla aún subsisten 39 estaciones, de muchas más, situadas sobre los trayectos de las diferentes rutas de los ferrocarriles que prestaron un servicio inestimable hasta hace poco tiempo, antes que la “fiebre privatizadora” las abandonara al suprimir los trenes de pasajeros. Algunas de ellas se encuentran en buen estado de conservación, otras más presentan un aspecto ruinoso y las mejores han sido dedicadas a otros usos. El proyecto de construcción de la línea ferroviaria Puebla-Izúcar de Matamoros corresponde al año de 1868 y 10 años después solo se había construido el tramo Puebla-Cholula, que fue reinaugurado dos años después, en 1880. Finalmente, el mencionado ferrocarril fue terminado en 1890.

La más antigua estación que se conserva en México es la del Ferrocarril Mexicano y como mencioné anteriormente ahora forma parte del Museo Nacional de los Ferrocarriles desde el 5 de mayo de 1988. Este inmueble fue declarado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia como Monumento histórico. En 1995 se inició el rescate del patrimonio histórico, artístico y cultural de los Ferrocarriles Nacionales de México consistente en locomotoras, vagones, maquinaria, herramientas, acervos documentales que incluyen libros, folletos, planos, fotografías y películas, así como diversos objetos relacionados con los ferrocarriles y de esta manera en 2001 se estableció el Centro Nacional para la Preservación del Patrimonio Cultural Ferrocarrilero. Todos sabemos que este museo tiene una vida muy activa y con frecuencia se ofrecen al público —de manera gratuita— diversas actividades culturales como exposiciones, visitas guiadas, conciertos, talleres y un sinnúmero de actividades infantiles, etc.

Quien quiera saber más sobre los ferrocarriles le sugiero consulte una obra de época (1885) en su versión de facsímil electrónico, publicada por la Dirección General de Bibliotecas de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Se trata del Cuadro Geográfico, estadístico, descriptivo e histórico de los Estados Unidos Mexicanos, escrito por don Antonio García Cubas que en su Carta iv (página No. 30) nos informa acerca de las vías de comunicación de nuestro país. [7]

¿Volverán las oscuras golondrinas?

En los últimos años la única referencia que los mexicanos hemos tenido de los ferrocarriles es el tren de carga llamado “La bestia” o “Tren de la muerte”, siniestro medio de transporte que utilizan, preferentemente, los migrantes centro y sudamericanos y que corre por tres rutas que tocan varias ciudades de diversos estados y que llega al norte de México, principalmente a Ciudad Juárez, objetivo de estas personas que quieren pasar “del otro lado”.

Los ferrocarriles que circulan en México son trenes de carga concesionados desde 1998 a diversas empresas privadas por 20 y 50 años, acaparando un 84% de la red ferroviaria mexicana. Zedillo fue el artífice de esta privatización de los ferrocarriles y quien, por cierto, al terminar su mandato trabajó como asesor de una de las empresas beneficiadas; hombre de gran autoridad moral ¿verdad? Sabemos que la táctica para privatizar una empresa estatal es la siguiente: primero se le “abandona” sin modernizarla, no se le da mantenimiento a la maquinaria y equipo; así se logra su rápida obsolescencia y esto se hace público como argumento privatizador para “mostrar” a todo el mundo su ineficiencia; el siguiente paso es venderla al capital privado y salvar a la patria de un lastre, porque el hacerla eficiente para el aprovechamiento social… está descartado.

El Gobierno de México ha venido anunciando, a partir de noviembre de 2024, una cuantiosa inversión de 157,000 millones de pesos para la construcción de más de 3,000 kilómetros de líneas férreas durante el sexenio de la presidenta Claudia Sheinbaum. Para empezar el “Tren Maya” también tendrá su versión de carga. En este año se iniciarán las obras del tren del Aeropuerto Internacional “Felipe Ángeles” a la ciudad de Pachuca y el tren de México a Querétaro, Querétaro-Irapuato y Saltillo-a Nuevo Laredo, así como de la primera flota de trenes artf (Agencia Reguladora del Transporte Ferroviario). El tren México-Puebla-Veracruz también está considerado en estos proyectos y se trata del renacimiento de “El Jarocho” que dio servicio de pasajeros durante 60 años (1937 a 1997) y que evoca a la primera ruta del ferrocarril que tuvo nuestro país, aquella que se inauguró en 1873 por el presidente Sebastián Lerdo de Tejada, que no fue ni tantito lerdo.

De una buena vez les aviso, sufridos lectores, que no me iré en el tren de la ausencia, porque mi boleto sí tiene regreso.

[1] Corrido “La maquinita”. Ángel Rabanal (letra). Gijón 1884 — México 1970. Jesús Graña (música). Madrid 1883 — San Diego California 1964.

[2] Pola, Ángel (comp.) “Discurso pronunciado por el presidente de la República en la apertura del Congreso de la Unión”. p. 121-125 En: Discursos y manifiestos de Benito Juárez. México: A. Pola. Editor, calle de Tacuba, núm. 25, [Ciudad de México], 1905, 262 p.

[Recurso electrónico: facsimilar de la Colección digital de la dgb de la uanl consultado: septiembre de 2024]

 http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080120822/1080120822_MA.PDF

[3] Hemeroteca Nacional Digital de México-unam. [Recurso electrónico consultado: agosto 2024]

El Monitor Republicano. Quinta época (jueves 2 de enero de 1873) p. 2

https://hndm.iib.unam.mx/consulta/publicacion/visualizar/558075be7d1e63c9fea1a360

[4] Soler, Francisco Gabilondo. Cri Cri. “La cotorra viajera” (1934)

[5] Bonanni, Aldo. “La estación del Interoceánico”, en La Jornada de Oriente. (27 de mayo de 2022). [Recurso electrónico consultado: mayo de 2022]. https://www.lajornadadeoriente.com.mx/puebla/la-estacion-del-interoceanico/

[6] Tirado Villegas, Gloria. De la diligencia al motor de gasolina. El transporte en Puebla: siglo xix y principios del xx. Puebla, México: Ed. buap/ Ediciones de Educación y Cultura. Colec. Bicentenario. 2010, 110 p.

[7] García Cubas, Antonio. Cuadro Geográfico, estadístico, descriptivo e histórico de los Estados Unidos Mexicanos. [Recurso electrónico consultado en noviembre de 2024]. http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1080012451/1080012451_MA.PDF

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