Domingo, abril 20, 2025

El transtorno obsesivo–compulsivo y la adolescencia

La adolescencia temprana marca la entrada a un periodo de cambios neurobiológicos sustanciales, con efectos significativos en la cognición, en lo social y en el desarrollo emocional. Actualmente se reconoce a la adolescencia humana como un gran periodo dinámico del desarrollo neuronal durante donde los circuitos del comportamiento se remodelan y se redefinen. El cerebro de un niño de 5 años de edad contiene aproximadamente 90 por ciento del tamaño del cerebro de un adulto. En el periodo que comprende la adolescencia (12–24 años de edad), los procesos básicos de desarrollo cerebral ocurrido durante el periodo neo–natal son recapitulados. Estos procesos incluyen: neurogénesis, programación de muerte celular, elaboración y poda de las arborizaciones dendríticas, así como de las uniones neuronales (sinapsis), mielinización y diferenciación sexual.

La trayectoria del desarrollo del cerebro post–natal no es linear, éste se caracteriza por cambios rápidos bruscos en el adolescente e involucran tanto eventos progresivos como regresivos. Como en cualquier proceso biológico, los periodos de cambios rápidos en el desarrollo señalan una marcada sensibilidad y vulnerabilidad. Se señala a la secreción de hormonas sexuales y la respectiva activación de los receptores de esteroides en el cerebro, así como a la interacción entre la secreción hormonal y la traducción en el cerebro de las experiencias del adolescente como los factores que contribuyen a los cambios de comportamiento vistos durante este periodo.

Este periodo de remodelación neuronal abre la ventana a diversas condiciones de salud mental que pueden terminar en enfermedades graves y crónicas. Entre las condiciones mentales más comunes de encuentran la anorexia–bulimia, la depresión, la esquizofrenia y el trastorno obsesivo–compulsivo (TOC). Su inicio puede ocurrir alrededor de los 10 años de edad; en 64 por ciento de los casos hay antecedentes familiares de la enfermedad y en 15 por ciento de los casos el inicio de los síntomas se asocia a un evento estresante1. En la mayoría de los casos los síntomas persisten a lo largo del tiempo, es decir, tienen un curso crónico y muchas veces dinámico. Diversos estudios han señalado que las personas diagnosticadas con TOC en la infancia presentan durante la vida adulta diversas psicopatologías co–mórbidas como trastornos de ansiedad, trastornos afectivos y trastornos de personalidad (obsesivo, evitativo y paranoide)2.

El trastorno obsesivocompulsivo (TOC) es un síndrome psiquiátrico perteneciente al grupo de los desórdenes de ansiedad caracterizado por por pensamientos obsesivos y comportamientos compulsivos que son angustiosos y alteran la vida diaria. A menudo se acompaña por una amplia comorbilidad, como alteraciones del estado de ánimo, ansiedad, alteraciones de la atención y el aprendizaje y/o tics. a. Los niños con esta condición se ven atrapados en un esquema de pensamientos inquietantes y desagradables (obsesiones) o por conductas repetitivas y rituales (compulsiones) que no puede controlar. Para alguien ajeno a esta condición mental, tales obsesiones y compulsiones carecen de sentido, pero quien la padece no puede evitarlas: le provocan ansiedad, le generan una tremenda angustia y le causan un gran sufrimiento. El niño las percibe como no necesarias y ridículas, incluso como “locuras inconfesables” y, al igual que las obsesiones, los niños suelen intentar ocultarlo o justificarse con razonamientos minimizadores. Ésta es una de las causas de la dificultad para detectar el trastorno en sus primeros tiempos de aparición, así como de su aparente escasez entre la población. Un alto porcentaje de adultos con TOC reconocen haber comenzado a padecer los síntomas en la infancia y/o la adolescencia.

Las obsesiones son ideas, pensamientos, imágenes o impulsos recurrentes y persistentes de modo intrusivo que están en conflicto o que son disonantes, con las necesidades y objetivos e ideales de la autoimagen (egodistónico) Estas ideaciones no son producidas voluntariamente, sino más bien son pensamientos que invaden la conciencia de que son vividos como exagerados o sin sentido, a veces como repugnantes. La persona realiza intentos para ignorarlos o suprimirlos, a veces sin conseguirlo. Es entonces cuando se ponen en marcha las conductas compulsivas encaminadas a reducir la ansiedad motivada por la obsesión.

Las compulsiones, por otro lado, son comportamientos, motores o actos mentales, repetitivos, finalistas e intencionales que el sujeto se ve impelido a realizar de manera estereotipada o de acuerdo a determinadas reglas, por lo general en respuesta a una obsesión, con el fin de reducir el malestar o de evitar que ocurra el daño anticipado, objetivamente improbable, para sí mismo o para los demás.

En los niños y adolescentes las características de este trastorno es heterogéneo con una amplia variedad de manifestaciones clínicas, tanto en el inicio como en el curso de la condición. En los niños, y con alguna frecuencia en los adolescentes, puede que no perciban subjetivamente los síntomas como excesivos, irracionales o extraños, por lo que los comportamientos, valores y sentimientos estarían en armonía o son aceptables para las necesidades y objetivos de su autoimagen (egosintónico). Si no se tiene en cuenta esta característica, parte de la población infantil afectada puede quedar sin diagnosticar al regirnos únicamente por la característica egodistónica. Por ello, el diagnóstico en niños y adolescentes requiere de una flexibilidad, tanto mayor cuanto menor es la edad del sujeto. Para el diagnóstico se requiere que las obsesiones y/o compulsiones causen, además de un malestar clínico objetivo, una pérdida de tiempo en la rutina diaria con interferencia significativa en el funcionamiento general, originando al sujeto desadaptación familiar, académica y/o social.

En la actualidad es comúnmente aceptado el acuerdo de que el TOC no parece surgir por factores psicológicos principales, sino más bien que los factores biológicos predisponentes, combinados con los aspectos psicológicos de la crianza y/o con acontecimientos traumáticos desencadenantes, ofrecen la explicación más aceptable de la génesis, el desarrollo y el mantenimiento de este trastorno. En el desarrollo de los niños y hasta la adolescencia es frecuente la existencia de pensamientos y comportamientos de características aparentemente similares a los síntomas obsesivos y compulsivos, pero que no son ni un indicador de riesgo ni una manifestación precoz de la enfermedad, sino elementos comunes en la evolución psíquica3.

Si desea más información sobre esta columna puede escribir al correo electrónico [email protected]

1 Geller D, Biederman J, Jones J, Park K et al. (1998) Is juvenile obsessive–compulsive disorder a developmental subtype of the disorder? A review of the pediatric literature. J Am Acad Child Adolesc Psychiatry 37:420427

2 Wewetzer C, Jans T, Müller B, Neudörfl A et al. (2001) Long–term outcome and prognosis of obsessive–compulsive disorder with onset in childhood or adolescence. Eur Child Adolesc Psychiatry 10:3746

3 González–Rodríguez P., RodríguezRamos P., Trastorno obsesivocompulsivo en la infancia, http://www.sepeap.org/imagenes/secciones/Image/_USER_/Ps_inf_trastorno_obsesivo_compulsivo.pdf

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