Suena patético, pero el apagón es total. Por el Cuauhtémoc ha desfilado lo peorcito de la sedicente Primera División –Necaxa, Mazatlán, Querétaro– y con ninguno pudo este Puebla de hoy que no es que juegue a nada: es que no juega. La parálisis es total. Pelotean como si estuvieran calentando y de ahí no pasan. Ni el arquero ataja ni la defensa defiende ni la media existe y menos aún la delantera. Atrás, una coladera. Adelante la sequía más espantosa. Y nada en medio. Y ahí al lado, un cuerpo técnico sin reacción. Crisis de autoridad. Crisis de futbol. Crisis de todo. Cuatro puntos al cabo de nueve jornadas. Apagón total sin un mínimo rayo de luz al final del túnel. Túnel o, más bien, pozo sin fondo.
Bendita Primera División sin ascenso-descenso. Malhadado pacto FMF-Televisa y anexas.
Bienvenidos al sуtano. El Querétaro no había ganado todavía. Pero el viernes se encontró con la Franja en un desierto llamado estadio Cuauhtémoc y obtuvo, de ganga, su primer triunfo del año. Tomó nota de que el Puebla actual es un cheque al portador y procedió en consecuencia: atinado repliegue defensivo, trama contragolpista ejecutada sin ningún apuro, hasta con cierta laxitud, y en cuanto apretó un poco, al inicio del complementario, remate lejano de Escamilla, desviado en Molina, quien volvió la espalda irresponsablemente al disparo, marfilada de la Araña y apertura del marcador (56´). Y en respuesta a la nula respuesta de la Franja la puntilla (Ayón: 88´). Así de simple. Así de cruel.
De la pobreza del espectáculo mejor no hablar. A ver quién es ahora el valiente que se anima a desembolsar el precio de un boleto para tener acceso al siguiente capítulo de la hecatombe poblana.
El Amйrica, mejor en todo. La expectación que rodeaba el América-Cruz Azul del sábado en el Azteca parecía devolver el duelo a los remotos tiempos en que adquirió la etiqueta de clásico. Y todo gracias a la ilusionante marcha del cuadro del cemento, por fin comprometido con la victoria y con el espectáculo. La realidad puso las cosas en orden. André Jardine leyó perfectamente las claves argumentales de su colega Anselmi y le comió el mandado. A las consabidas posesiones largas con presión alta de los cruzazulinos le opuso mucho orden atrás y ráfagas explosivas para explotar la potencia en el pique y la zancada larga de Julián Quiñones, por esta vez centro delantero total, favorecido por las “peinadas” de Henry Martín a pelotazos desde el fondo en los que se reveló su servidor más certero el portero Malagón, más la dinámica como gestor atacante sin puesto fijo de Diego Valdez. En su anonadamiento, el cemento sólo atinó a responder con la trampa del off-side –causa de los cuatro goles anulados a… ¡Quiñones!–. Y cuando, en el segundo tiempo, los azulcremas acentuaron el repliegue, permitiéndoles un respiro a sus hasta entonces incontrolables atacantes, la incipiente máquina de Anselmi fue incapaz de procurarse una sola situación de gol, en tanto el América las seguía cosechando así fuese a cuentagotas, dado su cambio de planes.
El único gol válido de la noche lo había anotado el propio colombiano en el minuto 3, a la primera que funcionó la fórmula Valdez-Martín-Quiñones que volvería loca a la zaga azul. Como para justificar una goleada que si no llegó fue, entre otras cosas, porque Henry erró dos remates a bocajarro. Antuna, en cambio, fue incapaz de hacer un solo desborde en toda la noche, ni por la banda derecha ni por la izquierda, a donde su DT lo cambió en la segunda mitad, controlado invariablemente por alguno de los dos Reyes del reparto, Salvador e Israel. Expoblanos ambos.
Jornada doble. Quedan solo dos invictos y no son precisamente los más espectaculares del circuito: Necaxa y Monterrey. Ambos vencieron a media semana, y los hidrorrayos nada menos que quebrándoles racha a las Chivas (1-0), antes de empatar meritoriamente en Pachuca (1-1). Rayados, cuyo partido de media semana contra Xolos se pospuso por imperativo de su compromiso con la Concachampions, fueron a Juárez para vapulear al local la noche del viernes, donde volvió a evidenciarse la influencia de Jordi Cortizo –otro expoblano–, que en cuanto entró al terreno le cambió la cara al equipo. Y vinieron los goles (0-3). Mala semana para Pumas, que luego del 0-0 con Atlas permaneció en Guadalajara sólo para caer ante Chivas (3-1) en el encuentro que marcó el simbólico retorno del Chicharito, ingresado al campo a los 88´. Tigres, mal repuesto de su tropiezo en el estadio Azul, permitió que el Atlas se llevara un punto del Volcán (1-1). Gallos Blancos y San Luis igualaron a lo mismo en el Corregidora a media semana, tres días antes de que los potosinos visitaran al León para caer en el último suspiro de un partido infame (1-0).
El calendario está tan bien pensado y calculado que hubo equipos que en estas jornadas 8 y 9 tuvieron que ligar dos visitas consecutivas (San Luis), mientras otros permanecían cómodamente en casa, como el León, que el miércoles y entre apagones cayó 2-3 ante Cruz Azul no sin exhibir gruesas grietas en la zaga cementera; el América, que en la antesala de su victoria sobre la máquina azul (1-0) había recibido al Mazatlán, que le arrancó meritorio empate (2-2) en el mismísimo estadio Azteca; y Pachuca, que primero recibió y bailó al Puebla (4-1), pero el sábado no tuvo con qué doblegar al invicto Necaxa (1-1).
Con esto se aprieta la zona alta de la tabla (Cruz Azul y Pachuca 19 puntos, Monterrey y América 18), hay aglomeraciones en el escalón siguiente (Pumas, Tigres, Chivas y Necaxa 15, y Toluca 14 con un partido menos), no acaban de arrancar los de más abajo (León 10, Atlas 9, Querétaro 8, San Luis 7, Mazatlán 6), y se hunden sin remedio los que técnicamente serían candidatos a jugar en la inexistente Segunda División (Tijuana, Santos, Puebla, todos con 4, y Juárez, que tiene solamente 2 puntos y dos encuentros pendientes).
La Champions. Se completó la ronda de octavos de final, encuentros de ida, sin otra sorpresa que la del miércoles, esa agónica victoria del Porto sobre el Arsenal (Galeno: 90+4´), que venía de anotar 21 veces en sus últimos cinco partidos de la Premier pero ofreció en Portugal su imagen más opaca, hasta el punto de que la única otra ocasión real de gol de todo el encuentro la había protagonizado el mismo delantero brasileño en el primer tiempo estrellando en un poste su disparo desde cerca y errando increíblemente el contrarremate a bocajarro. Se supone que en el Emirates londinense los dragones lusos habrán de enfrentar la furia goleadora de los cañoneros. Pero, por ahora, sólo se supone. Mientras eso sucedía en Oporto –donde el mexicano Jorge Sánchez se quedó en la banca–, Napoli y Barcelona empataban a uno; el encuentro entre los últimos campeones de liga de Italia y España resultó una competencia de carencias, a tono con la actual situación de ambos, que andan de capa caída. Anotaron Lewandowski y Osimhen, el cual reaparecía luego de meses de convalecencias, sazonados por desavenencias con su directiva.
La víspera más dio de sí el discreto cartel que enfrentaba a PSV Eindhoven con Borussia Dortmund en territorio holandés, con un partido bastante ameno (1-1), que el muy esperado Inter-Atlético de Madrid, protagonistas de un choque amarrado y lento, excesivamente precavido por parte de los de Simeone –casi no pasaron de la media cancha– y escasamente inspirada la tropa neroazzurri que hoy domina el calcio y sólo pudo anotar gracias a garrafal desentendimiento entre De Paul y Savic que permitió que Lautaro se fugara solo para estrellar en Oblak su fusilamiento, con la buena fortuna de que el rechace del arquero salió en la dirección por donde merodeaba el austriaco Arnautovic, que ya llevaba errados varios remates fáciles pero esta vez no falló (78´).
En Eindhiven jugó el Chucky Lozano y poco o nada se hizo notar.