Como parte del proyecto de museografía participativa que promueve el Museo Regional de Puebla (Murep), este año la ofrenda que año con año se monta en el recinto adscrito al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para quedarse en exposición durante un año completo, será trabajada al lado del Instituto Washington, el cual montará el altar a la manera en que se realizan en Huaquechula.
Dicha ofrenda, precisó Manuel Melgarejo, director de Museos en el Centro INAH Puebla, estará dedicada a Gloria Gómez García, la fundadora de esta institución de educación privada, a quien se le reconocerá su labor educativa como profesora, un oficio que ejerció durante décadas.
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La inauguración del altar será el 24 de octubre a partir de las 13 horas y el acto tratará de adecuarse a la forma en que sucede el ritual en Huaquechula cuando, a las 14 horas y al sonido de las campanas, se marca el arribo de los difuntos con “el paso de luz” al tratarse de una ofrenda nueva, pues la profesora falleció el 31 de octubre de 2024.
Durante una conferencia de medios, Melgarejo Pérez dijo que la tradición de montar ofrendas en el Murep inició hace cuatro años, no obstante en el recinto ubicado en la zona de los Fuertes existió un altar del día de muertos desde la apertura en 1976 que estaba destinado a Huaquechula, mismo que estuvo durante 30 años y fue retirado tiempo atrás.
“Cuando tomamos las riendas del museo decidimos que era importante retomar este espacio porque la muerte y el Día de muertos es muy importante para nosotros como mexicanos”, confió.
Además, continuó el director del Murep, porque fue visto como una oportunidad para generar procesos de participación dentro de los museos, por lo que el montaje anual de los altares forma parte de un proyecto de museografía participativa en el que se han integrado diversas instituciones.
Recordó que fue el caso de la Universidad Intercultural del Estado de Puebla, con montajes dedicados a las culturas ngiwas, totonacús y nahuas, por lo que este año el turno será para el Instituto Washington para “dar movimiento al Murep aprovechando el espacio”.
Destaca que en 2020, para preservarlos, la entonces Secretaría de Cultura reconoció a los altares monumentales de Huaquechula como Patrimonio Cultural del estado, los cuales se distinguen por sus tres niveles en los que se representan parte de la cosmovisión mesoamericana que se vio mezclada, desde hace cinco siglos, con la española; por su vastedad y laboriosidad de elementos que la conforman, algunos de ellos realizados artesanalmente como lo son los alfeñiques, roscones o sus figuras de niñitos llorones; por el elevado costo que tiene; y porque significan el momento de “unión entre vivos y muertos”.
En sus niveles se representan los estatus por los que pasa el fallecido; cada nivel del altar es marcado por una cartulina moldeada llamada “barandales de muertos”, que indican a las ánimas el camino a seguir.
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Así, en el primer nivel se pone el banquete o la comida que, según la creencia, vienen a probar los difuntos, como mole, tamales, hojaldras, dulces, frutas, chocolate, atole, cerveza y cigarros; también incluyen los niños llorones, que son los guardianes del difunto, e incienso y copal, que representan la elevación de las plegarias.
El segundo nivel representa a la unión del mundo terrenal y el inframundo; en él son colocadas las reliquias que recuerdan al ser querido, su imagen reflejada en un espejo, y en el último, que refiere al cielo, se coloca una cruz o imagen de un santo.
Complementando la decoración utilizan cirios, que sirven para iluminar su camino en la oscuridad, las tradicionales flores de cempasúchil y agua para mitigar la sed del recorrido, y finalmente, el tercer nivel representa el acceso más inmediato al cielo.


