En mi juventud, un “influyente” o “influyentazo” era aquella persona que por su posición política principalmente y por sus relaciones con los altos jerarcas hacía gala de su poder. Para algunas personas, procurar el trato o “quedar bien” con el prominente individuo se traducía en la perspectiva de solicitarle algunos favores. Conozco a un sujeto que a la menor oportunidad afirmaba ufano “mientras más valgan mis amigos, más valgo yo” y probablemente en su vida laboral aplicó la fórmula con éxito, porque llegó a escalar puestos importantes en el servicio público. Los “influyentazos”, siempre están situados en la escala del poder, intervienen con en los de “arriba” para obtener prebendas a través de las cuales se benefician y construyen su propia camarilla de subordinados formales dentro de la jerarquía o “huelelillos” como reserva de su poder y sus alcances. El Diccionario del Español de México de El Colegio de México define el influyentismo como:
“Práctica en la que una persona se ve favorecida por la relación que mantiene con otra que ocupa un cargo público o alguna posición de poder, de manera que obtiene concesiones o privilegios: “La aristocracia vivía en el vaivén del influyentismo y de los favores del dictador”[1]
Influir e influenciar
Los verbos influir e influenciar significan lo mismo: “tener algún efecto sobre alguien o sobre algo” (FundeuRae), “pero se construyen de forma distinta, ya que influir puede usarse como transitivo y como intransitivo, mientras que influenciar se emplea solo como transitivo.”[2] Influir, al usarse como transitivo, requiere de un complemento como por ejemplo “la persona que más influyó en su conducta fue su padre”; en cambio, influenciar solo se usa como transitivo, vg. “este músico fue influenciado por el Jazz”. El meollo de este texto es lo referente a un fenómeno de comunicación social muy presente en nuestros tiempos y que avanza vertiginosamente ocupando principalmente la atención de los jóvenes respecto a la toma de decisiones de diversa índole, de acuerdo a su clasificación etaria: los pertenecientes a los “milenials” y a las generaciones “Z”, “Alfa”, “Beta” y las que se acumulen esta semana[3]. Me refiero a los llamados “influencers” y a sus “seguidores” que también, de acuerdo a la mercadotecnia, estos últimos son llamados “targets” o “blancos”; es decir, el grupo de consumidores a quienes los nuevos “influyentazos” apuntan sus dardos venenosos, para atinarles en el mero centro y lograr sus propósitos.
Influencers
Las llamadas “redes sociales” han proporcionado una gran visibilidad a quienes las emplean no solo para comunicarse con amistades o parientes, sino quienes han visto la posibilidad de dirigirse a un público más amplio constituido por personas asiduas a este recurso digital que resultan ser los jóvenes, principalmente. El propósito es evidente, pues se trata de obtener dinero a través de generar una influencia en los “seguidores” para el consumo de diversos productos materiales, inmateriales o inducir conductas en favor de asuntos sociales, políticos, económicos e ideológicos. Esto se logra sin ofrecer argumentos demostrables, sino que es la capacidad de convencimiento del influencer, a través su simpatía personal o las patadas que propina “en las espinillas de los sentimientos” de sus influidos, venciendo su débil resistencia para aceptar, sin mediar pensamiento crítico alguno, todo aquello que se les proponga.
Los algoritmos de la inteligencia artificial
El libre albedrío (lat. arbitrium) es la creencia, defendida por algunas corrientes filosóficas, de que las personas tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones. Parece “natural” que cualquiera de nosotros asuma su propia responsabilidad y decida en consecuencia de manera racional aquello que le conviene o que le interesa lograr. Pero generalmente no sucede así y la mayor parte de las veces estamos sujetos a decisiones impuestas por el grupo social o por alguien en particular que nos influencia. Los algoritmos —grosso modo— en las ciencias “llamadas exactas” y en la lógica son conjuntos de instrucciones y reglas para solucionar problemas, realizar cómputos, procesar información, etc. Pero los algoritmos de la “inteligencia artificial” están diseñados para recabar la mayor información posible acerca de nuestras preferencias, gustos e intenciones y con ello predecir nuestras posibles respuestas que se traducen, finalmente, en un consumo dirigido y manipulado.
Tenemos una vigilancia permanente (un big brother) en el momento que accedemos a los aparatos electrónicos como computadoras, celulares, tabletas u otros, etc., aquello que la doctora Shoshana Zuboff, académica de la Universidad de Harvard, llama “el capitalismo de la vigilancia”[4]. “Para ella, gracias a los asistentes personales, empresas como Google y Amazon recopilan inmensas cantidades de datos sobre sus usuarios con el objetivo de obtener beneficios económicos. Los usuarios comparten estas informaciones por conveniencia, sin percibir las implicaciones que ello supone para su vida privada.”[5]
“Una nueva especie de poder económico vino enseguida a llenar el vacío dejado por el hecho de que cada búsqueda fortuita, cada “me gusta” y cada clic pudiera ser reclamado y aprovechado como un activo que monitorizar, diseccionar y monetizar por parte de aquella empresa que se propusiera hacerlo”[6]
Con lo que sucede ahora, sabemos que estamos estrechamente vigilados en “La web” (World Wide Web o Red Informática Mundial) a través Internet, porque quienes venden o promueven algo se anticipan a “nuestras” decisiones respecto a productos que, de acuerdo a los algoritmos de la “inteligencia artificial”[7] nos aplican diariamente. La definición de capitalismo de la vigilancia de la doctora Zuboff, en su primera acepción, es “Nuevo orden económico que reclama para sí la experiencia humana como materia prima gratuita aprovechable para una serie de prácticas comerciales ocultas de extracción, predicción y ventas”[8].
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“No soy un robot”, aunque lo parezca
Aquellas solicitudes o instrucciones que nos requieren o imponen los sitios en la Internet a menudo encierran trampas para disponer de nuestra información personal o, en algunas ocasiones, para practicar un fraude. A través de nuestra “navegación” en Internet, con mucha frecuencia nos solicitan que demos un like, un click (clic), verificación de “captcha”, “recaptcha”, llenar la casilla de “no soy un robot”, “buscar”, “aceptar cookies” o “permitir” y así empieza la exploración y extracción sistemática de nuestros intereses, intenciones, preferencias, respuestas emotivas gustos y pensamientos. El escritor Juan Villoro ha publicado un ensayo que se llama No soy un robot. La lectura y la sociedad digital[9] que, de acuerdo al texto que encuentra en la parte de atrás del libro (cuarta de forros), se reseña la obra en los siguientes términos: “Por estas páginas asoman los dispositivos móviles, las selfies y Twitter (ahora X), el control mediante el reconocimiento facial, internet y las mentiras virales, la lectura en red y la transfomación del modo en que circula la información…”[10]
Una mentira repetida 1000 veces se convierte en una verdad
Por supuesto que las intenciones del control de la voluntad de las personas no son nada nuevo y tampoco tiene que ver con la actual tecnología. Ya desde los años de la Segunda Guerra Mundial, la propaganda nazi buscaba mover las conciencias de las personas a su favor mediante simples, pero efectivos, principios. Derivado de esas experiencias exitosas se inició la aplicación de la psicología a la mercadotecnia surgiendo la “investigación motivacional” que, de acuerdo a Ernest Dichter considerado el “padre” de tal procedimiento publicitario, en su libro “La estrategia del deseo” examina los mecanismos subliminales que se encuentran por debajo del umbral de la conciencia; es decir, aquello que no percibimos conscientemente, pero que puede influir en nuestro comportamiento y respuestas emocionales. Estos mensajes son imágenes, frases escritas o habladas que están encubiertas por estar emitidas a milésimas de segundo.
Con los recursos de que se disponen ahora, con el uso de una tecnología inmensamente superior y con una difusión de ésta a escala mundial a través de Facebook, YouTube, Instagram y Tik Tok, es muy difícil sustraerse a la presión de los influencers digitales, coludidos con empresarios, que logran crear un apego emocional entre sus seguidores y por consecuencia el consumo de aquello que promueven, ya se trate de mercancias o de ideas. Como dice en uno de sus versos la canción “Chilanga banda”… “Chinchin si me la recuerdan, carcacha y se les retacha”, los influencers también soportan una carga psicológica para mantenr una imagen convincente que pueda competir con otros de su especie y algunos de ellos viven en un estrés constante.
Se multiplican como hongos
Esta nueva “profesión” de influencer ha motivado a muchos jóvenes a probar suerte en las redes y ganar dinero “fácil”. En América Latina existe un crecimiento exponencial de estas personas. Con datos poblacionales de 2023, Brasil está a la cabeza con 14.4 millones de influencers de un total de 216.4 millones de habitantes, le sigue Argentina con 1.7 millones de una población total de 46.5 millones, enseguida está México con 670, 969 de una población de 128.5 millones, le sigue muy de cerca Colombia con 640,431, pero con solo 52.09 millones de habitantes y otros países con números significativos.
Estos enormes números de personas dedicados a influenciar a otros persiguen un éxito económico rápido, fácil, sin necesidad de contar con estudios avanzados, emplean un lenguaje y maneras frívolas, pero además de promover productos diversos también exponen parte de su vida privada mediante videos, fotografías, memes, etc. Apelando a la sensiblería de los seguidores, en algunos casos muestran a sus pequeños hijos en esas revelaciones personales. Por otro lado, sus prosélitos se componen de hombres y mujeres en diferente proporción según anuncien recetas de cocina, recomendaciones domésticas, productos cosméticos, suplementos alimenticios, ejercicios gimnásticos, rutinas de baile, viajes, prendas de vestir, etc. La más famosa influencer latinoamericana y séptima a nivel mundial es una joven mexicana que se llama Kimberly Loaiza que cuenta con 81.5 millones de seguidores y seguramente se “empaca” algunos millones de pesos.
En una reciente tesis de licenciatura (2024) de Serena Sarai López Arce, de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la unam planteó la investigación acerca de la interacción en Instagram de la influencer Mariana Rodríguez durante la campaña política de Samuel García para gobernador del Estado de Nuevo León[11] de 2021. Aclaremos que la señora “influenciadora” es la esposa del político de marras. La mujer promovió la imagen —intensamente emotiva— de la supuesta “felicidad” plena de una pareja moderna, “emprendedora”, atractiva en términos de la belleza sajona, empeñosa y “emprendedora”; el tono de las intervenciones de “la esposa de su esposo” invocó aspectos enternecedores para convencer a los electores o personas cercanas a ellos que la mejor opción para el puesto de gobernador la representaba Samuel, pese a sus dudosos antecedentes académicos en una institución que le otorgó un título de doctor y después desapareció sin dejar más rastro que… el de una estela en el agua del estanque… cuac, cuac, cuac.
Una de las acciones más perversas que promueven los influencers son los “consejos de vida” que ofrecen a sus seguidores y que supuestamente sirven para alcanzar el “éxito”, pero estos discursos genéricos carecen de información profesional y solo desinforman acerca de un sinnúmero de temas como la masculinidad y femineidad, “valores éticos” cuestionables, patrones estereotipados de belleza, roles deformados acerca de las relaciones de pareja, etc. Aflora frecuentemente en estos “influyentazos” el clasismo, el machismo, la misoginia, estilos de vida fundados exclusivamente en lo material, mitos acerca de la salud y mil y un desatinos debidos a su ignorancia, intenciones manipuladoras y el fin último del influencer que es, simple y llanamente, una enorme codicia por hacerse con más ganancias monetarias “a costillas” de sus seguidores.
Seguidores influenciables e influenciados
Por último dedicaré la parte final de este texto a los “influenciables” y a los “influenciados”; los primeros, son aquellas personas susceptibles a las opiniones y consejos de otras personas que ejercen sobre ellos cierta autoridad fundada en un discutible prestigio social, en simplificaciones de la realidad, en los manejos siniestros de la “psicología oscura”, en lo que piensa la “borregada” y en otras “razones” igualmente superficiales. La composición de la multitud de “seguidores” depende de los temas que promueven los influencers y es muy variada en cuanto a su procedencia sociocultural, su edad, sus condiciones económicas y sus aspiraciones; sin embargo, los jóvenes son el blanco (target) principal de los manipuladores que suelen ser aparentes “figuras de autoridad”.
La persuasión tiene varias herramientas que utilizan algunos influencers para lograr sus propósitos. De acuerdo al libro de Steven Turner llamado Psicología oscura, una guía esencial de persuasión, manipulación, engaño, control mental, negociación, conducta humana, pnl y guerra psicológica[12]. Una de ellas es la “reciprocidad” a través de la cual los usuarios se sienten obligados a comprar algunos productos en compensación a las ´orientaciones` recibidas; la “escasez”, se refiere a una supuesta exclusividad del producto propuesto; la “autoridad” es contruida por el influencer a través de múltiples recursos engañosos como un lenguaje ampuloso, gestos de suficiencia, atavíos y aspecto de moda; “consistencia” o sea el bombardeo constante de publicidad; un “gusto” social compartido que está ligado al “consenso” o sea una aceptación amplia. Así se ganan la voluntad de los “influenciables” que terminan irremediablemente siendo “influenciados”.
Si usted ha sido atrapado en las “redes sociales” de los “influyentes tecnológicos” practique la conjugación de los verbos influir e influenciar en todos sus modos y tiempos, pero en voz pasiva, para darse cuenta de si se ha convertido en un target o un “blanco” de algunos mercachifles que pululan en la Internet.
“Yo fui influído”
“Yo soy influído”
y el futuro depende de usted
¿Yo seré infuído”?
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[1] “Influyentismo”. Diccionario del Español de México. Colegio de México. [Recurso electrónico. Consultado: junio de 2024] https://dem.colmex.mx/ver/influyentismo
[2] influir e influenciar significan lo mismo, pero se construyen de forma distinta. [Recurso electrónico consultado: julio de 2024]. https://www.fundeu.es/recomendacion/influir-e-influenciar-significan-lo-mismo-pero-se-construyen-de-forma-distinta/
[3] Por grupo de edad de acuerdo con distintos sitios de internet y redes sociales:
Generación “niños de posguerra” (1930-1948).
*Baby Boomers (1949-1968). Nacidos luego de la Segunda Guerra Mundial.
*Generación “X” (1969-1980). Llamados los “inmigrantes digitales”. Son quienes gozaron de los cambios, especialmente en la música de la década de los años 80.
*Generación “Y” o millennials (1981-1993). También se les llama “nativos digitales”.
*Generación “Z” o centennials (1994-2012). Se les conoce además como “súper digitales”.
*Generación “Alpha”: nacidos desde el año 2013. [Recurso electrónico consultado: septiembre 2024] https://www.gaceta.unam.mx/los-centennials-traeran-retos-al-mercado-laboral/
[4] Zuboff, Shoshana. La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder. España: Ed. Paidos/Planeta, 2020, 910 p.
[5] Wikipedia. https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Shoshana_Zuboff&oldid=161938449
[6] “vi. el capitalismo de la vigilancia llena el vacío.” P. 78, En La era del capitalismo de la vigilancia. La lucha por un futuro humano frente a las nuevas fronteras del poder. España
[7] Agudo Díaz, Ujué. La influencia de los algoritmos en las decisiones y juicios humanos. Experimentos en contextos de política, citas y arte. Universidad de Deusto. Bilbao, 21 de septiembre de 2021. [Recurso electrónico consultado: junio de 2024]. https://repositorio.deusto.es/server/api/core/bitstreams/3ef9919c-a09f-4571-8ac5-18610512ac59/content
[8] Zuboff. p. [9]
[9] Villoro, Juan. No soy un robot. La lectura y la sociedad digital. Barcelona: Ed. Anagrama, 2024, 311 p.
[10] Ibidem
[11] López Arce, Selena Sarai. Tesis: Las emociones que excitaron la interacción en Instagram promovidas por la influencer Mariana Rodríguez durante la campaña de Samuel García para gobernador de Nuevo León[Recurso electrónico consultado en enero de 2025] https://ru.dgb.unam.mx/bitstream/20.500.14330/TES01000861028/3/0861028.pdf
[12] Turner, Steven. Psicología oscura: una guía esencial de persuasión, manipulación, engaño, control mental, negociación, conducta humana, PNL [programación neurolingüística, pseudociencia] y guerra psicológica. Orlando, Fl/EEUU, Ed. Brevex Publications, 2019, 196 p. [Recurso electrónico consultado noviembre de 2024]. https://pdfcoffee.com/qdownload/psicologia-oscura-steven-turner-2019pdf-4-pdf-free.html


