El Instituto Federal Electoral (IFE), institución que ha perdido la credibilidad que alguna vez tuvo entre los ciudadanos, nuevamente arremete con decisiones que son un verdadero insulto a la inteligencia. Concluir que AMLO fue el único candidato que rebasó los topes de campaña y exonerar a Enrique Peña Nieto ha sido el colmo.
Postergar la resolución final acerca de los gastos de campaña 2011–2012 no va a cambiar el dictamen que ofende a la inteligencia de los mexicanos; cualquiera que en ese tiempo vivió en el territorio nacional en el periodo de la campaña en pos de la presidencia pudo ver las toneladas de propaganda ofensiva lanzada a favor del candidato del tricolor; espectaculares, bardas, paraderos, camiones, taxis, periódicos y revistas, programas de televisión y cualquier cantidad de artículos firmados por mercenarios que cobran por línea ágata y lo que se le ocurra, desde despensas, vasos, gorras, lapiceros, bolsas, camisetas, mochilas,
hasta estufas, tinacos, láminas, bultos de cemento, licuadoras y las tarjetas de teléfono, de Monex y Soriana, que estuvieron a la vista de todos los mexicanos, además de los gastos del propio candidato que en todo momento se movilizó en avión particular; todo ello debió costar una fortuna incalculable, pero no imposible de reconocer, pues bien ahora resulta que todo ese dispendio estuvo totalmente apegado a derecho y la campaña del hoy presidente fue austera y modesta. Lo escandaloso del caso Monex, perfectamente documentado por la periodista Carmen Aristegui y del cual dio cuenta puntual, con direcciones fiscales inexistentes, con recursos entregados para financiamiento de la campaña de Peña Nieto de los cuales se desconoce su procedencia, y que dibujaban toda una ruta de lavado de dinero, ha quedado en el olvido y convertido en un caso emblemático de la impunidad con que actúan quienes se sirven del poder.
Concebido para dar legalidad y certeza en las elecciones, el IFE ha venido desacreditándose día a día, se han encontrado manejos discrecionales en la utilización de sus recursos en la compra de inmuebles a sobreprecio, los altísimos sueldos de los Consejeros, y la forma en que se designan termina en una creciente negligencia y connivencia con el poder, hace que los miles de millones de pesos que se destinan a ese instituto que, a la hora de la verdad, la única certeza que ofrece a los ciudadanos es que no sirve para nada.