Además de auroras boreales observadas la noche del 10 de mayo en México y otras regiones del mundo provocadas por la tormenta geomagnética que impactó a la Tierra desde el mediodía del 10 de mayo, estos fenómenos naturales han sido vistos y descritos en el horizonte histórico de México: en 1602, en la Alta California; en 1789, descrita por tres intelectuales novohispanos y el denominado Evento Carrington, registrado en 1869 y de efecto mundial.
Las auroras boreales, explica la Secretaría de Cultura por medio de un boletín, son poco probables de observar en el hemisferio norte, por debajo del paralelo 40. No obstante, estos eventos celestes han sido visibles en el territorio y de ellos se hallan testigos no solo en documentos virreinales sino, incluso, en códices prehispánicos.
El arqueoastrónomo y colaborador del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Arturo Montero García, recalca que las auroras boreales son esporádicas en las latitudes tropicales del hemisferio norte. Sin embargo, dice que hay referencias históricas; entre las más antiguas, existe un relato de fray Juan de Torquemada, del 4 de noviembre de 1602, que indica su avistamiento por parte de la tripulación de un galeón, proveniente de Filipinas, en su travesía por la Alta California.
Casi 187 años después, el 14 de noviembre de 1789, se observó otra aurora en la Ciudad de México, la más célebre de la historia al ser la primera en baja latitud, que fue analizada científicamente por tres eruditos novohispanos: José Antonio Alzate, Antonio de León y Gama, y José Francisco Dimas Rangel.
El director del Centro de Investigación y Divulgación de la Ciencia en la Universidad del Tepeyac sostiene que Alzate realizó observaciones astronómicas precisas: “notó que la aurora boreal coincidía con un aumento en el tamaño de manchas solares, justamente como hoy lo entendemos.” Por su parte, “León y Gama escribió el tratado sobre auroras boreales más completo de América para esos años: las clasificó, calculó su altura y propuso un modelo propio. En tanto, Dimas Rangel realizó un experimento para reproducir, por primera vez, las características de una aurora.
“A través de esas primeras publicaciones, se originó una polémica sobre la naturaleza de este fenómeno que contribuyó a que la astronomía de la Nueva España brillara local e internacionalmente, en plena Ilustración. Los tres sabios publicaron nueve textos en diferentes folletos como la Gazeta de literatura de México y la Gazeta de México”, refiere.
Sobre el registro de auroras boreales en la época prehispánica, Montero García aclara la interpretación hecha por Edward King, Lord Kingsborough, de la lámina CXXIX del Códice Vaticano 3738 (copia ampliada del Telleriano Remensis), la cual asumió como la representación de una aurora boreal en el año 4 Casa, correspondiente a 1509 de esta era en común. No obstante, “pudo no haber sido una aurora boreal, porque la imagen asemeja a un volcán en erupción, quizás el Popocatépetl o el Pico de Orizaba. Las anotaciones en los códices Telleriano Remensis, folio 42 v, e Ixtlilxóchitl, hacen pensar que se trató de una luz zodiacal. Cualquiera que haya sido el fenómeno, fue visto con asombro, e historiadores como Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, lo tomaron como presagio de la Conquista”.
Destaca que durante la mañana del 1 de septiembre de 1859, el astrónomo inglés Richard Carrington vio una explosión de luz blanca y manchas oscuras en la superficie solar. A través de su telescopio, apreció cómo dos enormes llamaradas de luz blanca despedían una gran energía. Ese mismo día, el periódico La Sociedad, consignó que los alumnos de la clase de astronomía del Colegio de Minería admiraron una aurora boreal. Tal fue la descripción que sería nombrado Evento Carrington.
“Los efectos de aquellas llamaradas provocaron la tormenta solar más violenta registrada en la Tierra, en los últimos 500 años. Ésta generó el colapso de la tecnología de aquel momento: las líneas telegráficas cayeron, llegando a quemarse en algunos casos, principalmente en Europa y Estados Unidos”, dijo Montero. También en México, el astrónomo aficionado Ismael Castelazo lo observó desde Mineral de Zimapán, en Hidalgo. Otras personas relataron haber visto la aurora boreal en Querétaro, Guadalajara y Guanajuato; mientras que el miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, Bartolomé Almada, también describió su avistamiento en Sonora. Para el 4 de febrero de 1872 se registraría otra aurora boreal en San Luis Potosí, evento que fue publicado por Florencio Cabrera en el Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística.