Durante más de 20 años prácticamente no se ha hecho una obra sustancial para el saneamiento del río Atoyac, asevera el ambientalista Francisco Castillo Montemayor (FCM), quien recuerda que fue el gobierno de Manuel Bartlett el primero y último, a la fecha, que llevó a cabo un proyecto integral y con visión de futuro para limpiar el afluente, el cual quedó truncado por el desdén de sus sucesores -salvo Melquiades Morales Flores- y, sobre todo, por la privatización del agua en la zona metropolitana de Puebla.
En entrevista con La Jornada de Oriente (JO), Castillo, quien también tiene una amplia trayectoria como servidor público en el sector -desde que ocupó la titularidad de la delegación poblana de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), hasta la secretaría del Medio Ambiente estatal, pasando por la dirección del Sistema Operador de Agua Potable y Alcantarillado de Puebla (SOAPAP)- advierte que la limpieza de la corriente debe comenzar por sus zonas más contaminadas, porque ahí reside el problema más grave de salud para las personas que habitan en sus márgenes.
JO-Licenciado, empecemos por la historia. ¿Qué se ha hecho realmente por el Atoyac y qué no, en las últimas décadas?
FCM-Quien realmente hizo un proyecto con visión integral para el saneamiento de la cuenca del Alto Atoyac fue Manuel Bartlett. No era un catálogo de buenas intenciones: encargó a expertos el Proyecto Integral de Desarrollo Regional Angelópolis, que incluía saneamiento para Atoyac, el Alseseca y el San Francisco. Se proyectaron cuatro macroplantas de tratamiento –cada una con capacidad de aproximadamente 3 mil 600 litros por segundo– y una red de colectores marginales en las márgenes de los tres ríos para impedir que las descargas urbanas cayeran directamente a los cauces.
Se construyeron 120 kilómetros de colectores marginales que iban pegados a las riberas del Atoyac, Alseseca y San Francisco para captar y conducir las aguas residuales hacia las macroplantas. No eran solo para la ciudad de Puebla; incluían juntas auxiliares y municipios conurbados. Además, el diseño consideraba que los parques industriales –Puebla 2000 y 5 de Mayo– debían tener sus propias plantas de tratamiento. Eso no se cumplió, pero el diseño estaba claro: evitar descargas a cielo abierto y llevarlas a tratamiento.
Luego, Castillo Montemayor resalta que el programa de saneamiento se diseñó en un contexto económico adverso, la crisis de mediados de los 90.
“Fue muy difícil. Hubo una devaluación tremenda y tasas altísimas”. Aun así, abundó, Bartlett tomó dos créditos: 730 millones de pesos para saneamiento y 730 millones para modernizar el sistema de agua potable. “Se amplió la red, se construyeron tanques, se trajo agua con conflictos sociales desde Nalticán, Cuyuaco y otras zonas. Bartlett arrancó y Melquiades Morales terminó las macroplantas y buena parte de la expansión de agua potable. Bartlett tenía claro que sanear los ríos era condición para una ciudad patrimonio, como la nombró la Unesco”.
Pero el proyecto de Bartlett, que prosiguió Morales Flores quedó truncado. Desde entonces se sabía que “faltaba ejecutar la segunda y la tercera etapa” (tratamiento secundario y terciario) para cumplir con parámetros ambientales más estrictos. Eso estaba proyectado y “desde Conagua nos dijeron: esta es la primera etapa; las siguientes administraciones deben construir la segunda y la tercera.” La ruta era clara: completar proceso y ampliar colectores hacia la periferia.
JO-Usted vivió, desde la Conagua y luego desde el SOAPAP, el paso del diseño a la operación. ¿Qué ocurrió después?
FCM-Después de que yo comencé a pagar los créditos, vinieron administraciones que pagaban y no pagaban. Rafael Moreno Valle decide privatizar y no asumir la deuda. La empresa privada que llega no toma el crédito; el pasivo se queda en el Estado. Se prometió eficiencia, tecnología y recursos que permitirían pagar la deuda con la recaudación del servicio. Hoy esa deuda sigue, supera los dos mil millones si sumas lo de Banobras y lo que ha pagado el gobierno estatal. La privatización fue un fracaso para el saneamiento.
En seguida, Castillo Montemayor describió el modus operandi de la empresa Concesiones Integrales con cada nueva administración que asume el Poder Ejecutivo:
“La propia concesionaria ha presentado programas de obra a cada gobernador: ampliar colectores, conectar colonias nuevas y construir las etapas secundaria y terciaria de las macroplantas. En el papel lo traen completísimo –descargas georreferenciadas, diámetros, caudales, a qué planta se conectan– pero cuando toca construir no avanza. Mientras tanto, la carga contaminante que llega al Atoyac no baja donde tiene que bajar: los tramos 5 y 6 –de la confluencia del Zahuapan al puente México y hasta la Presa de Valsequillo–, las zonas más críticas”.
JO-¿Cuál es el volumen de aguas contaminadas y quién contamina?
FCM-Puebla descarga cerca de 3 mil litros por segundo (con San Pedro y San Andrés Cholula). San Martín Texmelucan, unos 200 y tantos; Huejotzingo, 100 y pico; Santa Rita Tlahuapan, 60–80. De las industrias, los estudios hablan de 300 y fracción litros por segundo.” La mayor parte viene de descargas municipales (materia orgánica, coliformes, huevos de helminto). Las 50 industrias más contaminantes –textil, metalmecánica, mezclilla, tintes– aportan la mayor fracción tóxica. Entonces: ¡no te vayas por las 300 si no puedes, vete al menos por las 50 que más contaminan!”.
Enseguida, apunta: “La estrategia debe iniciar donde se muere la gente. Estudios de Conahcyt, la Ibero y otras universidades han correlacionado enfermedades renales y leucemias infantiles con los puntos más contaminados. Hay que intervenir el tramo 5 del Atoyac y los afluentes Xochiaca y Xopanac (por su altísima carga de coliformes y tóxicos). La ley de Pareto aplica: si no te alcanza para todo, ataca el 20 por ciento que genera el 80 por ciento del problema: las 50 industrias críticas y cuatro zonas urbanas.”
JO-¿Cuánto costaría concretar las siguientes etapas de saneamiento?
FCM- La propia concesionaria propuso en 2021 rehabilitar las cuatro macroplantas, construir una planta prototipo y ejecutar segunda y tercera etapas y se habló de 2 mil 500 millones de pesos. Había un calendario: Barranca del Conde debía estar lista hacia 2024–2026; Atoyac Sur después; Alseseca hacia 2028; San Francisco (la más grande) 2032–2033. Pero en papel se veía todo. En obra no hubo nada”.
“La visión de Bartlett fue integral y valiente en plena crisis: macroplantas, colectores, financiamiento y expansión de agua potable. Se entendió que el saneamiento era parte del proyecto de ciudad, no un accesorio, y se actuó con una planeación multianual: primera etapa ahora; secundario y terciario después. Lo que faltó fue continuidad: “cuatro administraciones sin inversión sustantiva y una privatización que no entregó la eficiencia prometida.”, aseveró Francisco Castillo Montemayor.


