Ante el conjunto de la sociedad, se ha presentado el cuadro electoral, cuyos actores inician sus representaciones frente a los votantes, que los quieren cercanos y prestos al apoyo de sus programas concretos. Creen tener las propuestas y el atractivo que los conducirán a ocupar alguno de los distintos y numerosos cargos públicos en juego.
La Presidencia de la República es la pieza central de esta disputa y fuerza gravitacional que se irradia por todos los confines. Las demás posiciones, miles de ellas, completan el panorama de eso que bien puede llamarse tablero del poder, formando todo un enjambre de ansias y ambiciones que emplearán gran cúmulo de energía e imaginación para lograr subirse al carro de la momentánea historia. Gubernaturas, presidencias municipales, síndicos, regidores, legisladores locales, forman el gran conjunto de senadores y diputados federales, cuyas posiciones y sus ocupantes darán vida a otro poder: el Legislativo. Complemento indispensable del Ejecutivo para delinear los fundamentos y formas legales del quehacer público. En ese espacio, le dan forma a un rejuego de pasiones en la campaña electoral, ya en movimiento.
Los pretendientes a sustituir al oficialismo, encontraron otro giro novedoso: le llamaron Fuerza y Corazón por México. Son, los muy conocidos partidos: PRI, PAN y PRD. Una triada que, sin disfraces que valgan, se conoce como PRIAN. Ahí, se apiñan un conjunto de dirigentes suficientemente conocidos, que se adjudican la potestad de repartirse la mayoría de los cargos anhelados por sus correligionarios, para satisfacer destapadas pretensiones personales. Y en el rol estelar de ese lado de la campaña, se desarrolla otro drama que aún no cuaja, con la figura de una mujer de muchos desplantes y poca sustancia: la señora Xóchitl Gálvez. A la que alentaron a ocupar un papel principal sin contar con debida preparación para ello. Y ahí va, retozando por varios sitios del país que, hasta el presente, sin significado alguno. Ella sigue tal y como es: una gran novedad mediática, inflada hasta la desmesura por la opinocracia y los mismos medios opositores al gobierno. Con su versión de mujer salida de la pobreza, hecha a sí misma con tesón, universitaria triunfadora, el verdadero antídoto a la narrativa de Morena y su “primero los pobres” exclamaron al unísono ayer como un éxito asegurado. Ahora es, precisamente, lo que, angustiadamente, le reclaman: volver a sus posturas reales y prometedoras y alejarse de la influencia partidista que la agobia. La campaña, que sus mismos aliados aseguran, no despega.
En el otro lado del cuadro, camina un carrusel de personajes que se ha integrado con experimentada altura. Saben adónde ir y despliegan argumentos de continuidad con las aspiraciones del pueblo al que apelan. La doctora Sheinbaum, una académica formada en las filas de la izquierda y forjadora del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), hace gala y se apega a su aportación. Es, ella, parte constitutiva del partido, de sus logros y de sus adicionales proyectos de transformación. No se distancia de lo logrado por un gobierno del que formó parte. Desde esa tesitura va dirigiendo, con paso constante y firme, en compañía de expertos, quienes se encargarán de coordinar una serie de foros que serán la base para elaborar el programa de gobierno y el plan de desarrollo en la siguiente fase del proceso electoral. Así sea.