La simulación de democracia que durante muchos años vivió nuestro país, está cobrando costosas facturas a sus sempiternos practicantes: hoy no saben ser oposición. La estridencia, maledicencia y el insulto se volvieron parte inherente de un acortado vocabulario político que completan con la descalificación de toda la acción y obra de gobierno. El ejemplo, no único, sí más representativo, es el Partido Acción Nacional (PAN) como cabeza aparente de un conglomerado partidista que mezcla pensamiento y acciones de la derecha recalcitrante, con los clásicos de la “dictadura perfecta”, y la pseudoizquierda, aglutinados bajo el mando y dirección política de las élites empresariales, encarnadas en la persona de Claudio X. González Guajardo y patrocinadoras de la organización Sí por México.
Al exponer sus consideraciones acerca del tercer informe de gobierno del presidente López Obrador, en la Cámara de Diputados hicieron gala de ese vocabulario: <<…un sexenio perdido, un gobierno fracasado que sólo ha generado mayor inseguridad, más desempleo y menos oportunidades>>. El coordinador de bancada, Jorge Romero, dijo: <<Van tres años perdidos y nos esperan otros tres con cero resultados. En el PAN somos objetivos cuando decimos que este gobierno no ha resuelto los problemas reales que aquejan en salud, economía y trabajo>>. El diputado José Elías Lixa, manifestó: <<Cada año obliga a hacer un corte de caja, nada más que la caja está vacía de logros, está vacía de resultados. No hay absolutamente nada que presumir>>. Un discurso que combina soberbia propia con sobajamiento del adversario como las dos caras de sus formas de hacer política. La descalificación simple para renegar de todo, que pinta la realidad social en blanco y negro, y divide a los políticos en nosotros los buenos y ustedes los malos.
Aunque usualmente se acepta que la oposición política se conforma por los grupos y partidos políticos con pensamiento diferente al equipo partidista que ostenta el poder, para hacer crítica y cuestionamiento de los desaciertos del mandatario empoderado; debe considerarse que un presupuesto lógico, inherente al ejercicio de esas acciones, es el hecho de respaldarlas con la posesión de un proyecto político integral alterno al que se critica y cuestiona, digno de ofrecerse y someterlo al escrutinio social. La inexistencia de ese proyecto alterno genera la presunción de que, técnicamente, no existe oposición política sino únicamente personas inconformes con las decisiones políticas que, en ejercicio del cargo, toma el presidente en funciones. El uso zafio y desenfrenado de expresiones absolutas: sexenio perdido, gobierno fracasado, tres años perdidos, tres con cero resultados, u otras similares llenas de rencor a las que son proclives los más conspicuos integrantes del partido blanquiazul, los acerca a la caracterización que hiciera -para su país- el colombiano Diógenes Armando Pino Ávila: <<Hay diferentes formas de hacer oposición de acuerdo al grado o intensidad de las críticas y cuestionamientos. Podíamos decir que hay una oposición irracional y es la que va lanza en ristre contra todo lo que hace el gobernante criticado, esta oposición no le da méritos al mandatario, es una oposición despiadada y cruel…Es una oposición que da palos por dar, que se atraviesa y golpea en busca de dividendos políticos, es una oposición enceguecida, irracional que denuncia y demanda en estrados judiciales todo lo que sale del gobierno de turno.>> (¿Qué es la oposición política? – PanoramaCultural.com.co).
La razón fundamental que da lugar a este tipo de cuestionamiento político ha sido explicada por Samuel Aguilar Solís, articulista de El Financiero, quien señaló que los planteamientos de la oposición política en México deberían partir de una premisa básica: <<Lo primero que tenemos que recordar es que el triunfo arrollador que los electores le dieron el pasado uno de julio de 2018 al Presidente, tiene sus bases en un hartazgo de la sociedad con la tradicional “clase política” y sus partidos, que llevó a una gran irritación social por el cúmulo de hechos de corrupción, impunidad, violencia desenfrenada, inseguridad generalizada, mediocre crecimiento económico, falta de empleos, aumento de la pobreza y desigualdad, entre los temas más sobresalientes. No tener presente esto para el análisis es olvidar el contexto en que se dio el triunfo de López Obrador, pero lo más importante, la casi nula credibilidad que “a los de siempre” les tienen los ciudadanos, y todas las encuestas de antes y recientes coinciden en ello, porque cuando esta “clase política” rechazada por la sociedad ataca al Presidente sin antes hacer una autocrítica de su quehacer político y de gobierno, lo que hace con sus acciones, aún y sin que se lo proponga es volver a polarizar la arena política, y si enfrente existe un Presidente que aún no asume su papel de jefe del Estado, pero con una popularidad de más del 80 por ciento, dispuesto a “fajarse” con cualquier pretexto, pues entonces la polarización se vuelve constante y rutinaria, en detrimento de la política, de la gobernanza y al final de nuestra precaria democracia>>. (La oposición política – El Financiero).
Conocidos son los personajes del panismo que se dedican cotidianamente a denostar la figura y el trabajo presidencial con base en discursos rencorosos y perversos, cuya especial naturaleza los envilece. En días pasados la diputada panista Teresa Castell, por ejemplo, deploraba el anuncio del presidente de la Cámara de Diputados de haber interpuesto controversia constitucional contra la resolución del INE que suspendía la consulta de revocación de mandato: <<Vergonzoso y alevoso su actuar. Arrodillado al bufón del palacio>>. A pesar de su insultante discurso, al PAN le fue concedida la entrevista que solicitó con el presidente, atendida el pasado 13 de diciembre en preparación de agenda de discusión por el secretario de Gobernación. Sin embargo, el discurso de soberbia/sobajamiento sigue siendo su principal ariete. Dicen pretender abordar <<los grandes temas nacionales>>; a decir de Marko Cortés, en el PAN están listos <<para un ejercicio de este tipo que corrija el rumbo del país>>, en un encuentro al que irán <<con una agenda de Estado>>. ¿Qué significado tienen, o pueden adquirir, estas rimbombantes expresiones para el ciudadano común? Los militantes de base del panismo, ¿saben lo que sus dirigentes quieren decir con esas palabras? ¿O los asistentes al encuentro pretenderán mostrar al presidente cuáles son los grandes temas nacionales, cómo corregir el rumbo del país, y cuál debe ser la agenda de Estado? Como dijo Samuel Aguilar <<lo primero que no tienen es memoria de quiénes son y por qué perdieron las elecciones el año pasado>>.
El nuevo año hará la valoración sobre los cálculos políticos del PAN al buscar el encuentro con el presidente, y dirá si los discursos de denuesto son los adecuados. Juegan en su contra, por lo menos, tres circunstancias recientes: a) el desliz de Marko Cortés reconociendo las pocas posibilidades de ganar alguna gubernatura de las seis que se disputarán este año; b) la asistencia de gobernadores panistas al tercer informe de gobierno; y, c) el truene político de la Alianza Federalista. Cabría esperar que este diálogo no sea una simple estrategia efectista pues del resultado de ese encuentro dependerá la existencia misma del combinado PRIANRD política y socialmente insostenible en una sociedad que, a fuerza de conocer sus desempeños de gobierno y partidistas durante muchos años, está terminando por decantarse hacia su pleno rechazo.
En la reunión con el secretario de Gobernación se definieron los temas a tratar: Estado de derecho, economía, salud, seguridad, combate a la pobreza y reforma eléctrica. Tal vez de esta manera los integrantes de este segmento opositor se obliguen a estructurar un proyecto político nuevo; busquen deshacerse de la incómoda etiqueta del “Prian” que recuerda su historia; renueven caras y voces, aunque sean las que brinda el cambio generacional; quizá, formar un nuevo partido rescatando, como otros, una palabra de cada uno para la nueva denominación (Partido Institucional Acción Democrática, por ejemplo), y decidan, por fin, dar a conocer a la ciudadanía qué proyecto de país enarbolan. Política y moralmente están obligados a proponer un proyecto de país, mejor que el que con encono descalifican, que nos ayude a superar atrasos sociales y mezquindades humanas. Pronto sabremos el resultado.