Por: Jesús Manuel Macías *Investigador del Ciesas
Hay dos momentos que debemos tener en mente cuando recordamos el desastre de Guadalajara del 22 de abril de 1992. Uno de ellos es precisamente esa fecha por la mañana, cuando el jefe de bomberos de esa ciudad declaró a los medios de comunicación que eran infundadas las denuncias de los vecinos del Sector Reforma, que percibían olor a solventes, a gasolina, en los drenajes. Unos minutos después, explotaron más de 12 kilómetros de calles de ese barrio tapatío, generando destrucción y muerte.
El otro momento es el pasado lunes 29 de marzo por la noche en el municipio mexiquense de Ecatepec. Ahí, vecinos de la colonia Olímpica avisaron a las autoridades que percibían olor a gasolina en una planta de bombeo del Túnel Emisor Oriente (TEO), que es parte del complejo sistema de drenaje de la Ciudad de México. Atendiendo esa denuncia, llegaron técnicos de la CONAGUA, PEMEX (federales), del Estado de México y del propio Municipio de Ecatepec. Se identificó una fuga de gasolina que terminó en el descubrimiento de una gran operación de robo de combustibles (Huachicol) a través de diversas tomas clandestinas e instalaciones de almacenamiento, tanto de la Ciudad de México como del Estado de México. Los niveles de explosividad que se encontraron en los drenajes fueron potencialmente desastrosos. Si, se evitó un desastre de enormes proporciones dadas las condiciones de densidad demográfica de las áreas amenazadas. Se evitó un desastre, lo repito, porque la desafortunada lógica mercantilista de los medios de comunicación, solo ponen la atención a los fenómenos de impactos sangrientos, sensacionalistas, muchas veces socialmente irrelevantes o de relevancia instantánea.
En 1992, los tapatíos tuvieron que sufrir un desastre donde las cifras oficiales mencionaron poco más de 200 personas fallecidas y varias decenas de lesionados, tan desatendidos éstos, que abrieron un capítulo ejemplar en la historia de movimientos sociales del país. El libro de Jorge Gómez Naredo, “Con la revolución dentro”, es una muestra de una de las terribles consecuencias de ese desastre en los sobrevivientes afectados que son los que mantienen la llama del recuerdo de tragedias prevenibles.
Recién se evitó un desastre, tampoco se debe olvidar.