En 2001, cuando la UAP puso en marcha su primera campaña de alfabetización al interior del estado, Mirta Isabel Figueroa Fernández, recién graduada de la Licenciatura en Psicología en la institución, se incorporó como voluntaria para enseñar a leer y escribir a adultos mayores, convencida de que el trabajo comunitario y la educación transforman realidades. Fue así como siete días de trabajo comunitario se convirtieron en 20 años y estos en un proyecto de vida.
La actual directora del Centro Universitario de Participación Social (CUPS) de la UAP aún recuerda con nitidez las vivencias de su primera campaña. En las mañanas acudía al campo para recolectar chícharos, prender el fogón y echar tortillas; por la tarde enseñar las primeras letras. “Regresábamos a dar clases con una idea distinta de cómo enseñar porque sabíamos lo que la gente vivía”.
Su mayor gratificación fue ver la sonrisa de doña Celia al garabatear por primera vez su nombre; ella, a su vez, le compartió su fortaleza después del abandono de su marido. “Ahí uno se da cuenta de la capacidad de lucha, trabajo, humildad y compromiso que tienen las personas para salir adelante en condiciones tan duras”. Por ello, dice, las campañas de alfabetización son un intercambio de saberes.
Desde joven –recuerda y ríe con asombro al percatarse del paso de los años- colaboró continuamente en la coordinación de esta campaña. Entonces “sentíamos que nos podíamos comer el mundo, hacíamos jornadas muy largas de trabajo, comíamos casi puro arroz (que por cierto salía quemado, batido y crudo al mismo tiempo) y viajábamos mucho para llegar a comunidades muy alejadas; ahora, con los años hemos aprendido a hacer las cosas de manera diferente”.
Trombas, sequías y heladas no impidieron su tarea de enseñanza. “Nos entristecía y reflexionábamos mucho por esas realidades que nos encontrábamos y por no saber cómo enfrentarlas, pero también había muchas alegrías de decir ‘logré que aprendiera, logré que esto sucediera, logramos avanzar de un nivel a otro de alfabetización’”, relata con una emoción que contagia y emana de sus pupilas.
En dos décadas de trabajo comunitario, la maestra Mirta Figueroa Fernández aprendió a cocinar, ser alfabetizadora, coordinar grupos, liderar campañas y hasta formarse profesionalmente en temas de educación. “Personal y profesionalmente he aprendido mucho en términos de educación con adultos y niños fuera de la escuela y en contextos de violencia. Me enseñaron a ser una persona más consciente, sensible y solidaria. Un voluntariado se convirtió en un proyecto de vida”.
El CUPS también evolucionó y diversificó sus campos de acción. Surgió con las campañas de alfabetización para adultos, luego participó en el programa de alfabetización “Apúntate”, en la ciudad de Puebla, de 2005 al 2010, el cual dio un panorama distinto del municipio. Así se amplió el trabajo a las Escuelas Comunitarias con niñas, niños y jóvenes que no asisten a la escuela. Allí se observó la situación de violencia en las comunidades de la periferia de la capital poblana, por lo que se abrieron los centros comunitarios Kali.
“Este aprendizaje nos hizo volver a las comunidades de la sierra ya no sólo a trabajar con adultos, sino también con niños y generar procesos más amplios de desarrollo comunitario. Asimismo, ampliar las posibilidades de trabajo con estudiantes de preparatoria y licenciaturas, como Arquitectura, Diseño Gráfico, Procesos Educativos y Gastronomía”, relata.
Por su labor, el CUPS recibió el Premio Internacional de Alfabetización UNESCO-Confucio, edición 2020, el cual reconoce el trabajo desarrollado en 14 campañas de alfabetización de la BUAP en las que han participado 875 estudiantes, en 190 localidades de 30 municipios del estado de Puebla, una labor que ha impactado en 6 mil 890 jóvenes y adultos, en su mayoría mujeres, a quienes no sólo se les ha enseñado a leer y escribir, también han sido atendidas en tareas comunitarias, a través de talleres y jornadas de salud.