Se habla mucho de la prevención en este país, pero pocas son las personas que son verdaderamente conscientes de la necesidad de prepararse y anticiparse para cualquier asunto, ya sea que se trate de la salud, de la conservación de los bienes materiales o de la inminencia de algún evento o, inclusive, de alguna cosa programada con fecha precisa. Así, algunos estudiantes que saben que deben presentar un examen, estudian en el último momento, echando a la suerte su aprobación; algunas personas viajan sin reservar el lugar donde se han de hospedar; otros más se aventuran sin las mínimas condiciones de asegurar el éxito en cualquier cosa que emprendan y dicen muy confiados y trasladando a los seres sobrenaturales su responsabilidad: ¡Dios dirá! o ¡Suerte te dé Dios, que el saber nada te importe! ¡En el nombre sea de Dios!
De esta manera, cuando nace hace dos décadas el Centro Universitario para la Prevención de Desastres Regionales (mejor conocido como Cupreder) de la Universidad Autónoma de Puebla, ante la contingencia del incremento manifiesto de la actividad del volcán Popocatépetl y la probabilidad de una erupción que pudiera tener consecuencias catastróficas para la numerosa población asentada a los alrededores del volcán, algunos vieron esta acción universitaria con gran escepticismo y aun con desprecio y burla. El argumento más socorrido era que desde tiempos de los abuelos el volcán había arrojado solamente fumarolas, pero sin consecuencias adversas.
Con la perspectiva de 20 años podemos ver que el trabajo del Cupreder ha inducido cambios en la percepción y mucha gente ha tomado conciencia de un peligro latente y de las medidas que debe tomar en caso de un despliegue intenso del fenómeno volcánico. Pero la labor de este centro universitario no se ha ceñido exclusivamente a la observación del Popo, sino al estudio y prevención de los fenómenos hidrometeorológicos que tantos efectos negativos han causado en las diversas regiones del Estado de Puebla, a alertar a la población –que no alarmar– acerca de las probables condiciones de peligro que muchos proyectos públicos y privados, hechos al troche y moche, pueden provocar, pero fundamentalmente –con una esencia preventiva– Cupreder se ha dedicado a los proyectos de ordenamiento territorial que definan los usos adecuados del medio físico y establezcan normas a seguir de acuerdo a una planeación.
En México no se puede culpar a nadie de ser incrédulo ante lo que se anuncia, porque buena parte de ello corresponde sólo a simulaciones de acciones que sólo quedan en el discurso, como tantos rollos mareadores que escuchamos a diario. Por ello felicito calurosamente a los “cuprederianos” que con 20 años más encima y más conocimientos y experiencia siguen en el trabajo de prevención. Nos veremos dentro de 20 años más.
Que es un soplo la vida/ que veinte años no es nada/ que febril la mirada/ errante en las sombras/ te busca y te nombra… tan, tan.