Miércoles, abril 24, 2024

El coleccionista

El coleccionismo ha sido una antigua ocupación, nacida del ocio y cultivada en un principio solo por los miembros de la clase dominante de la sociedad. Quien tenía tiempo y recursos económicos vastos para hacerse de objetos valiosos, formaba una colección que se iba incrementando al paso del tiempo. La consideración del valor de esta diversidad de objetos —funcional o simbólico— por parte del coleccionista pasaba por lo económico, estético, lo extravagante, cosas relacionadas con la religión y muchas otras motivaciones más. Hoy día el coleccionismo sistemático, aplicado y constante abarca casi todas las clases de la sociedad, se trata de filias inocentes que son gratificantes para las personas. Exceptuados del coleccionismo son aquellos que ocupan todo su tiempo en buscar el pan de cada día que lo que menos hacen es pensar en reunir zarandajas.

Existen colecciones profesionales con propósitos de investigación y de enseñanza y así tenemos recopilaciones de muestras minerales, cuadros al óleo, herbarios, ceramotecas con propósitos de investigación arqueológica, insectos de diferentes géneros y especies, conchas (conquiliología o malacología), sedimentos del terreno para estudios geológicos o palinológicos[1] (relativos al polen), semillas, meteoritos, huesos y osteolitos[2], instrumentos de diverso tipo, libros antiguos, etc. Generalmente estas colecciones son institucionales y poseen un presupuesto regular para adquisiciones e intercambio. Quienes tienen a su cargo estas agrupaciones de objetos son profesionales que catalogan y clasifican los elementos que contiene cada colección para poder establecer un orden que permita aprovecharla de la mejor manera.

La filatelia es una vieja afición en la que el filatelista busca informarse acerca de la historia y temática de los timbres postales; la numismática que se ocupa de las monedas; la bibliofilia de libros antiguos, principalmente, como la colección de Umberto Eco que estaba formada por ediciones incunables de temas extraños, la cartofilia que consiste en la colección de tarjetas postales, la muñecofilia que centra su atención en muñecas de diversos países ataviadas con trajes folklóricos, la filumenia que consiste en reunir cajitas y carteritas de cerillos, etc. Existen personas, que estando vivos o una vez muertos, donan sus colecciones privadas a los museos para hacerlas públicas y compartirlas con los visitantes de esos lugares dándoles un sentido social. Y también muchas colecciones privadas acaban rematándose por los descendientes quienes no tienen interés en conservarlas sino únicamente la urgencia de disponer de dinero.

Prácticamente cualquier objeto es coleccionable si la persona dedicada a estos menesteres así lo considera. Unos coleccionan botellas de cerveza que probablemente consumieron; otros más, figurillas de cualquier material con la forma de elefantes, caballos, unicornios, tortugas, perros, gatos, automóviles, búhos, autógrafos, plumas fuente, cada vez más raras, encendedores de diversas formas y colores, miniaturas, historietas, los llamados pins etc. Los famosos “recuerditos” que se ofrecen en las zonas turísticas y se compran en los viajes, son objetos con los que los comerciantes inducen a los turistas a formar colecciones de: cucharitas, platos, zapatitos, banderitas, postales, botones militares, imanes para pegarse en el refrigerador etc. Este último pasatiempo tiene el propósito, para algunos prójimos, de exhibir estos objetos en sus casas y hacer saber a sus cuates e invitados que ellos han viajado por el mundo mostrando esos chuchulucos como pruebas fehacientes de los viajes que hicieron.

—Fíjate que este imancito lo compramos en Madagascar y este otro cuando fuimos a Tombuctú, por cierto, no te he platicado que… Este es de Roma, este más es de París, aquel es de Londres y este otro es de Apizaco.

—Nosotros estuvimos en Tokio, en Nueva York, en Buenos Aires y también en la Heroica Mulegé. Ya ves que mi marido viaja mucho por sus negocios y a veces lo acompañamos. La vajilla de porcelana de “Cebras” la que te enseñé, de 100 piezas, la compramos en San Miguel Tenextatiloyan.

Para algunos, los objetos tienen un valor sentimental y se guardan como extensiones de las personas a las que pertenecieron y no necesariamente tienen un valor monetario ni forman parte de una colección abierta y pública que debe crecer. Estos conjuntos de objetos corresponden a un espacio de intimidad del poseedor y sólo tienen significado para él. Tampoco pueden llamarse coleccionistas estas personas que atesoran aquello que está ligado a sus sentimientos.

Algunos, disque coleccionistas, son únicamente especuladores que buscan hacer negocio con cualquier objeto que estuvo o sigue estando asociado a personas famosas del mundo del espectáculo y del deporte. Sólo para hablar de un caso les comento que los zapatos tenis de Michel Jordan, mismos que usó en un partido que se jugó en Italia cuando rompió el tablero de vidrio por andarse columpiando de él, alcanzó la cifra de $ 615 mil dólares, equivalente a cerca de 12 millones y medio de pesos al tipo de cambio actual y el “plus” de estos zapatos es un fragmento del vidrio roto que permanece incrustado en la suela. La especulación de este tipo está formalizada y existen casas de subastas y de antigüedades que hacen verdaderas fortunas a partir del ansia del coleccionista por poseerlo todo.

Si alguien de ustedes ha visto el programa de televisión por cable “El precio de la historia” podrá darse cuenta de las exorbitantes cantidades de dinero en las que se venden algunos objetos que a muchos nos parecen baratijas. En la casa de empeño de Las Vegas circulan multitud de objetos diversos que sus poseedores intentan vender, casi todas las veces sobrevalorados; desde juguetes de plástico, cotizados en miles de pesos, hasta supositorios usados que se aplicó alguna celebridad pasando por cualquier objeto a mas de extravagante. Yo pienso que esto es un poco revelador de la decadencia de un sistema que todo, absolutamente todo, lo convierte en mercancía: se compra y se vende el prestigio social.

Existe una verdadera patología asociada al coleccionismo y al consumismo quitando a los acumuladores compulsivos que son aquellas personas que reúnen toda clase de objetos sin un propósito definido: viejos o nuevos, inservibles o útiles, costosos o baratos. Esta enfermedad es más frecuente en hombres que en mujeres y el fenómeno incluye a diversos tipos de personalidades y psicodinamias, según el autor Víctor Sánchez[3] de la Sociedad Psicoanalítica de México, quien cita a un tal Subroswski: “Puede haber colecciones esquizoides, maniacas, obsesivas, narcisistas, etc. y pueden coexistir aspectos comunes entre ellos y diferir en grado o en toxicidad”. Se puede especular acerca de las motivaciones del coleccionista, pero es un terreno que no me corresponde y sólo quiero decirles que el fetichismo asociado a algunos coleccionistas no siempre tiene ese carácter patológico, adictivo u obsesivo.

Las manías lindan ya con aficiones exageradas o empeños enfermizos, aunque los límites entre una supuesta “normalidad” y una “patología” definida no sean claros y dependan del contexto sociocultural, de la época, de la edad, de las circunstancias del momento, etc. Así que, si usted colecciona prendas íntimas, de señor o de señora; una de dos, o tiene un puesto en el mercado que dedica a la venta de “tarzaneras” o se solaza usted con estas ropas. Es lo que los psicólogos llaman parafilia. Los modelos de esta “filia” son algunos de los superhéroes de las historietas, creadas en Estados Unidos, como Batman, Robin o Superman que usan los calzones por encima de sus mallones con la angustia de despojarse rápidamente de sus “trapos” cuando hacen “patitas de tijera” porque ya les gana la “chis” o están “como punta de cocol” cuando quieren hacer caca.

Otros, pasan de coleccionar objetos a reunir sujetos y sujetas como es el caso de “el mil amores” que tomó muy en serio aquella canción de “La cosecha de mujeres”, la que nunca se acaba, y se aplicó entusiastamente a segar las espigas. Algunos empresarios mañosos han hecho una buena colección de ingenuos clientes vendiendo aire en forma de pan, venenos en forma líquida y triques que se deterioran a las primeras de cambio. También muchos políticos vivales han conseguido reunir a una gregaria y dócil clientela aborregada que mantienen con promesas que nunca cumplirán. Pero aquellos que tienen una genuina afición de coleccionar cosas que los distrae y aprenden con ellas sin llegar a los extremos de comprometer su salud y la economía familiar y sin afectar a quienes les rodean, pues sorpréndanos mostrándonos con orgullo su colección de lo que sea.

[1] Disciplina científica que estudia el polen para identificar especies antiguas, extinciones, habitats y aprovechamiento del hombre

[2] Restos óseos mineralizados recuperados en un contexto paleontológico.

[3] https://spm.mx/el-coleccionismo-como-fetichismo/ [Consultado: 2 de junio de 2021]

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