Apuntes sobre el Coloquio Virus: historias: umbrales
Volví al tema de la pandemia, esta vez por convocatoria. La invitación vino de un querido amigo, Andrés Gordillo, e implicó ser parte de un Coloquio Internacional que propuso una dinámica muy interesante, organizado por el 17 Instituto de Estudios Críticos. Virus: historias: umbrales lo nombraron y tuvieron la acertada idea de llamar a pensar el problema de la crisis actual desde la ficción cinematográfica. Encuentro en ello la gran riqueza del evento, en ir a ese lugar regularmente soslayado por la ciencia donde, sin embargo, ésta tiene una compleja y vasta vida.
Fueron sobre todo académicos formados en historia los convocados a interpretar la situación contemporánea a través de siete películas, curaduría que, si bien pudo extrañar algunas producciones idóneas para pensar el tema, no se equivocó en las sí seleccionadas, entre las cuales cabría mencionar Contagion (2011) de Steven Soderbergh (una de las películas más alquiladas en Estados Unidos durante la pandemia por Covid-19), La peste de Luis Puenzo (1992), Black Death de Christopher Smith (2010) y La amenaza de Andrómeda de Robert Wise (1971), adaptación de la novela de Michael Crichton, creador de Westworld, Jurassic Park, Sphere, ER, entre otros títulos, algunos bastante interesantes aunque propios de las tardes domingueras del XHGC.
Justo fue Andromeda Strain la que me comisionaran para discutir en una mesa telemática que contó con la presencia de dos brillantes académicas: la moderadora, Mariana Flores Castillo, historiadora y socióloga especialista en las representaciones ficcionales de la migración, y Genevieve Galán Tamés, historiadora del cuerpo que intervino con una admirable claridad reflexiva y una deslumbrante formación. Tenemos suerte de que las actividades de este Coloquio estén disponibles en las redes sociales del 17 Instituto para su posterior consulta, algo que si bien se viene haciendo desde hace tiempo a lo ancho del mundo, hoy podría estar cobrando un sentido particular por el modo como el distante acercamiento digital tal vez esté redefiniendo las interacciones académicas.
«[…] el divorcio entre la historia y la literatura compete a un proceso muy antiguo y demasiado largo para ser contado» escribió Michel de Certeau, autor emblema del Coloquio Virus: historias: umbrales. «La división está fundada en la frontera que las ciencias positivas establecieron entre “lo objetivo” y lo imaginario, es decir entre lo que ellas controlaban y el “resto”».[1] Sin embargo, eso que controlan, al menos en el caso de la historia, no es nada distinto a lo que ellas mismas distinguen de lo que es falso, es decir, construyen su propio lugar de saber al especificar qué no forma parte de éste: «[…] con el aparato de la crítica de documentos, el erudito saca trozos de error a las “fábulas”. El terreno que él conquista sobre ellas, lo adquiere al diagnosticar lo falso».[2]
Sin embargo, hace ya mucho tiempo que encontramos en la ficción un espacio propicio para pensar el mundo. Tal vez, una de las estrategias necesarias en la empresa de entender su fuerza es reconocer que el sentido de verdad que en ésta se juega no es el mismo que rige la experimentación científica ni la comprobación documental historiadora. Se trata de otra verdad, de orden poético, que viene del mundo y va hacia él en una reformulación de sentidos que no necesitan de la adecuación científica de los enunciados a las cosas.
Partiendo de esta base, el análisis de Andromeda Strain ha posibilitado, entre otras cosas, ver en la ficción un espacio donde las múltiples esferas que se ven involucradas en una crisis, como la política, la económica y la científica, puede encontrar un lugar común de representación, algo que no necesariamente ocurre con sencillez. La ficción es capaz de integrar el complejo pensamiento de la transdisciplina y, sin necesidad de exponer vastas explicaciones, es capaz de sembrar los hilos conductores de una reflexión mayor.
Es curioso encontrar en Andromeda Strain la representación de los conflictos entre las recomendaciones científicas, las decisiones políticas, las estrategias militares y los conflictos económicos, lo cual sin duda nos hace pensar en lo que este año hemos vivido de forma diversa a lo largo del mundo, por ejemplo en el sustancial conflicto discursivo entre las recomendaciones de la sana distancia o la proyección de estrategias de protección ante la pandemia y la contradictoria invitación al abrazo como antídoto contra el virus, sin mencionar el aberrante y machista argumento de que las mujeres han de cuidar de los viejos en sus casas.
Sumaría a la argumentación que fundamenta la relevancia de la ficción como ámbito de estudio de la pandemia y, en general, de las situaciones críticas, el trabajo que hizo un joven doctorante de la Universidad de Chicago, Coltan Scrivner, quien analiza la relación entre los consumidores de contenidos mórbidos y el interés por saber más de la pandemia, concluyendo que los de intereses morbosos llegan a ser más resistentes antes la crisis. No tengo las herramientas para discriminar la metodología empleada por Scrivner y siempre me producen dudas los análisis tan al vuelo –los propios incluidos–, pero su estudio parte del reconocimiento de una capacidad humana de aprender de experiencias simuladas mediante la imaginación, como la ficción fílmica, generando así mecanismos de enfrentamiento a las adversidades mundanas, argumento que da pie a considerar con seriedad el estudio del estadounidense.
Ahora, si en efecto la crisis pandémica contemporánea puede ser bien analizada mediante la interpretación de contenidos ficcionales, lo cual reitera el acierto de la propuesta del Coloquio Virus: historias: umbrales, una conclusión negativa y hasta deprimente se hace evidente, respectiva al recurrente trazo de semejanzas entre la crisis actual y otras crisis del pasado, tanto las narradas por la historiografía como por la ficción. Encuentro en la posibilidad del paralelismo un índice del fracaso que implica el que se repitan las condiciones que posibilitan lo crítico de las catástrofes, que no es la emergencia de nuevos patógenos, ni la formación de huracanes, ni el sísmico desplazamiento de capas tectónicas, sino la carencia de condiciones igualitarias que permitan hacer frente equitativamente a esas recurrentes adversidades. Esta crisis, como tantas otras, son el síntoma de un problema mucho más viejo, el cual se agudiza con la llegada de un factor nuevo y externo, este año el Coronavirus.
Al margen del Coloquio
Exitoso como fue el Coloquio tanto en diseño como en resultado, una cuestión satelital a éste me dejó una duda sobre la cual encuentro necesario manifestar una puntual interrogante. Tiene que ver con las declaraciones de uno de sus estelares ponentes, el académico Vladimir Safatle de la Universidad de Sao Paulo, quien, en el contexto de la promoción del Coloquio, declaró para el periódico catalán La Vanguardia, a través de la agencia EFE, que la administración de la pandemia en América Latina ha sido catastrófica y «[…] en algunos [países] como Brasil y probablemente México, hasta “genocida” debido a que se ha minimizado la emergencia y escondido el número de muertos […]».
Tengo la mala suerte de no haber estudiado el trabajo del Dr. Safatle, lo cual quisiera remediar porque muchos compañeros cercanos lo consideran bastante interesante, y, por lo tanto, nada al respecto quisiera interrogar, pero sí por la implicación que tiene el uso de un término tan serio y grave como “genocidio” en el caso de la administración mexicana de la pandemia. Creo que mi opinión y la del profesor Safatle sobre la persona y el gobierno de Jair Bolsonaro son muy parecidas, pero, al no estudiar el caso ni estar en Brasil, yo jamás me permitiría opinar públicamente sobre el tema y, por lo tanto, me asumo escucha y aprendiz de lo que Safatle tiene que contarnos sobre lo que pasa allá, razón por la cual me intriga profundamente que establezca una comparación tan tajante entre los gobiernos brasileño y el mexicano en lo que respecta a la administración de la crisis viral.
No termino de entender si se refiere a la actitud del gobierno federal, si habla de los abusos policiacos en Jalisco y Yucatán resultado de las medidas de contención social, si está hablando de la difusión de noticias falsas y la propaganda del miedo o, tal vez, del modo como la historia empresarial relacionada a la (mala) alimentación han debilitado la población mexicana ante el embate del virus. Es por eso que considero pertinente saber más al respecto; el profesor Safatle tiene una posición académica sobresaliente en América Latina y sería de suma importancia conocer los informes que tiene para cargar su evaluación sobre México con un término tan agudo como el de genocidio, con la instrumentalización y sistematicidad que éste conlleva. Es una adjetivación que iría mucho más allá de una mala administración de la pandemia, misma que, sin duda, está a discusión en el presente y lo estará en el futuro.
[1] Michel de Certeau, Historia y psicoanálisis, traducción de Alfonso Mendiola, Universidad Iberoamericana e ITESO, 1995, p. 97.
[2] Ibid., página 51.