“La Patria no se vende, se ama y se defiende”
Carlos Salinas de Gortari es el artífice de toda la tragedia privatizadora que ha vivido el país desde 1982, cuando su gobierno firmó una Carta de Intención con el Fondo Monetario Internacional (FMI) mediante la cual se doblegó al país a las presiones y amenazas del Consenso de Washington, integrado por el FMI y el Banco Mundial. Más tarde, con la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC), se comenzó a modificar la legislación mexicana para ajustarla al proceso privatizador.
Tal como se hace hoy, entonces se pregonaban las grandes “ventajas” del país al integrarse al TLC. Sin embargo, muy distintos fueron los resultados para los socios: Estados Unidos y Canadá obtenían enormes ventajas, mientras que en México se sigue esperando el desarrollo, los miles de empleos y el arribo al primer mundo.
Poco a poco, fueron desincorporando del control del Estado cientos de empresas que quedaron en manos de particulares, sin ningún beneficio para la población. El agua, los ingenios, las minas, los fertilizantes, las carreteras, los ferrocarriles, las líneas aéreas, las telecomunicaciones, siempre con el mismo argumento, mejores servicios a bajo costo. Privatizar todo es la consigna. Pero, la realidad los desmiente abrumadoramente; en el país no ha habido crecimiento, se han perdido miles de puestos de trabajo, las conquistas laborales, son un recuerdo, la educación es para unos cuantos, la pobreza aumenta; ¿usted paga menos por la telefonía? No, en México las tarifas son de las más caras a nivel mundial; ¿usted puede viajar en un buen ferrocarril? No, hoy es un servicio de carga de empresas privadas; ¿los campesinos tienen insumos baratos para producir? No, hemos perdido la soberanía alimentaria importando más de la mitad de los alimentos que consumimos; ¿los bancos le otorgan créditos y servicios a bajo costo? No, hoy la banca nacional prácticamente ha desaparecido, y se pagan las comisiones por servicios bancarios más altas; el oro y la plata del país, es explotada por compañías extranjeras y nacionales que sólo pagan 6 pesos por hectárea explotada, sin dejar ningún beneficio al país, y cínicamente pretenden convencer a la población que con la reforma energética Pemex y Cfe serán 100 por ciento públicas y 100 por ciento mexicanas, que bajaran los recibos de luz y de gas, que se crearan millones de empleos, prometen 2 por ciento más de crecimiento económico para 2025, como una vil burla para los mexicanos, la pregunta es ¿cómo? La asociación con empresas privadas sólo ha traído riqueza para unos cuántos, la reforma constitucional que pretenden será la joya de la corona en este camino privatizador que ha llevado al país a un régimen de corrupción, de privilegios y de impunidad.
Defender el petróleo es defender lo que nos queda de soberanía, es luchar por las generaciones futuras y por un México que estamos seguros es posible. ¡Todos al zócalo el 8 de septiembre!
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