El textil y sus alcances plásticos conforman el universo artístico y conceptual de Robert Smith (Carolina del Norte, Estados Unidos, 8 de octubre de 1958), un estadunidense avecindado en Puebla desde 1988, para quien los textiles han sido la materia prima de su obra, pues fue en ellos donde no sólo encontró su lenguaje sino su propio hogar.
Quien fuera coordinador de la licenciatura en Diseño en arte textil regresa a su alma máter para montar la exposición Mi hogar imaginario que abrirá este jueves 11 de abril a las 17 horas en el lobby del Instituto de Diseño e Innovación Tecnológica (IDIT) de la Universidad Iberoamericana de Puebla.
Se trata, como explica Smith durante una entrevista, de una instalación en la que reúne obra reciente y pasada -como es el caso de Destrucción Lenta, arte objeto de 2016-, en la que deja ver la manera en que se siente actualmente, que es un estado de plenitud y goce artístico y personal.
“Cumplir 65 años ha sido un aniversario importante para mí pues a través del tiempo uno va viviendo muchas cosas y adquieres más facilidad para manejar la vida, como que las cosas se vuelven más fáciles y uno se da cuenta de lo que es importante”, reflexiona.
Parte importante en su quehacer, refiere, es la historia que hay en las cosas, como ocurre en las piezas que conforman la presente instalación: los textiles que provienen de su madre y de su padre, de su esposo e incluso de la casa de sus abuelos que data de los años 20 del siglo anterior, todo ellos parte de la pieza Senderos del recuerdo, un tejido estilo “patchwork quitl”, que es hecho a partir de retazos de tela que son unidos para formar un edredón.
Roberth Smith refiere que esta pieza le hace sentirse protegido: “siento como tengo todos esos seres cerca, unos están todavía en este mundo, pero otros ya fallecieron, pero es un registro de personas importantes en mi vida”.
“De niño dormí debajo de quitls que pertenecían a mi familia, que habían hecho mis abuelas. Entonces este quitl contemporáneo tiene elementos que me encantan: el pedazo de una toalla regalo de mi tía Blanch que trabajaba en una fábrica de cigarrillos, pero en su corazón era poetisa; un bordado de su mamá y otro hecho por su hermana; otro retazo de la falda de mamá y parte del saco que usaba mi papá en el ejército”, menciona el artista al señalar cada uno de los trozos de tela que conforman la pieza de gran formato que se completa con El mapa de Senderos del recuerdo, en el que contiene ejemplos de la pedacería y sus historias.
Destacan también los Capullos, aquellas piezas tejidas que cuelgan en una especie de cueva natural, que recuerdan la forma en que su abuela le enseñó a tejer en crochet –ganchillo–, que tienen como materia prima un estambre que el artista adquiere en Santa Ana Chiautempan, comunidad reconocida por la calidad de sus textiles de lana.
Además, se incluyen las fotografías intervenidas con textil, gouache y tinta china llamadas La magia de la puerta del Sol y La puerta de entrada, la primera realizada de manera exprofeso para una exposición montada en Bolivia, en la que Smith dibujó la puerta de uno de los sitios arqueológicos más importantes de ese país, por el que atraviesa la luz cada equinoccio.
En la instalación Mi hogar imaginario, que permanecerá montada en el IDIT hasta el 10 de mayo–aparece también Doña Q, una pieza tridimensional que imita al coatí hembra que oye rondar el techo de su taller y a la que ha visto habitar su jardín, cazando y corriendo, siendo el nexo más vivo que el artista encuentra con la naturaleza e incluso con la mitología maya, pues en dicha cultura son concebidos como los “mediadores de lo sagrado”.