Martes, abril 22, 2025

Dolor, percepción y cognición social

La empatía es, pues, una forma de inferencia psicológica en la que la observación, la memoria, el conocimiento y el razonamiento se combinan para poder comprender los pensamientos y sentimientos de los demás
La empatía es, pues, una forma de inferencia psicológica en la que la observación, la memoria, el conocimiento y el razonamiento se combinan para poder comprender los pensamientos y sentimientos de los demás

La identificación de las áreas cerebrales involucradas en el procesamiento de las emociones permite establecer como surgen y cuáles son las asociaciones que se van formando cuando se recibe un estímulo emocional. En el procesamiento emocional están involucradas la región anterior de la ínsula y la corteza del cíngulo anterior. Estas áreas a su vez participan en la simulación emocional de la experiencia de otros individuos. Al evocar respuestas emocionales estas áreas se activan, ya sea cuando se experimenta emociones positivas o negativas, así como cuando se es testigo de ellas. La evidencia obtenida hasta el momento indica que al estimular eléctricamente estas áreas se obtinen respuesta corporales, lo que señalaría a la simulación emocional no como algo meramente conceptual sino como una representación corporal1. Este último punto podría estar reforzando la vieja tesis que dice: “estamos tristes porque lloramos y no al revés de que lloramos porque estamos tristes”2.

Otra región cerebral que participa en la percepción de la experiencia de otros es la somato–sensorial. El sistema somato–sensorial (área cerebral de recepción y procesamiento de estímulos provenientes del cuerpo) se caracteriza por el procesamiento de la información táctil, propioceptiva y nocipercepción (dolor). La forma cómo esta área participa en el procesamiento emocional simulando la percepción de estímulos. En otras palabras, cuando uno ve que están tocando algo, el cerebro lo simula como si lo estuviéramos experimentando. La simulación es completa, ya que no tan sólo se simula la percepción táctil sino las formas y las maneras de lo que uno está viendo. Interesantemente, este es el sistema que se activa cuando se observan películas pornográficas y es por esto que nos excitamos sexualmente cuando vemos tocar zonas erógenas.

Christian Keysers y col3, señalan que cuando observamos las acciones de otros la actividad indirecta de diferentes áreas cerebrales, incluyendo la área premotora, contribuye cada una a diferentes aspectos de la percepción de las acciones de otros. Estas regiones programan nuestra respuesta motora, detectando las intenciones de otros y experimentando lo que se sentiría el mover el propio cuerpo en la forma observada respectivamente. En algún momento de nuestra vida todos hemos experimentado lo aversivo que representa el ser testigo del dolor ajeno. Por ejemplo, si vemos la cara de nuestra pareja expresando dolor, nos sentimos fuertemente angustiados. Si en la cocina lo vemos cortarse el dedo con un cuchillo filoso, no tan sólo nos sentimos angustiados sino que nos inclinamos a agarrar nuestro propio dedo. Los estudios de imágenes del cerebro a través de la resonancia magnética funcional han corroborado todos estos descubrimientos. Al presentarse filmaciones o imágenes de personas sufriendo experiencias traumáticas, la región del procesamiento nociceptivo se activa en los observadores. Lo que ha podido servir para concluir que la empatía por el dolor involucra los componentes afectivos, aunque no así, los componentes sensitivos de éste4.

La teoría de simulación propone que podemos entender los estados mentales de otros sobre la base de nuestros propios estados mentales5. En el cerebro existe un sistema de neuronas “espejo” (neuronas sensoriales–motoras) que se activa cuando observamos a otra persona experimentar una emoción como si nosotros mismos la estuviéramos experimentando, como si fuera por contagio. A través de este mecanismo podemos experimentar el estado emocional de otra persona, lo que se conoce como empatía. Las neuronas espejos, localizadas en la corteza premotora y parietal son la base neuronal de la empatía. Los actuales modelos neurocientíficos de empatía postulan que un estado motor, perceptivo o emocional determinado de un individuo activa las correspondientes representaciones y procesos neuronales en otro individuo que observa ese estado6.

El concepto de empatía acarrea la sensación de sentir los sentimientos de otros. En latín, la palabra significa, “sentir adentro” o “sentir con”7. La respuesta empática incluye la capacidad para comprender al otro y ponerse en su lugar a partir de lo que se observa, de la información verbal o de la información accesible desde la memoria desde la memoria (toma de perspectiva), y la reacción afectiva de compartir su estado emocional, que puede producir tristeza, malestar o ansiedad. Así, la empatía debe favorecer la percepción tanto de las emociones (alegría, tristeza, sorpresa) como las sensaciones (tacto, dolor) de otras personas. Por ello, la empatía desempeña un papel central en la disposición pro–social de las personas y en su supervivencia, ya que ésta depende de la habilidad para funcionar de manera óptima dentro del contexto social, para lo cual es fundamental comprender lo que sienten los demás8. La empatía es, pues, una forma de inferencia psicológica en la que la observación, la memoria, el conocimiento y el razonamiento se combinan para poder comprender los pensamientos y sentimientos de los demás. El aspecto cognitivo de la empatía estaría muy relacionado con la capacidad para abstraer los procesos mentales de otras personas, ToM (Teoría1a de la Mente) o inteligencia social.

Así pues, la comprensión del comportamiento o de la forma de tomar decisiones de otra persona también dependerá de la capacidad para experimentar de forma vicaria los estados emocionales de éste. En otras palabras, la empatía, esto es, la habilidad para entender las necesidades, sentimientos y problemas de los demás, poniéndose en su lugar, influirá en nuestro comportamiento social permitiéndonos comprender correctamente las reacciones emocionales del otro. En las últimas décadas se ha resaltado la relevancia de la empatía en la disposición pro–social de las personas y su función inhibitoria de agresividad e, inclusive, en el desarrollo moral de las personas.

Uno de los retos más importantes de la cognición social es el entender las fuerzas que gobiernan el comportamiento de las otras personas. A deferencia de los objetos inanimados, al comportamiento de las personas se les puede atribuir un estado mental inobservable9. Al percibir a otras personas también se predicen como estos van actuar adoptando su “postura intencional”, asumiendo que las personas están motivadas por sus creencias, deseos, sentimientos y metas actuales. Por lo tanto, un reto fundamental para entender a otras personas es la habilidad para inferir que pudiera haber debajo de esos estados mentales.

La empatía, pues, como forma de cognición social, incluye al conjunto de operaciones mentales que subyacen en las interacciones sociales, y que incluyen los procesos implicados en la percepción, interpretación y generación de respuestas ante las intenciones, disposiciones y conductas de otros10. La cognición social, por tanto, es crítica para el funcionamiento en comunidad. Sin ésta, sería imposible la interacción entre sujetos en un ambiente social.

 

1 Christian Keysers, Jon H. Kaas and Valeria Gazzola, Somatosensation in social perception, Nature Review–Neuroscience, Vol. 11, 517428 ( 2010)

2 James, W. (1894). The Physical basis of emotion. Psychological Review, 1, 516529.

3 Ibid.

4 Singer, T. et al. Empathy for pain involves the affective but not sensory components of pain. Science 303, 1157–1162 (2004).

5 Gallese, V., and Goldman, A. Mirror neurons and the simulation theory of mindreading (1998). Trends Cogn. Sci. 2, 493–501.

6 Behav. Brain Sci., 2002; 25, 1–20

7 Bernard J. Baars and Nicole M. Gage; Cognition, Brain, and Consciousness (2007), Boston, Mass, Academic Press p. 392.

8 Rev Neurol 2010, 50 (2), p. 89–100.

9 Ibid, p. 68.

10 Kunda Z. Social Cognition, 1999, Cambrige, Mass. MIT Press.

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