Cuando Inglaterra, en Wembley, le clavó ocho goles a México (10.05.61), el país se hundió en la consternación y la tristeza. Cuando los ratones verdes cumplieron en Argentina 78 su peor papel en cualquier Copa del Mundo (tres goleadas al hilo), furibundos hinchas apedrearon los cristales de las casas de varios jugadores, castigando el ridículo contraste establecido entre la impotencia y pasividad mostradas en las canchas mundialistas con sus infatuadas declaraciones iniciales, encabezados por las del DT José Antonio Roca, impuesto por América-Televisa.
En cambio, ahora que una versión paupérrima de Honduras se deshizo sin mucho esfuerzo del odiado visitante azteca (2-0), uniendo a la humillación deportiva el cobarde, artero y certero golpe a la cabeza de Javier Aguirre con una lata de cerveza lanzada desde el graderío, la respuesta han sido docenas de memes donde la mofa y el sarcasmo se dan la mano. No la pena o la indignación de antaño sino una suerte de merecido se lo tienen dedicado por igual a directivos y jugadores, es decir, a los responsables de la imparable decadencia del balompié nacional, deporte que alguna vez apasionó e ilusionó a la paisanada y hoy solamente es capaz de generar sarcasmos o indiferencia por parte de una afición reiteradamente burlada, vejada y abandonada por quienes le fueron escamoteando cuando de alegría e interés legítimos encierra el futbol cuando se administra y se juega como debe ser.
Poco hay que agregar a la derrota del viernes en el estadio Morazán de San Pedro Sula, donde se comprobaron una vez más los efectos de la destrucción sistemática de la cantera, la mentira no menos insistente de una publicrónica cada vez más desgastada e impopular, y los no por turbios menos desatinados manejos orquestados por la tríada Femexfut-Televisa-Dueños.
Este Honduras-México debe ser de los peor jugados de la historia –toda ella bastante pobre futbolísticamente-, tanto como inexcusable la derrota mexicana. Cuando dos equipos juegan a nada, la suerte suele acompañar al que cuente con el jugador más avispado, que esta vez resultó ser el hondureño Luis Palma, autor de dos goles (64´y 83´) que, entre otras cosas, pusieron en evidencia a Memo Chochoa, con el que Javier Aguirre confirmó su adhesión a los elementos más vetustos de su elenco, igual que la presencia del colombiano Julián Quiñones daba fe del fervor del bombero elegido por los directivos por el uso y abuso de nacionalizados de medio pelo.
Claro que el naufragio podrá revertirse mañana, en las alturas de Toluca, cuando los catrachos devuelvan la visita. Y si las cosas se complicaran, ahí está el arbitraje para echarnos una manita, como ocurriera la vez anterior con esos 15´ añadidos a los 90´ que posibilitarían el acceso del Tri a la Copa América, aunque fuera para hacer el ridículo.
Cuartos de final. La eliminatoria México-Honduras corresponde a los cuartos de final de un engendro llamado Copa de Naciones de la Concaf, cuyas otros cuatro parecen haber quedado resueltos desde la ida a través de sendas victorias del visitante en turno, ya que EU venció a Jamaica en Kingston, Canadá dio cuenta de Surinam en Paramaribo y Panamá sorprendió a los ticos en el Ricardo Saprissa de San José. Para mayor coincidencia, todos los encuentros terminaron con el mismo marcador de 0-1.
A diferencia del partido de Toluca, que se juega el martes, los tres mencionados son para hoy.
El largo camino de la Conmebol. Más interesante, sin duda, es la eliminatoria sudamericana con vistas al Mundial 2026. En la semana ida se jugó la fecha 11/18 con la sorpresiva derrota de Argentina en Asunción (Paraguay 2-1), a pesar de lo cual la albiceleste se conserva firme en el liderato (22 puntos). Pero donde el vértigo emocional alcanzó su punto más alto fue en el centenario de Montevideo, con la victoria del local sobre una insumisa Colombia, que había empatado en el minuto 90+6 y perdió el partido al 90+11 al con agónico gol de Ugarte (Uruguay 3-2). Con esto, los charrúas igualaron en el subliderato a los cafetaleros, ambos con 19 unidades.
Brasil hubiera podido igualarlos, pero a pesar de jugar con un hombre más por expulsión del venezolano González solo consiguió rescatar un punto de su visita a Caracas (1-1), reduciéndose al mínimo su ventaja sobre Ecuador y Paraguay (17 por 18 del canarinho) luego que los ecuatorianos aplastaran a Bolivia (4-0), anclada en 12, los mismos guarismos que presenta Venezuela, quedando relegados a la cola a los otrora tan respetables representativos de Perú (7) y Chile (6), cuyo encuentro en Lima finalizó sin goles.
Lo de Chile es tanto más sorprendente porque se trata de un doble campeón de la Copa América relativamente reciente (2015, 2016, cuando vapulearon 7-0 al Tri en el centenario del certamen). El envejecimiento del plantel y la bajísima producción de nuevos valores, posterior a la generación dorada de los Alexis Sánchez, Vidal, Medel, Aránguiz, Sepúlveda, Vargas y demás pesos pesados, denota un pobre trabajo de cantera, capitaneado por directivas que tampoco deben ser de muchas luces.
Para mañana. Los encuentros de este martes anuncian nuevos reacomodos en la parte alta de la tabla, aunque el líder, eso sí, la tiene fácil. Vean si no: Argentina-Perú, Colombia-Ecuador, Bolivia-Paraguay, Chile-Venezuela y, lo mejor del día, Brasil-Uruguay.
Infantino. El presidente de la FIFA, seguramente alarmado por el rechazo que tanto en Europa como en América del Sur ha tenido el nuevo e infladísimo formato de su mundialito de clubes previsto para 2025 en EU –¡32 equipos procedentes de todas las federaciones continentales, a disputarse entre el 15 de junio y el 13 de julio del año entrante!–, acaba de anunciar que “la FIFA no recibirá un solo centavo; las ganancias irán íntegras a las arcas de las federaciones”. Por supuesto que, de ser eso cierto, se puede dar ese lujo. Le basta con lo que se lleva Zúrich en cada fecha FIFA, que implica más de un centenar de partidos internacionales al mes, incluido en el sobrecargado calendario inventos tan absurdos como la Copa de Naciones de la Concacaf, y sus antecedentes del mismo calibre en Europa y África, que de por sí tenían ya sus torneos cuatrienales que, en el caso de la Copa de Oro de la Concacaf, se celebran cada dos años, pues aquí los dineros por televisar se imponen aunque la frecuencia atente contra la trascendencia del torneo.