La más reciente diferencia entre el gobierno mexicano y el de España se suscitó, como es bien sabido, a raíz de que la administración de Claudia Sheinbaum decidió no invitar a su toma de posesión al Rey de España debido a que no han emitido las disculpas que exigiera el gobierno mexicano hace unos años. Por supuesto, las reacciones desde una diversidad de puntos de vista no se hicieron esperar. Los extremos se tocan cuando de ignorancia se trata y hay quien, con total desconocimiento de los acontecimientos históricos, sólo por el hecho de que la disculpa fue pedida por AMLO la apoyan a rajatabla. En el otro espectro encontramos aquellos que, al igual, con un desconocimiento total de la historia, llevan su hispanofilia y colonialidad a niveles insospechados y se pitorrean de la exigencia del gobierno mexicano argumentando que no se entiende que España “nos trajo civilización” y “nos sacó de la barbarie”. Sorprenden más todavía aquellos académicos y académicas que deliberadamente ignoran -a menos que en sus cursos de historia no hubieran visto nada al respecto, cosa que dudo- la larga lista de atrocidades cometidas por los europeos en tierras americanas durante los tres siglos de dominación; de igual manera, aquello que agudamente llama Bonaventura de Sousa el “epistemicidio”, es decir, la destrucción de todo el sistema de pensamiento de las comunidades originarias de América a favor de un sistema europeo centrado en el capitalismo, la acumulación de bienes para el comercio y la explotación desmedida de personas, recursos y medio ambiente. Aquí, es justo decirlo, añadimos la ciencia traída desde Europa, pretendidamente universal e impuesta como la única versión del mundo. La Historia, como disciplina, también ha contribuido con este epistemicidio imponiendo una versión de la historia, aquella universal, que corre en una sola dirección y que plantea siempre un antes y un después; donde Europa -y sus herederos en América y otras latitudes- siempre es el centro, vanguardia y pasado glorioso, además de que se ostenta como la auténtica fuerza civilizatoria del mundo, medida de todas las cosas, poseedora de la luz moral auténtica, clasificadora de todo lo clasificable y más. Boaventura de Sousa comenta en una entrevista realizada por El Salto Diario, a cuento de la publicación del libro “Justicia entre saberes. Epistemologías del Sur en contra del epistemicidio” (2018), “…hay un desequilibrio muy grande en el mundo debido al hecho de que consideramos —no desde hace mucho tiempo, desde el siglo XVII o XVIII— que el único conocimiento válido es el conocimiento científico. Y, por eso, quien detenta el conocimiento tiene más poder, porque el conocimiento es poder y el conocimiento más válido corresponde al poder más fuerte. Hasta ahora ese conocimiento científico ha estado concentrado en los países del norte geográfico, o sea, América del Norte, y Europa. La posición de fuerza desde los tiempos coloniales del capitalismo moderno, sobre todo después del siglo XIX, parte de la idea de que donde está la frontera científica y el conocimiento científico es donde está el desarrollo más grande, y por tanto el más grande poder imperial en el mundo”. Nosotros, indudablemente, estamos del lado desfavorecido de la frontera y, por más que lo crean así los hispanófilos de hoy, somos dependientes, trágicamente colonizados.
La larga lista de agravios cometidos por los europeos y sus descendientes sobre las comunidades originarias es patente y está ahí para quien decida estudiarla. La necesidad de constituir instituciones y ordenamientos legales para defender a las comunidades de los abusos de conquistadores y encomenderos, al menos en el siglo XVI, son evidencia clara de lo que hablamos. Ejemplar es lo acontecido con algunos participantes de la Rebelión de los Indios del Pánuco en 1523 que se dio debido a los abusos cometidos por los conquistadores de la zona. Según consta en el libro “Rebeliones indígenas de la época colonial” de María Teresa Huerta y Patricia Palacios “Vencidos los enemigos, Sandoval [enviado a sofocar la rebelión] con horrible crueldad hizo quemar a cuatrocientos de los principales; nombró autoridades de Santi-Esteban del Puerto y escribió a Cortés la relación de todo lo acontecido. El conquistador de México contestó a Sandoval dándole el para bien por el término de aquella campaña y prodigando alabanzas a su valor, actividad y energía; y envió al alcalde Diego de Ocampo para hacer las averiguaciones y justicia conveniente en los de Garay, que con sus bandos y rencillas no dejaban asentar la paz en la Provincia”. No consta en el relato si es que los de Garay, responsables de los abusos que propiciaron la rebelión fueron quemados también, aunque me queda claro que no fue así. Si revisamos el grueso de estas rebeliones, veremos que el castigo a los insurrectos siempre será infinitamente superior -tanto en el tormento que se les aplicó como en la muerte que seguía frecuentemente- al de los europeos, que o recibían una reprimenda o simplemente eran separados de su cargo. Cualquiera con uso de razón verá en semejante castigo –¡400 rebeldes quemados! – no sólo una atrocidad, sino la inmensa hipocresía con la que Europa en general y España en particular, suelen justificar las atrocidades cometidas, como veremos a continuación.
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La presidenta Sheinbaum fue insultada recientemente por el portavoz del grupo parlamentario de VOX en las Cortes de Aragón, Alejandro Nolasco, quien, según reporta La Jornada, “ha asegurado que la nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, se ha comportado ‘como una absoluta analfabeta y como una absoluta ignorante’ y ha asegurado que los españoles ‘jamás vamos a pedir perdón’ y ‘mucho menos por hacer las cosas bien’ frente a ‘tribus’ como incas, aztecas o mayas que ‘venían de una cultura horripilante’”. En unas cuantas frases, semejante personaje no sólo exhibió su profunda ignorancia, sino hizo gala del clasismo y racismo que estupendamente importó Europa a América, no sólo como el sistema social imperante en esos territorios, sino como un apoyo fundamental para la construcción del sistema económico de explotación y expolio de estas tierras. En efecto, la categoría de raza y la distinción de civilización y barbarie, fueron constituidos precisamente para justificar las empresas de conquista y colonización de estas tierras y, claro, la explotación de los recursos y de sus habitantes. Eso sí que lo hicieron bien. ¿Podrá justificar este ignaro venido a portavoz atrocidades cometidas por los europeos, como la relatada anteriormente? Sería tanto como justificar el genocidio israelí en Gaza recientemente, aunque pienso que, para conservadores como éste, que pertenecen a la misma cepa de Netanyahu, todo será justificable en aras de lo que se les dé la gana. Nolasco, por el contrario, como sigue la nota, “ha rechazado las palabras de Sheinbaum, quien expresó este martes en su toma de posesión que ‘la grandeza de México reside en las civilizaciones que vivían en esta tierra antes de que nos invadieran’ y ha preguntado si se refería a las de ‘los sacrificios humanos que se sacaban el corazón’, las que ‘se comían a los niños’ o las de ‘las absolutas atrocidades que se cometían’. (…) En este sentido, el diputado autonómico de VOX ha considerado que ‘la civilización maya puede que sea una de las más crueles y repugnantes de la historia de la humanidad’ y que ‘todo el progreso que tiene ahora mismo Hispanoamérica se lo debe en gran parte a España y a esa gran gesta que hizo’”. Herencia, claro, que los gobiernos emanados de las revoluciones de independencia de América continuaron con el expolio a estas comunidades, exterminando a unas, desarraigando a otras y torpedeando desde múltiples formas las expresiones culturales e identidades diversas. Unos Estados más o menos han ofrecido ya sus disculpas a sus pueblos originarios, aunque ello no signifique que pararán con los esquemas económicos que han venido imperando hasta ahora. El gobierno de México ya ha ofrecido disculpas a sus pueblos originarios, pero hay que ver hasta dónde lograrán frenar el expolio que siguen viviendo. Nosotros tenemos nuestros propios fantasmas, sin duda.
En realidad, no necesitamos como país la disculpa de la Monarquía española. Tanto su rey, como Vox, partido que representa lo más granado del conservadurismo español, de la intolerancia, la represión y muerte, pueden quedarse con sus sueños imperiales y autocomplacerse en su supuesta “misión civilizatoria y evangelizadora”. Desde hace algunos años, a estas cabecitas conservadoras les han salido respondones sus supuestos “herederos”, hijos malagradecidos que debían rendirles culto eterno por la civilización y modernidad recibida, ambas que a la fecha, como he denunciado constantemente en esta columna, echan agua y muestran sus consecuencias más nefastas. Lo que fastidia en serio, es esa corriente conservadora que, desde la academia, como he dicho líneas arriba, se monta en el crecimiento inusitado del pensamiento conservador en el mundo para publicar y vender libros “best sellers” de historia contada a medias, dirigida a gente con aspiraciones nobiliarias, de apellidos auto considerados rimbombantes y de código postal de dizque de “primera”. Europa en general y España en particular, bien harán en explorar su pasado y asumir qué tanto han perjudicado al mundo con su ambición desmedida. Hay genocidio, hay ecocidio y hay epistemicidio, de ello no cabe duda. Dejemos que ellos sigan en la negación y que se retuerzan en su autocomplacencia; es tiempo de que nosotros construyamos una realidad diferente. Centrémonos en lo que nos dice Boaventura de Sousa en el “Manifiesto por el buen vivir”, incluido en el libro “Justicia entre saberes…” del que ya hemos hablado: “El mundo está lleno de oportunidades para vivir bien, tanto en lo que se refiere a nosotros mismos como a la madre tierra. Queremos tener la oportunidad de aprovecharlas. Sabemos mejor qué es lo que no queremos que lo que queremos. (…) Queremos hablar por nosotros mismos. No queremos que se nos vea al otro lado de la línea. Queremos eliminar la línea”. Pero para ello, debemos ser nosotros fuera de ellos, sus disculpas o reconocimiento. Este gobierno tiene una oportunidad genial que implica liderarnos en la construcción de algo propio, libres de Occidente y sus yugos; eso, indudablemente no gustará a los que están del otro lado y a los de adentro que sueñan con estar del otro lado. Lástima.
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