Los peligros de la automedicación y la indiscriminada venta de medicinas en México son por todos conocidas y a pesar de la lógica, día con día parecen aumentar como un fenómeno social. El problema marca un desorden que muy difícilmente se podrá controlar, pues lo que determina este suceso gira en torno a la situación de deterioro económico de la que somos afectados un gran número de mexicanos; complicaciones graves por falta de educación y de conciencia; intereses económicos además de políticos que involucran a las trasnacionales que fabrican y venden medicinas, pero, sobre todo, el desprestigio en el que hemos caído los médicos.
Esta situación de descrédito sin duda obedece a que la profesión gradualmente se ha alejado de la ética y la lógica en biología. Ya no hacemos razonamientos clínicos con buenas bases, sino que, alcanzados por la tremenda mercadotecnia que inunda las esferas de actividades sociales, indicamos tratamientos en una forma mecánica dejándonos llevar por la moda, lo moderno, la presentación o el precio, como si la efectividad de un tratamiento obedeciera más a estos aspectos, antes que a un diagnóstico preciso y a una experiencia personal acumulada.
Lo anterior gira en torno a una desagradable experiencia que recientemente viví, cuando se me pidió inyectar a un niño de nueve meses de edad, con una infección respiratoria alta (es decir, de la faringe o parte posterior de la garganta) y que tenía como indicación una dosis única intramuscular de Ceftriaxona, que es un muy potente antibiótico que está clasificado dentro las denominadas “Cefalosporinas de tercera generación”. Este medicamento debe ser reservado para casos de septicemia, es decir, infecciones generalizadas a todo el organismo por medio de la sangre; infecciones graves del abdomen, aparato respiratorio (como neumonías), de los huesos, urinarias complicadas o ginecológicas, meningitis bacteriana (que es una infección de las membranas que recubren el cerebro); y aunque en Estados Unidos ya ha sido aprobada su utilización en una inyección única intramuscular cuando niños de 5 meses a 5 años de edad padezcan infecciones no complicadas del oído medio (otitis media bacteriana); la dosis ponderal, es decir, la cantidad de medicamento por kilogramo de peso, debe ser cuidadosamente calculada a 50 miligramos por cada kilo, sin exceder 1 gramo por dosis.
Tal vez en una forma irreverente, me negué a inyectar al bebé, pese a que los familiares me habían mostrado la receta con la indicación. Esta negativa obedeció a que, hace algunos años hice una revisión de un problema grave denominado Colitis pseudo-membranosa, ocasionada por una bacteria llamada Clostridium difficile que puede estar presente en la última porción del intestino y que, al resistir el embate de los antibióticos, rompe el equilibrio microbiológico natural, no teniendo competidores, provocando una infección grave que puede ser fatal.
En un texto que transcribo directamente de la página de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se expresa que…
Cada noviembre, la semana mundial de concientización sobre el uso de los antibióticos tiene como objetivo aumentar la conciencia mundial de la resistencia a los antibióticos y estimular las mejores prácticas entre el público en general, los trabajadores de la salud y los responsables de la formulación de políticas para evitar la aparición y propagación de resistencia a los antibióticos.
Desde su descubrimiento, los antibióticos han servido como la piedra angular de la medicina moderna. Sin embargo, el persistente abuso y mal uso de antibióticos en la salud humana y animal han favorecido la aparición y propagación de la resistencia antimicrobiana, la cual ocurre cuando los microbios, como las bacterias, se vuelven resistentes a los medicamentos utilizados para tratarlas.
No comprendo por qué, las penicilinas, que son antibióticos baratos, de fácil acceso, con menos efectos secundarios y con muy buena respuesta, cada vez son menos utilizadas. Mucho menos entiendo hasta qué grado se justifica la utilización de medicamentos nuevos, cada vez más potentes y no necesariamente más efectivos. El resultado de la utilización indiscriminada de estas medicinas ha generado que, hoy ya se hayan encontrado bacterias prácticamente indestructibles, que son resistentes a cualquier antibiótico.
Es urgente que establezcamos estrategias para que los profesionales en la salud, propongamos tratamientos debidamente protocolizados. A final de cuentas, una pluma en manos de un médico mal preparado, puede ser tan letal como un arma de fuego cargada y sostenida por alguien tan inexperto… como un niño.
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