La denuncia de saqueos en la isla de Keros motivó al entonces joven arqueólogo Colin Renfrew a atravesar el Mar Egeo y a interesarse en un sitio que más tarde descubriría como el primer santuario marítimo del mundo; a sus 78 años de edad, la prevención de la expoliación y el tráfico ilícito de bienes culturales en todo el mundo continúa siendo una de las principales cruzadas de este reconocido científico británico.
Invitado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) para dictar una serie de conferencias, el investigador emérito de la Universidad de Cambridge y uno de los primeros en usar la técnica de radiocarbono en contextos arqueológicos, expuso los efectos perniciosos de la pérdida de la memoria colectiva no sólo de naciones, sino universal.
Renfrew explicó y ejemplificó las complicidades que a distintos niveles colocan en “la cuerda floja” a la arqueología, debido a que el problema de fondo del saqueo, más allá de la posesión ilegal de bienes culturales por parte de coleccionistas privados, “es que nuestra posibilidad de aprender acerca del pasado de la humanidad se pierde a través de la alteración del contexto”.
Si bien, dijo, el coleccionismo formó parte de la “arqueología seria” de los siglos XVI al XIX, esto cambió tras las guerras mundiales suscitadas en el XX y que dieron lugar a una mayor conciencia sobre la pérdida del patrimonio, por lo que en 1970 se aprobó en el seno de la Unesco, la Convención sobre las medidas que deben adoptarse para prohibir e impedir la importación, la exportación y la transferencia de propiedad ilícita de bienes culturales.
Renfrew, considerado uno de los pioneros de la “Nueva Arqueología”, fue claro al decir que en este nuevo milenio sigue operando un círculo vicioso que comienza con la realización de una excavación clandestina (en algún sitio de cualquier continente), las piezas arqueológicas pasan del saqueador a un vendedor local y, a su vez, éste la comercia con un traficante “mejor conectado” que lo hará llegar a un coleccionista privado.
Lo anterior —continuó— es la parte inicial de este “entramado de corrupción”, en el que en algún momento dicho coleccionista privado querrá mostrar públicamente su colección o parte de ella, mediante una exposición en algún museo importante, para ello se editará un catálogo de lujo en el cual no estará especificada claramente la procedencia del objeto. Y es aquí donde se llega a otro nivel.
Cual mecenas, algunos de estos coleccionistas toman la decisión de “donar” sus acervos a prestigiados museos, cuyos directivos y pese a lo estipulado en la Convención de 1970, no siempre se muestran dispuestos a corroborar los orígenes de estos.
Lo cierto es que esta donación conlleva una considerable exención de impuestos a los supuestos “mecenas”, incluso mayores a la cantidad que “invirtieron” de forma inicial al adquirir las piezas producto del saqueo. “Por desgracia, las regulaciones internacionales no se siguen ni se aplican de forma correcta”.