La desigualdades en el entorno afectan, no solo nuestras oportunidades sociales y económicas sino también a las esferas en la salud.
Un estudio particularmente novedoso publicado en la revista Nature Aging, revela cómo estas disparidades económicas también influyen directamente en la salud del cerebro, especialmente en lo que se refiere al envejecimiento y la demencia. A través de una investigación pionera que abarcó países de América Latina y los Estados Unidos, los científicos han logrado conectar el efecto de las desigualdades sociales con cambios biológicos cerebrales. Sobresale el término desigualdad estructural, que se refiere a la distribución desigual de recursos y oportunidades en un territorio. Este concepto, medido por el índice de Gini (que se calcula analizando la distribución de los ingresos entre la población) muestra que mientras es más alto es el índice de Gini, más pronunciada es la desigualdad. Pero inmediatamente se puede uno preguntar en qué medida esta desigualdad representa la, “figurativa” forma de cincelar nuestros cerebros, llegando a la conclusión de que, entendiendo cómo las desigualdades sociales nos afectan, se delimitan una serie de claves para comprender la forma de envejecer en la condición más saludable.
El estudio analizó datos de neuroimágenes de 2,135 participantes, incluyendo adultos mayores sanos y personas con demencia, distribuidos en países como Argentina, Chile, Colombia, Perú, México y Estados Unidos. Los resultados mostraron que la desigualdad socioeconómica está asociada a:
- Menor volumen cerebral y conectividad funcional: En regiones clave del cerebro, como el hipocampo, el cerebelo y el tálamo, la desigualdad estructural se asoció con atrofia cerebral y menor conectividad neuronal.
- Mayor impacto en América Latina: Los efectos fueron más severos en los países latinoamericanos, donde la desigualdad suele ser más alta que en Estados Unidos.
Además, el impacto fue más pronunciado en personas con Alzheimer que con otras condiciones (Demencia Frontotemporal).
- Independencia de otros factores: Estos resultados se mantuvieron incluso después de ajustar variables como edad, sexo y nivel educativo.
En este trabajo se subraya cómo factores sociales estructurales pueden tener un impacto biológico profundo. Es un llamado a investigar y actuar desde una perspectiva integral, para poder determinar en qué medida, factores sociales, como la desigualdad, se pueden vincular con biomarcadores a nivel del cerebro.
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Más allá de los determinantes individuales como el nivel educativo o los ingresos personales, la desigualdad estructural tiene un impacto directo en niveles cognitivos, especialmente en regiones donde las brechas sociales son más profundas.
La investigación también destaca cómo estos efectos son más visibles en poblaciones de grupos minoritarios y marginados como las de América Latina, enfatizando la necesidad de llevar a cabo intervenciones dirigidas a buscar mecanismos que aborden estas desigualdades desde una perspectiva política y médica. Los hallazgos subrayan la urgencia de implementar políticas que reduzcan las desigualdades sociales, diseñar estrategias de salud específicas para poblaciones vulnerables y promover más investigaciones que integren perspectivas sociales y biológicas.
La salud cerebral no es solo una cuestión de genes o estilo de vida. También está profundamente influenciada por nuestro entorno social. Este estudio nos invita a repensar cómo abordamos el envejecimiento y las enfermedades neurodegenerativas, destacando que reducir las desigualdades no solo mejora la justicia social, sino también podría proteger nuestros cerebros.
Referencia: Legaz, A., Altschuler, F., Gonzalez-Gomez, R. et al. Structural inequality linked to brain volume and network dynamics in aging and dementia across the Americas. Nat Aging (2024). https://doi.org/10.1038/s43587-024-00781-2
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