“La chamaca no quiere hacer nada… pero lo que vive es la consecuencia de la decisión de su madre, sin haberla tomado en cuenta a ella. Es la historia de cómo un derecho de la madre termina siendo un no derecho, o un derecho chueco de la hija”, dijo el tío de la chamaca.
La historia es la siguiente: hace 20 años una joven quedó embarazada de un hombre mayor, casado. En su momento el señor hizo abortar a la joven, ya que eso le destrozaría su matrimonio de intereses. Además, el señor no sabía si ella en verdad lo amaba o si sólo andaba con él por interés. La joven, obediente, abortó. Y así, su relación continuó.
Algunos años después la joven volvió a quedar embarazada. Es decir, ambos no se cuidaban ni para evitar embarazos no deseados (el supuesto interés de él), ni para evitar enfermedades de transmisión sexual, ya que quedaba claro que él tenía, también, relaciones con su esposa. Y tampoco quedaba claro que la joven le fuera fiel. Era un cuidado obligado por donde se le viera.
En esos momentos él propuso nuevamente el aborto, pero no la obligó como antaño, ya que, con varios años de relación, era una relación cómoda y él sabía que ella no quería afectar su matrimonio y tampoco tenía interés en abusar del aspecto económico.
La joven decidió tener a su hija –la hoy chamaca–, pero con la condición de que él no la reconocería, no le daría su apellido, no pasaría tiempo con ella y tampoco se haría cargo en lo económico. La joven asumió y tuvo a la niña, registrándola con sus mismos apellidos, como suele suceder.
La niña siempre supo quién era su papá a pesar de no convivir con él. No tiene carencias económicas ni penurias materiales dado que su madre siempre ha sido una buena proveedora, aunque no la atiende ni pasa tiempo con ella: “Tomé mi decisión y lo apechugo: la hija es mía y punto”, dice la mujer.
De niña no cuestionó la decisión de la madre, pero cuando tuvo acceso a más información, supo de sus derechos como niña y como hija: derecho al apellido del padre, al bienestar del que el mismo gozaba y a otras linduras que la protegen. En su momento lo comentó con el tío y éste le dijo que en efecto, así era.
La chamaca no quiso ni mencionarlo a su madre y decidió no hacer nada al respecto: siguiendo el pensamiento de la madre, tampoco quería parecer interesada en compartir el alto nivel económico del padre.
Bien dijo el tío: “En estos casos los derechos de los niños no existen porque se supeditan a el derecho de la madre. Eso es pensar chueco. Es hacer que los niños tengan derechos chuecos.”