Martes, marzo 18, 2025

La democracia según Biden

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En la actualidad, es difícil encontrar a quien se oponga a la democracia. El problema viene cuando se trata de definir la democracia. 

La democracia sustenta el proceso de decisiones colectivas, incluyendo la forma de elegir a quienes han de gobernar una nación en todos sus niveles. Pero Joe Biden, el presidente estadounidense, parece no aceptar más que una democracia: la de su país: la representativa y su peculiar interpretación estadounidense en la que, quien gana el voto popular, puede perder la elección en el Consejo Electoral. Además, este tipo de democracia es muy limitado, pues se reduce a elegir gobernantes y no al conjunto de la sociedad, lo cual la hace una posibilidad, entre otras más, aunque Biden no lo crea o no lo quiera. La democracia representativa, la define con precisión Norberto Bobbio, advirtiendo “que es la forma de gobierno en la que el pueblo no toma las decisiones que le atañen, sino que elige a sus representantes que deben decidir por él […] La democracia representativa nació de la convicción de que los representantes elegidos por los ciudadanos son capaces de juzgar cuales son los intereses generales mejor que los ciudadanos, demasiado cerrados en la contemplación de sus intereses particulares, y por tanto la democracia indirecta es más apropiada para lograr los fines para los cuales había sido predispuesta la soberanía popular […] El diputado una vez elegido no debe comportarse como hombre de confianza de los electores que lo llevaron al parlamento, sino como representante de la nación” (Bobbio, Norberto (1996). Liberalismo y democracia, México, FCE, p. 35).  

Con esta visión, Biden invitó a un centenar de gobiernos a participar en la teleconferencia llamada “Cubre por la democracia”, en la que, sin explicar los criterios seguidos para cursar las invitaciones, quedaron excluidos: Bolivia, Cuba, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua y Venezuela. Como se ve, está excluida Bolivia e invitado Brasil; Biden excluyó a Venezuela, pero llamó al golpista Juan Guaidó; no irá Cuba, pero estará Colombia donde son asesinados los líderes sociales y el gobierno no respeta el Acurdo de Paz con las FARC. Otros países, de otras regiones, también quedaron fuera de la teleconferencia, como China y Rusia, que fueran a violentar el idílico encuentro; Turquía y Hungría, países donde Washington observa crecientes desafíos democráticos, pero los usa como aliados en la OTAN para enfrentar a Irán y Rusia.  

En fin, la reunión se llevó a cabo el jueves 9 y el viernes 10 de diciembre pasados y Biden, protagonista de su fiesta, se comprometió a redoblar la defensa de la libertad de prensa y “ayudar a periodistas valientes a defenderse”;  sin embargo, el mismo día de su discurso, escribe David Brooks: “el caso de la persecución judicial de Julián Assange y su organización WikiLeaks por el gobierno de Estados Unidos fue noticia principal con el fallo del tribunal británico a favor de permitir la extradición de Assange a Estados Unidos para enfrentar cargos de violación del Acta de Espionaje, la primera vez que se aplica esa ley contra periodísticas” (“Concluye Cumbre por la Democracia”, La Jornada, 11/12/21: 23) 

De los migrantes, no se dijo nada, como si no existieran y no fueran víctimas de la persecución y la violencia racista y clasista, ni se violaran sus derechos humanos, ahí mismo en el corazón del imperio. Si bien, Biden enfatizó la necesidad de sostener el combate contra la corrupción, olvido mencionar la desigualdad social producto del funcionamiento sin control de la economía capitalista de mercado y de la imposibilidad de una democracia plena de persistir y profundizase la desigualdad en la distribución de la riqueza y la desigualdad. Finalmente, la reunión sirvió para que Biden se proclamara como el defensor mundial de la democracia, lo cual también parce una amenaza de la que no quedan excluidos ni siquiera quienes no fueron invitados, quizá en esos se intente cumplir primero la amenaza de “restaurar la democracia” como la entiende Biden, a la conveniencia de los intereses del imperialismo y sus adláteres.

En realidad, puede leerse entre líneas, que la realización de la teleconferencia no es sino el temor de que los pueblos, en un acto soberano, puedan empezar a construir su propio camino en una sociedad cuya democracia no se limite a elegir, sino donde decida el rumbo que debe seguir el país y donde la sociedad entera viva una democracia plena de igualdad y derechos para todas y todos. En fin, una democracia que no excluya y respete las diferencias, una democracia real, como la que los mexicanos hemos empezado a construir.

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