Domingo, marzo 23, 2025

Del pasmo al caos

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Para un Javier Hernández con cara de niño regañado no existe el menor esbozo de explicación coherente al 1–2 del viernes en el Azteca: “Vamos a dormir y olvidarnos de esto, y luego ya se verá”
Para un Javier Hernández con cara de niño regañado no existe el menor esbozo de explicación coherente al 1–2 del viernes en el Azteca: “Vamos a dormir y olvidarnos de esto, y luego ya se verá”

No sabe. No quiere. No puede. No contesta. El Tri del Chepo –¿del Chepo… o de Tena… o de la tele?– navega a la deriva, sin brújula, sin dirección y sin moral. Pierde con cualquiera y no sabe cómo ni por qué. Anota un gol y carece de argumentos para defenderlo, no digamos ya para añadirle alguno más. Recibe un gol y se abre en canal, listo para ser rematado. Se humilla sin siquiera pelear. No hay actitud, nadie se rebela, nadie se siente capaz de encabezar una reacción. Colección de rostros marcados por el espanto, de cuerpos flácidos y entregados, de futbolistas sin vergüenza ni oficio. El viernes, allá arriba, los directivos respiraban incómodos. Seguramente contando ya con el relevo, que Justino Compeán anunciaría horas más tarde. Aunque el nombramiento de Luis Fernando Tena suene más a salida desesperada que a solución.

Eso ha sido y es el Tri del Chepo… o de Tena… o de la tele. Una manta de pasmados.

Joyel declarativo. Para José Manuel de la Torre “fracaso sería renunciar”. El trabajo mal programado, mal realizado y en definitiva fallido, la falta de repuestas ante la adversidad, la parálisis que sustituye una elemental actitud de rebeldía simplemente demuestran, según él, que “así es el futbol” y que “hay que seguir trabajando”, ya que “hemos planteado las cosas adecuadamente… aunque, tal vez, nos hemos equivocado”. Para que no vuelva a suceder, los que mandan lo destituyeron luego del 1–2 ante Honduras.

Para Justino Compeán “hay que reconocer (!) que la situación es muy difícil… pero… ¿renunciar yo?… soy el responsable de este proceso y tengo que aguantar hasta el final”. Nótese la similitud de “argumentos” con el destituido Chepo. Con Cmpeán al frente, la selección mayor ha sido un desastre por el que ya desfilaron –y fracasaron– siete técnicos, de 2007 a la fecha.

Para Jesús Corona no hay error suyo en el primer gol hondureño, puesto que sólo “son jugadas desafortunadas… las cuales uno las entrena durante la semana (?)”. Omitiendo piadosamente la sintaxis del ex ídolo, alguien tendría que explicar en qué consiste ese ensayo de pifias con vistas a futuros compromisos en la preparación de nuestra televisera selección.

Para un Javier Hernández con cara de niño regañado no existe el menor esbozo de explicación coherente al 1–2 del viernes en el Azteca: “Vamos a dormir y olvidarnos de esto, y luego ya se verá”.

Para Cuauhtémoc Blanco la selección “carece de un líder dentro del campo… nadie grita, nadie ordena, nadie sabe qué hacer en caso de apuro… Si creen que, a mis 40 años, todavía les puedo ser útil, aquí me tienen… Pero ahorita no, porque me estoy recuperando de un desgarre… aunque también podría ayudar desde la banca”.

Andrés Guardado se pone serio y afirma que “se nos acabó el margen de error… Ya sólo quedan nueve puntos por disputar y van a ser tres finales… Si no las ganamos, quedamos fuera del mundial”. Habrá que preguntarse si eso le importa tanto como el próximo juego del Valencia.

Desde San Sebastián, Carlos Vela declaraba, con respecto a la Selección, que “Soy un hincha más… deseo que le vaya bien y califique… No tengo nada más que decir”. Veremos ahora si su pleito era con el Chepo o con el Tri.

Algo dijo, desde Córcega, Memo Ochoa. Pero lo que dijo –“si me llaman que sea para jugar de titular… si no, mejor olvídenme”– no le gustó al Chepo. Ni a nadie. Respuesta muda de Corona, el dueño de la portería, su torpe rechazo frontal al inesperado tiro de Costly que Bengston convierte en el empate a uno.

Para los cronistas de Televisa, el “vamos muchachos” se tornó al final en un “no puede ser”, y “tal vez haya que tomar decisiones drásticas”. Pero ni el menor esbozo de crítica. Como siempre.

Y para el resto de los mortales que de las minucias futboleras se ocupan un único clamor, eco del que el Azteca coreara al final del partido, tras los olés de chunga y los restos de cerveza arrojados al vacío: “Fuera Chepo”. Finalmente se les dio gusto, pero muy pocos –micrófono, prensa o red social de por medio– han sido capaces de extender su petición contra los eternos valedores del Chepo. Es decir, los federativos y dueños que, según el propio entrenador se jactaba, eran “los únicos que en un momento dado pueden pedirme cuentas y removerme del puesto”.

A cambio, eso sí, de muchos millones de dólares.

Desmintiendo infundios. Como no faltarán los que insistan en que “México ya no es más el gigante de la Concacaf porque todos los demás han progresado mucho”, un leve repaso a la historia, tendiente a demostrar lo contrario.

Estados Unidos no cuenta hoy, ni por asomo, con equipos tan solventes como el de 1994 –jugaba su mundial y venció a la favorita Colombia, para luego caer, pero sólo por 0–1, ante Brasil, futuro ganador del torneo. Mucho menos como el que en Corea–Japón 2002 eliminó a un Tri inmensamente superior al actual (2–0), y únicamente pudo ser doblegado en cuartos (1–0) por Alemania, que iba para finalista, encuentro marcado por un arbitraje descaradamente parcial a favor de los teutones del escocés Dallas, que se dio el lujo de ignorar un claro penalti en perjuicio del cuadro de Bruce Arena.

La del viernes en el Azteca es la peor versión de Honduras que se recuerde –ya el Tri los tuvo vencidos el año pasado en Tegucigalpa, donde levantaron, de puro milagro, el empate a dos–, por lo menos desde la bravía actuación de aquellos catrachos del Chelato Ucles en España 82 (previamente, ellos y El Salvador se habían calificado eliminando a México). Para empatar a uno con ese equipo, España, el dueño de casa, tuvo que recurrir a un penalti de último momento, y tras igualar con Irlanda del Norte, aquel sólido cuadro hondureño quedó fuera porque Yugoslavia, luego de soportar un prolongado asedio, marcó otro gol agónico y los eliminó. Pero fue una generación dorada, con jugadores como Gilberto Yearwood, Costly, Búlnez o Figueroa, algunos de los cuales se quedaron en clubes de Europa y brillaron allá.

Y otro tanto Costa Rica, futbolísticamente mucho más rica cuando alcanzó los octavos de final en Italia 90 –el mundial al que México no fue por culpa de los cachirules–; ese año, los ticos vencieron y eliminaron a Escocia y Suecia, nada menos. Más tarde, otra excelente representación costarricense infligía a México el primer aztecazo de su historia premundialista (16.06.01, por 1–2). Contaban entonces con tipos como Jafet Soto, Rolando Fonseca y Hernán Medford y, por cierto, Cuauhtémoc alineó con el Tri. Un México bastante superior al actual. Y el viernes, mientras Honduras nos ponía en jaque bajo la lluvia, Costa Rica derrotó 3–1 en San José a EU y se coló a la cabeza de la clasificación de la Concacaf con 14 puntos, por 13 de los estadounidenses, 10 de los hondureños y 8 de México, que iría hoy al repechaje.

De hecho, el único seleccionado de esta zona del balón cuadrado que realmente ha progresado es Panamá. Y ya ven cómo, aun jugando en casa, fue incapaz de romper el 0–0 con una Jamaica de nivel muy alejado de aquel once donde brillaba Yorke, titular en el ManU campeón de Europa.

De modo que invocar a estas alturas el gran avance concacafquiano es una falsa cantaleta de tantas destinada al consumo de incautos.

Tokio 2020. La Olimpiada capicúa se votó el sábado en Buenos Aires, y los aires tangueros soplaron a favor de la capital japonesa. En el camino quedaron las aspiraciones de Estambul –el otro finalista– y Madrid, cuya tercera postulación no fue la vencida. Ni qué decir tiene que los españoles, fieles a su temperamento, hicieron el gran berrinche, seguros como estaban de que el mundo veía su candidatura con simpatía y una mayoría de representantes votaría por la villa del Oso y el Madroño.

Tokio fungirá como sede olímpica por segunda ocasión, luego de haber sido anfitrión de los juegos en 1964.

El Puebla “ofensivo” de Romano. Como aperitivo del aztecazo, el Puebla paseó sus galas por el Corregidora, a merced de un Querétaro que, sin mostrar gran cosa, sumó su tercer triunfo consecutivo, un engañoso 1–0, concretado acrobáticamente por Diego de la Torre en los albores del segundo tiempo. Engañoso porque el ataque local –con el chileno Paredes muy activo y el brasileño Apodí encendiendo fuegos de artificio– convirtió a Villapando en la figura de un encuentro en el que los Gallos Blancos estrellaron hasta tres remates en la madera.

Salvo los minutos finales –con el partido descosido y un ida y vuelta que siempre llevó más peligro al área poblana que a la queretana– la supuesta vocación ofensiva del Puebla de Romano brilló pero por su ausencia. Lo que vimos fue, como al mismo equipo vulnerable y sin capacidad de respuesta, refugiado en su juego horizontal e inconducente.

Y la flagrante ausencia de un líder como el que Cuauhtémoc pide para la Selección.

¿F–1 en México? La FIA publicó el jueves un calendario tentativo para 2014 que incluye el GP de México para el mes de noviembre. Como detrás está Carlos Slim tendremos que írnoslo tomando en serio. Mientras tanto, ayer en Monza, Vettel volvió a mostrarse como el lógico campeón de la temporada 2013, pese al esfuerzo –ya también lógico y reconocido– de Fernando Alonso, que conquistó un meritorio 2º puesto ante los tifossi ferraristas. Completó podio, al borde ya de su retiro, Mark Webber, coequipero del imparable Vettel en Red Bull.

Los mexicanos, por su parte, continúan sin puntuar, en 12º Sergio Pérez e inmediatamente atrás Esteban Gutiérrez, a quien el ruso que acaba de adquirir Sauber no ve con buenos ojos para 2014.

Mientras tanto, aquí en Amozoc, tenemos que conformarnos con la carrera de ayer por la serie Nascar–México. Y como aperitivo el himno nacional, interpretado por un nieto del legendario cantante chileno Lucho Gatica.

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