Miércoles, abril 24, 2024

Del año anómalo al año incierto

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Nadie sospechaba, hace 365 días, que 2020 venía repleto de dardos envenenados. Las etapas del Covid demolieron cualquier clase de planes, programas, perspectivas. De la incredulidad, el deporte pasó a la parálisis, y de la parálisis a un intento de recomposición que nunca terminó de cuajar. Entre las competencias tradicionales abruptamente interrumpidas la mayoría ensayó a recuperar al menos los muebles: de lo perdido, lo que aparezca. Sin público (casi todas), abreviadas (la Champions, la F1) o definitivamente canceladas (Wimbledon, ligas francesa, escocesa, Clausura MX), todos acabaron buscando en la televisión un salvavidas de emergencia, el recurso supremo para tratar de evitar la oscuridad total, el peligro de quiebra. Directivos y magnates, tan afectos de siempre a la queja, tuvieron esta vez toda la razón del mundo para sentir el desamparo. Ni noticia de las famosas transacciones de verano, todo fueron pérdidas, búsqueda desesperada de paliativos, austeridad forzada y forzosa.

Maradona. En el balance anual, los titulares más ostentosos los ganó el tránsito a la eternidad de un argentino nacido en una villa miseria llamada Villa Fiorito. En el año presidido por la muerte y su hiperactiva guadaña, el óbito más doloroso –a botepronto increíble, dirían muchos– procedía de Buenos Aires y portaba un apellido tan sonoro y definitivo como los de Gardel, Evita o El Che. El 25 de noviembre, Diego Armando Maradona moría solo y sobremedicado aunque, se detalló, sin huellas de alcohol ni drogas en su maltratado organismo. Su herencia es una leyenda llena de claroscuros, pues difícilmente habrá un personaje tan genial con el balón como antojadizo y hasta absurdo en su vida personal, difícilmente privada. Ni el más fantasioso de sus adoradores u opositores a ultranza es hoy capaz de imaginar siquiera hacia que ignotas regiones ha de derivar su leyenda. Justo lo que mejor define a los genios que en el mundo han sido.

Un genio habitado por un variopinto elenco de contradictorios y coloridos demonios. La mano de Dios y las argucias del diablo en abigarrada competencia.

El rey Bayern. En materia de futbol –el paraíso y el infierno particular de Maradona–, nadie ha sido capaz de acercarse siquiera al poderoso Bayern Múnich de 2020. Más potente incluso que el tricampeón de Europa (1974-76) que tuvo en Gerd Müller, Sepp Maier y Franz Beckenbauer sus míticos buques insignia. Porque la impresionante racha de victorias del Bayern actual no concluyó en Estambul –como estaba estipulado antes de la pandemia– sino en Lisboa, sede de emergencia del tramo decisivo de la Champions. Y la final ganada al PSG (1-0) fue puro trámite tras el golpe mortal asestado al Barsa de Messi (¡8-2!) que será, por derecho propio, lo que pase a la historia, quedando en simple estadística las 34 victorias consecutivas del gran club bávaro, doce de ellas en la Champions, donde venció sin ceder ni un solo empate, marca sin precedentes, también para la antigua Copa de Europa.

El invicto Bayern interrumpió así la presunta hegemonía de los equipos ingleses y certificó el deslizamiento hacia abajo de los hispanos, pues tanto el Barcelona como el Madrid han dejado atrás los años dorados y ya se baten con los medianos utilizando armas similares, en tanto sufren de más ante los grandes: todavía, su sitio está allá arriba, pero llegar a la cima como antes se va pareciendo a una quimera. Aventajan, eso sí, a los italianos, que no ven la suya desde que el rayo flamígero de la corrupción ensombreció su orgulloso historial. Y de esto hace ya más de una década en que hasta el catenaccio se desmoronó sin remedio.

Tigres: a la cuarta fue la vencida. Por mucho tiempo, Tuca Ferretti sostuvo que la Concachampions le importaba poco, que sus Tigres estaban enfocados exclusivamente a la liga local. Hizo falta que la MX fuera dejando atrás al felino norteño para hacerle volver los ojos al vilipendiado torneo regional. Ocurría esto en medio de una inusual seguidilla de victorias de Los Ángeles FC sobre los tres gallitos mexicanos a los que uno tras otro fue eliminando –León, Cruz Azul y América–. Carlos Vela estaba eufórico, su conocido desapego del futbol azteca y sus calamitosos directivos les puso alas en sus botines y su conducción del cuadro angelino venía siendo una delicia y una amenaza. Hasta que chocó con el pragmático equipo del Tuca, veteranía y ciencia infusa en intrincada aleación, capaz de voltearle la final del miércoles en Orlando al osado retador californiano.

O sea que al gol del uruguayo Rossi (61´) respondió Tigres con los de Hugo Ayala (72´) y André-Pierre Gignac (84´) para consiguió así su primer cetro marca Concachampions. Ese torneo menor que, desde que se juega bajo el formato actual –y van doce años– nunca ha dejado de tener como ganador a un equipo mexicano. Aunque antes, en sus épocas de Copa irregular y sin participantes obligatorios, sí conoció vencedores de otros países. Y vez hubo en que el trofeo vino a reposar en las vitrinas del Puebla. Del Puebla campeonísimo de 1990, claro, aquel que entrenaba Manuel Lapuente y contaba con una figura en cada posición.

Por cierto. En plena pandemia y en franca rebeldía contra su habitual papel de equipo estancado en la mediocridad, la Franja acometió en este año escapado de las tinieblas una leve hazaña que no sería justo omitir: en cuartos de final del Guardianes 2020 fue a Monterre para jugarse el destino a partido único y resulta que dejó fuera a Rayados, que defendía su título de campeón de la última liga oficial, Apertura 2019. En la noche regiomontana, ese Puebla, el equipo más barato de Primera División, ofreció una muestra formidable de pundonor, remontó un 2-0 adverso para igualar un partido teóricamente perdido (Osvaldito Martínez de gran tiro libre a los 61´ y penalti de Santiago Ormeño a los 89´), y llevar los cuartos de final al desempate desde los 11 metros. Y allí, en la tanda definitiva, eliminó 4-2 a los pupilos de Mohamed, cuyo directiva decretó pata el argentino cese fulminante.

Todavía alcanzó el Puebla a vencer 2-1 en el Cuauhtémoc al León, futuro campeón del torneo, antes de caer 3-2 en el global. Pero ya había dejado, en Monterrey, una huella digna de recordarse. Fiel a sí misma, la directiva camotera acaba de informar la ruptura de negociaciones de renovación con Juan Reynoso, que en pago a sus servicios deja la DT de la Franja. Así nos las gastamos por estos rumbos.

Cemento armado. Y hablando del Guardianes 2020, imposible olvidar la cruzazuleada del año en la semifinal contra Pumas; de cómo los cementeros llegaron al partido de vuelta con ventaja de 4-0 y se las arreglaron para perderla y quedar eliminados. Con escandalito al canto –un periodista aludió sesgadamente ciertas llamadas telefónicas que habrían condicionado el rendimiento en CU de algunos hombres clave del Cruz Azul—, y la directiva cesando sin demora al DT Robert Dante Siboldi. Una directiva cuyo presidente llevaba –y lleva– varios meses a salto de mata, buscado por la ley por lavado de dinero. Práctica ésta de la lleva siendo sospechoso desde hace lustros el futbol “profesional” de nuestro país.

Checo, fuera y otra vez dentro. La Fórmula 1, que consagró por séptima vez campeón a Lewis Hamilton, trajo para Sergio Pérez el año más loco de su considerable carrera en la categoría máxima. En mitad del campeonato se perdió dos pruebas por haber contraído el Covid 19 –ambas en Silverstone, duplicación a tono con un calendario que hubo que remendar–, al volver se encontró con la novedad de que la escudería lo había despedido, pues al asociarse Racing Point con la británica Aston Martin los nuevos mandamases contrataron a Sebastian Vettel y el codueño canadiense no iba a dejar fuera a su amado hijo Lance Stroll, aunque éste rindiera mucho menos que su coequipero mexicano.

Le faltaba aún al Checo que se rompiera su motor en Dubai cuando violaba rumbo al podio y, en compensación, la victoria de Abu Dabi que lo convirtió en el primer paisano ganador de un GP de Fórmula 1 en 50 años, tiempo transcurrido desde que Pedro Rodríguez venció sin oposición en Spa Francorchamps (14.06.70). Y cuando parecía que su carrera en F1 se clausuraría en 2020 –aunque él hablaba de tomarse un año sabático–, el anuncio por Red Bull de la firma del tapatío para el próximo año, con opción a otro más.
Hubiera sido bastante absurdo que un piloto ganador y en plena madurez se quedara sin auto en 2021, pero sinbrazones semejantes han jalonado este malhadado 2020.

Última hora. Un reconfortante anuncio para el Abierto de tenis de Australia, el clásico de enero y primer torneo señero de la temporada: acaban de confirmar su presencia Roger Federer y Rafael Nadal, que de acuerdo con las estadísticas son los dos máximos ganadores de grand slams de la historia con 20 victorias cada uno. Una oportunidad inmejorable para el mallorquín, porque su rival suizo, con toda su jerarquía, como que ya no está para esos trotes: son 39 años de Roger contra 36 de Rafa, cuatro años de diferencia que en el deporte de alto rendimiento son un abismo.

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