La forma en que habitamos los territorios debería estar mediada por nuestras necesidades y por la búsqueda constante de garantizar nuestros procesos de reproducción biológica y social. El espacio geográfico es el sustento de la vida. Esto debería implicar un acercamiento eco-territorial con relación a los espacios que habitamos. Desafortunadamente, la geopolítica extractivista ha implicado la invasión, el despojo y la destrucción de territorios con el objetivo de privatizar, y explotar el agua, los bosques, la vida.
El mal llamado desarrollo, basado en el crecimiento económico, ha llevado a la crisis climática y ambiental que enfrentamos actualmente. El agotamiento de los medios para la sobrevivencia, la destrucción de la capa de ozono, la denominada explotación demográfica, los procesos de empobrecimiento, y las múltiples expresiones de la violencia sobre la vida en el mundo, son el resultado de las prácticas que subordinan la vida a la acumulación de capital.
El giro eco-territorial y una geopolítica ambientalista por la defensa y el cuidado de los bienes comunes, es un llamado urgente y necesario. Las agendas sociales y políticas, deben comenzar a alinearse en la defensa y cuidado de la Madre Tierra. Es crucial fortalecer la participación social y la gestión política y colectiva, desde un enfoque de equidad, diversidad e inclusión equitativa, que posibilite cerrar las brechas que el sistema capitalista ha creado.
Nos enfrentamos a un mundo ampliamente inequitativo, donde las disparidades se enmarcan en múltiples prácticas de injusticias sociales. Las opciones y oportunidades de vida no son iguales para todas las personas. El racismo y las formas de opresión, se entrelazan en los procesos de subordinación de la vida a la acumulación de capital. Las posibilidades y emergencia por el cuidado de la Madre Tierra y la vida para garantizar la reproducción social, calidad y dignidad de vida de todas las personas, debe tomar como referencia los actuales movimientos sociales por la defensa de los bienes comunes. Los bienes comunes no deben subordinarse al capital, no pueden ser negociables ni mercantilizados por el simple hecho de ser comunes. Al ser comunes, no son ni naturales, ni públicos, es decir, no por ser parte de la naturaleza deben dejarse para la explotación y depredación, ni privada, ni pública. Los bienes comunes, requieren de la participación social por el cuidado y por el bien común. También implica la participación de gobiernos y empresas de forma ética y responsable. Está ya comprobado que los límites del crecimiento están sobrepasados. Ante esta situación, resulta fundamental, fortalecer iniciativas sociales y comunitarias por el cuidado y defensa de los bienes comunes. Recuperemos la imagen del caracol de Iván Illich, la concha que se dibuja con espirales cada vez más grandes, donde en un punto de inflexión comienza a decrecer y enroscarse sobre sí mismo. El cuidado de la Madre Tierra no es posible si no comenzamos a decrecer, para alcanzar un futuro justo, equitativo, sustentable, sostenible y amable.